Cuando tenía 17 años mi profesor de Filosofía, Jérôme Martin, homónimo de un gran pintor neoclásico, me rompió la nariz. Él, a sus 25, era ya un nietzscheano brillante pero progresivo, incurable y mortal, y yo formaba parte de un grupillo de aspirantes a marxistas.
Nos trenzábamos en discusiones muy largas, llevando cada cual por estandarte a su respectivo alemán peludo del siglo XIX. Desde luego, él habría podido hacerme pedazos fácilmente pero se portaba benévolo, no tiraba a matar y nunca reclamó una sola de sus evidentes victorias.
Si lo hubiera hecho, Charlie “El Barbas” habría caído por nocaut en el primer round ante Fede “El Mostachón”. Un desenlace semejante me habría convertido en un ser rencoroso, cínico y enemigo del razonamiento; pero Jérôme lo intuía y se abstenía de aplastarme.
Eso sí: era implacable en su exigencia de rigor formal. El primer día de clase nos advirtió: “Les voy a pedir ensayos sobre diversos temas pero tengo la mano pesada para calificar."
"Un 10, por ejemplo, se lo sacaría Hegel; un nueve, tal vez yo mismo, así que ustedes pueden sentirse muy orgullosos si consiguen un ocho”.
Así nos tuvo todo el año con la sesera hirviendo. Nos pulió el entendimiento, nos calibró la palabra y nos quitó deformaciones y manías del lenguaje como llamar romántica a una situación meramente empalagosa o idealista a cualquier pendejo empeñado en un objetivo inalcanzable.
Al mismo tiempo, era sumamente tolerante ante nuestros desplantes e insolencias de adolescentes, acaso porque la adolescencia aún le quedaba muy cerca.
Nos acompañaba al cine de buen grado, a condición de que después desmenuzáramos meticulosamente la película que habíamos visto.
Se llevó a nuestro grupito a San Cristóbal Las Casas y a Chamula, en una época en que a la segunda de esas localidades sólo se podía llegar a caballo.
Nos ordenaba asistir a conferencias (recuerdo una de Paz y otra de Henri Lefebvre) y luego nos invitaba a sus pachangas. Nosotros lo acogíamos de mil amores en las nuestras.
Fue el mejor maestro que tuve nunca.
Una nochebuena nos reunimos seis o siete y como ninguno de nosotros bebía, nos pusimos a jugar un remedo de voleibol con un globo en la sala impecable de alguna de nuestras mamás que se había ausentado por vacaciones.
Habíamos roto tres floreros y una silla cuando me dieron ganas de orinar y salí de aquella cancha improvisada y ya bastante destruida rodeando a los otros jugadores.
Pero juando iba pasando a espaldas de Jérôme, él se preparó para pegarle al globo y su mano, violentamente lanzada hacia atrás, se encontró con mi nariz.
Caí al suelo por el efecto del golpe, el partido se terminó de inmediato y ante el afligido desconcierto de las y los asistentes estuve un cuarto de hora sangrando y viendo estrellitas.
Luego, para consolarme, la que era mi novia me llevó a una habitación, me tendió en la cama, me ordenó que me quedara quieto y me hizo el amor durante un rato.
Digo “me hizo” en lugar de “hicimos” porque en ese momento lo único que yo podía hacer era el ridículo.
Estuve una semana con la nariz inflamada y adolorida y cuando la hinchazón bajó me di cuenta de que algo adentro de ella se había roto y que el apéndice estaba torcido.
Por una simpática coincidencia, el tocayo de mi maestro, el artista Jérôme Martin-Langlois, pintaba a sus personajes con unas narices muy feas.
En los años siguientes rechacé varias propuestas de cirugía reconstructiva porque poco después de aquel accidente, cuando terminó ese mi último año de la prepa, Jérôme se fue del país.
No volví a verlo nunca –la última noticia que tuve fue que se había vuelto loco y que vagabundeaba por las calles de París– y quería guardar un recuerdo perdurable del profesor que me enseñó a pensar.
