Thread by @jotaalonso

Una nena de 7 años estuvo tres días secuestrada por un hombre que tenía tres identidades distintas y dos tipos de huellas dactilares en el Registro de Reincidencia del Ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires.

Maia no fue hallada por los 90 mil empleados de la Policía Bonaerense ni por los 21 mil de la Ciudad Autónoma.

La encontraron dos testigos mujeres que iban en un auto siguiendo a su captor en bicicleta para después dar aviso al 911. Maia estaba en el mismo lugar que la noche anterior entre las 19 y las 20.

Sin embargo, se montó un show de la pobreza en vivo y en directo por parte de todos los canales de noticias. El ministro provincial Sergio Berni dio una conferencia de prensa con el vicejefe de Gobierno de CABA, Diego Santilli.

Maia vivía debajo de un puente de CABA en una casilla hecha de cartones con su madre enferma, que tiene otros hijos que viven con una abuela. La prima de Maia llamó al 911 porteño y una patrulla le dijo que debía esperar 24 horas.

Entonces, fue hasta la Comuna porteña de CABAy le dijeron que esperase. Recién a las 30 horas de la desaparición y cuando la imagen de la nena circulaba por todos los canales de tevé, portales de noticias, y diarios, comenzó la búsqueda con el protocolo de Alerta Sofía.

Del secuestrador, Carlos Savanz, un lumpen con antecedentes por violencia de género y presunto abuso de una menor de 4 años, se sabía poco y nada. Su ex mujer lo denunció e intervino una Fiscalía. En un año no lograron realizar dos pericias claves. Una de ellas la Cámara Gesell.

¿Y por qué pasó esto? Porque Savanz tiene al menos dos huellas digitales distintas y tres nombres diferentes en Buenos Aires y en Nación. Ni hablar del funcionariado de CABA que no registró jamás a Maia como una niña sin escolarización y con las necesidades básicas insatisfechas.

Lo que sí se realizó y de una forma muy eficaz fue la utilización del pánico social –miedo al miedo- para imprimir la agitación ciudadana por el incierto destino de la nena que pasó por la estación de Liniers sin que ningún policía ni guarda de Ferrocarril controlara nada de nada

Savanz se subió al tren con Maia y su bicicleta. Lo que siguió fue peor: Maia en la estación Castelar, pidiendo que la llevasen en los hombros, detrás de su captor, a su lado caminando, en una escena de aparente normalidad de un vínculo que ya conocía de fugas a ninguna parte.

Maia no pidió nunca auxilio en los vídeos televisados. La nena y su captor atravesaron media ciudad de Buenos Aires por las principales avenidas y recorrieron el centro de Castelar sin que ningún policía de CABA y Provincia notasen su existencia.

Fueron dos detectives improvisadas quienes dieron la alerta mientras el país en pandemia seguía el folletín por entregas del escarnio televisado. Es imperioso un protocolo para tratar este tipo de noticias que como los femicidios le otorgan al victimario la ideación de su locura

La prensa amarilla es canalla por naturaleza. Y no tiene en cuenta que en la ciudad más rica de la Argentina hay 7 mil personas en situación de calle. Son los nadies que nadie quiere ver, pero que generan un rating morboso a la hora de facturar puro miedo.

A tal punto falló el Estado que Savanz violó en cuatro oportunidades la perimetral tras la denuncia de su ex mujer y una de esas veces la amenazó con un arma tumbera, pero la Bonaerense nunca asistió al pedido de auxilio.

Pese a ello no faltaron la profusión de fotografías de la menor –algo prohibido por la Ley- junto a uniformados que no tienen ningún mérito en el hallazgo. La constante narrativa de la seguridad hace de la existencia humana un territorio incierto.

Ahora desde la misma ciudad donde Maia sobrevivía entre cartones y basura se habla de hogares de tránsito y el bienestar del porvenir. Hasta la ex gobernadora Vidal, quien destruyó los centros de ayuda mientras fue funcionaria, se mostró alegre como Horacio Rodríguez Larreta.

Cualquier parecido con “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde” no es casualidad. Esta semana, el piadoso Larreta clausuró el Hospital Español por 24 horas. Allí 71 mil adultos mayores afiliados al PAMI quedaron a la deriva. Pero todo pasa.

El tiempo es veloz. Los medios comerciales dominantes que usaron a Maia se olvidarán de la niña pasado mañana.
Le dicen “agenda”.