Alex, mi compañero de trabajo, tiene 24 años, pasión por las motos y un corazón que no le cabe en el pecho.
En la empresa solemos decir que si le pidieses ayuda en una mudanza, a las 2 de la mañana y en un 4°sin ascensor, te diría que sí pero tú invitas el desayuno.
Vive con sus padres y su hermano de 18 en un piso donde comparten tareas domésticas. La cena corre a cargo de los hijos y el turno se decide en un partido de FFIFA'16 en la PlayStation destartalada.
Tiene un sentido de la responsabilidad que ya quisieran muchos adultos y trabaja en lo interno para quitarse prejuicios.
Hemos tenido charlas alucinantes sobre prioridades, autoestima y presiones innecesarias. Él me cuenta sus planes y escucha los míos. Hablo media hora con él y tengo un tsunami de enfoques nuevos a mediano plazo.
Una gran inteligencia sin un ego desmedido es una combinación exquisita y poco frecuente.
En una de esas charlas le conté que mi Eloy soñaba con las motos. Me dijo que podíamos quedar un día para explicarle cosas y mostrarle su moto.
Hoy fue el día.
Alex le enseñó su moto, le contó cosas técnicas y que su hermano había hecho la FP de Mecánica y ahora hacía la de Planchistería y pintura. Que era muy bueno hacer la mayor formación posible.
Le explicó lo que podía llevar con cada carnet y hasta miraron modelos de 125cc mejor de precio.
Ni la mascarilla puede disimular la emoción del crío.
Eloy tiene la mirada llena de luces. Tal vez sea el primer paso de un largo camino, algo que esperar del futuro.
Alex ha compartido su pasión y con su gesto ha iluminado el presente de un adolescente de 13 años.
Como dicen los africanos, hace falta toda una tribu para criar a un niño.
Le he pedido permiso para poner su foto.
Gente, éste es Alex y su Insta por si queréis charlar con él. Siempre está aprendiendo y con ganas de mejorar como persona.
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
Este hilo no tiene un final feliz. Si quieres un domingo distendido pasa de largo.
Después de años de silencio hoy quiero explicar esta parte de mi historia para soltar lastre, porque yo escribo para tratar de entender.
La maternidad encierra grandes fracasos.
Ayer me pasé la tarde borrando fotos de mi hijo mayor. Como si pudiera editar la memoria.
Lo hice porque encontrar su imagen por sorpresa me duele horrores, porque estoy pasando un duelo por un hijo que no ha muerto.
Hace dos años y medio entré a la consulta de mi médico de cabecera. Nos conocemos hace 14 años.
Me derrumbé sobre su escritorio y lloré desde las tripas, con ese llanto que barre el dolor que llevas incrustado.
Cuando faltaban 20 minutos para cerrar entró buscando pintura para un armario.
Me explicó la forma del mueble de una manera precisa, con un tono de voz agradable y una sonrisa que traspasaba la mascarilla.
No fue difícil adivinar a qué se dedicaba: maestra de primaria.
Me pidió información para aplicar la pintura porque "normalmente lo hace el conserje pero este año está desbordado".
El armario era un destartalado rincón de materiales para su nueva aula de segundo.
"Me ha tocado dar clases en el comedor y es una sala muy triste. Por eso quiero pintar lo que pueda, así mis niños tendrán algo bonito".
Y a mí ya se me cerró la garganta.