Históricamente hablando, la derecha es la organización política que crean los privilegiados para intentar conservar sus privilegios. Son los enemigos de cada una de las revoluciones que han ido mejorando nuestro mundo, comenzando por la francesa.
Su paradoja es que tras cada fuerte meneo de lo social, muchas de las conquistas alcanzadas se convierten en permanentes, y ellos dejan de cuestionarlas. Hemos alcanzado a verlo con el divorcio y el matrimonio homosexual: los combaten, pero luego los practican.
Nuestra paradoja (la de la izquierda) es que a menudo las revoluciones han llevado al Terror: tratando de mejorar la sociedad, hemos acabado siendo presa de psicópatas y de organizaciones totalitarias.
De modo que ahí tiene la derecha munición para atacarnos sine die: todo intento revolucionario, nos dirán, concluye en Stalin y Pol Pot. Eso mientras disfrutamos de un marco democrático que es también consecuencia de las revoluciones del pasado.
De modo que nosotros estamos obligados a una autocrítica que ellos no practican jamás. Conscientes siempre de que su odio a la revolución no viene de los excesos de esta, sino de su deseo de mantener sus privilegios. No son nietos de Orwell, sino de Henry Ford.
Que alguien de izquierdas sea antiestalinista o anticastrista es bastante común; hallar un cargo del PP que sea sinceramente antifranquista, que no piense que en el 36 'no hubo más remedio' que 'parar el terror rojo', es tarea complicada.
Más localmente, nuestra derecha es básicamente una organización paracriminal cuyo objetivo casi único es parasitar el dinero público, desviándolo, legal o ilegalmente, a las empresas que les financian. Lo demás es, básicamente, ruido.
Que la ciudad donde nací y su comunidad autónoma lleven la mayor parte de la democracia en manos de esta gente me causa melancolía, aunque vuelve mi exilio mucho más llevadero. Su Madrid es una inmensa cagarruta donde me alegro de no vivir.
Un sitio donde se ponen pinchos en las fuentes para que la gente no se siente, y se quitan las fuentes de los parques para que la gente tenga que consumir en las terrazas.
Dado que, crudamente expuesto, el programa politico de la derecha es un programa contra el pueblo, para que pueda contar con el apoyo popular es necesario generar un clima de alucinación colectiva, un bombardeo constante de excipiente que haga invisible el elemento activo.
Lo apelación a lo personal (mira qué líder tan simpático, y hasta golfo, tenemos: ¿no es como tú querrías ser?; somos *tu* partido, como los grandes almacenes son *especialistas en ti*), al lucro y al miedo son los elementos centrales de esa liturgia.
Hay que lograr que el votante desprecie lo público, y sin embargo vote a sus candidatos para ejercer el poder público. ¿Qué se le puede prometer a cambio, si se van a miserabilizar los servicios públicos, para lucro de la parte empresarial de la trama? Humo de variados colores.
La gente inteligente acaba en la derecha, generalmente, por desencanto de la izquierda, lo que Machado llamaba 'asco de la greña jacobina'. La izquierda realmente existente les parece tan insatisfactoria que terminan siendo militantes de un partido imaginario unipersonal.
Y su asco de esa greña les lleva a convencerse de que cualquier cosa alternativa tiene que ser mejor. ¡Cualquier cosa! Incluso Vox, como estamos leyendo estos días.
Esto genera una clase un tanto ridícula de republicanos que son monárquicos de facto porque los demás republicanos no les gustan, e izquierdistas que solo lo son en su mente, pero de facto votan y defienden a la derecha (o al 'centro' que acaba sosteniendo a esta).
No es que yo les condene, acto que exigiría hablar desde una altura moral a la que no aspiro. Como buen funcionario anarquista, o viceversa, sé lo que es vivir en la contradicción y la incongruencia :)
Pero, decididamente, cualquier político que, como Iglesias, sea objeto de los ataques diarios despiadados de los medios que financia este entramado político-empresarial goza por ello de mi simpatia y es candidato probable a mi voto.
Eso a pesar de que encuentro toalmente errada la postura de Podemos en Cataluña y en los asuntos que tienen que ver con las libertades. El independentismo y la cultura de la cancelación me parece dos cánceres. Pensar que si voto a Iglesias estoy tb votando eso es desalentador.
Y por eso entiendo que mucha gente de izquierdas, incapaz de comprar el paquete completo que venden el PSOE y Podemos, terminen absteniéndose. Yo dudo siempre si hacerlo.

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30 Nov 20
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