F I N
* cuando
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
Demetrio Vallejo, Gilly, Campa, Revueltas y muchos otros estuvieron largos años en la cárcel por pensar distinto al régimen.
En el 68 y en el 71 los gobiernos priístas masacraron en las calles a estudiantes y ciudadanos que no cometían más delito que el de manifestarse.
Entre 1971 y 1982 Echeverría y López Portillo sumieron al país en una guerra sucia en la que el gobierno empleó vuelos de la muerte, desapariciones, torturas y homicidios para exterminar organizaciones armadas, pero también para reprimir luchas sindicales y agrarias pacíficas.
En el régimen de Carlos Salinas más de 500 perredistas opositores fueron asesinados. Tras el levantamiento zapatista del 1 de enero del 94, muchos integrantes o simpatizantes del #EZLN fueron apresados y torturados en distintas localidades del país.
Hace poco @JoeBiden usó el término neandertal en tono despectivo. Si hasta hace 1/2 siglo esos parientes eran vistos como una versión zafia, tosca y estúpida del Homo sapiens, los hallazgos arqueológicos han cambiado mucho esa percepción.
Aunque desaparecieron del planeta hace decenas de miles de años, los neandertales siguen evolucionando.
A la izquierda, cómo era un neandertal en el siglo XIX; a la derecha, cómo lo vemos ahora.
Hoy sabemos que desarrollaron un lenguaje y que tenían habilidades artesanales y artísticas. Aún se debate si fue una especie por derecho propio (Homo neanderthalensis, según King) o una subespecie (Homo sapiens neanderthalensis, según Grant Campbell).
Agradezco los tuits de @buenasrazones y le dedico este hilito con reflexiones (u ocurrencias) sobre la dificultad de deslindar lo verdadero de lo falso en este oficio casi siempre proceloso.
1. La credibilidad no se construye sobre una pretensión de infalibilidad sino con la búsqueda rigurosa, honesta y humilde de la verdad, la cual es muchas veces elusiva, fluida y hasta cambiante.
2. Es lo que mi querido @MABastenier, ya fallecido, y a quien me ligaba una intensa y fraternal discrepancia ideológica, llamaba “el blanco móvil” del periodismo.
Empieza mal desde el 1er párrafo: “Algunos países se beneficiaron de la falta de compromiso o escrutinio que tuvieron bajo el expresidente Donald Trump. México, en particular…”
La idea de que el presidente de EU deba ser el “escrutador” de México o de cualquier otro país armoniza bien con la idea de muchos estadunidenses –la autora incluida– de que Washington tiene como destino manifiesto ser el policía del mundo.
En las mañaneras, @lopezobrador_ rinde un informe diario al pueblo que lo eligió sobre los avances de su mandato, que fue desmantelar el régimen oligárquico y construir uno nuevo.
El consejero presidente del @INEMexico, @lorenzocordovav, es personero del régimen derrocado.
A @lorenzocordovav no lo eligió el pueblo; lo puso el #PRIAN, en el marco del #PactoPorMexico, en abril/2014. El actual presidente del @INEMexico representa, pues, la correlación de fuerzas que existía hace 7 años y que fue resultado del fraude de 2012.
En ese año, @lorenzocordovav era consejero electoral del difunto #IFE. Fue cómplice en la legitimación de una presidencia comprada con la lana de Odebrecht. Representa, pues, los intereses derrotados en 2018. Es un anacronismo y una rémora en la escena política mexicana actual.
Es entendible: los agravios del pasado reciente son enormes y para muchos es frustrante que a su regreso al país el Gral. Cienfuegos no haya sido directamente refundido en Almoloya...
... y no sólo por las responsabilidades personales que le imputo la DEA sino también -y principalmente- por la responsabilidad institucional de Tlatlaya, Iguala y demás atrocidades del sexenio pasado.
Pero el Estado de derecho significa hacer justicia respetando las reglas del debido proceso; o sea que un individuo debe ser sancionado porque se le encontró culpable en un juicio, no porque lo exija el clamor popular.