Thread by @julietaovallep

"Bruckner & Mahler", por H. F. Redlich.

Capítulo: "Mahler - IV. Last Years (1908-11)”

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Para Mahler, la decisión de continuar por un tiempo con la pesada profesión de director de ópera fue una concesión a su genio creativo. Estaba determinado a retirarse después de cumplir 50 años para dedicarse sólo a componer por el resto de su vida.

Con las ganancias que obtuvo de Estados Unidos, Mahler compró un terreno en Semmering y empezó a construir una casa que nunca habitaría. Cuatro años de trabajo arduo como director huésped en Estados Unidos parecían un pequeño sacrificio por la seguridad que después disfrutaría.

Pero el tiempo se le acababa. Mahler partió el 9 de diciembre de 1907 junto con su esposa e hija rumbo al nuevo mundo, con una salud gravemente dañada, profundamente afectado por los eventos trágicos de los meses anteriores y la indiferencia del público vienés.

En la Metropolitan Opera dirigió principalmente obras alemanas hasta mayo de 1908 con un éxito espectacular y repitió la hazaña para la temporada 1908-9. En 1909 la New York Philarmonic permitió que Mahler dejara la Metropolitan Opera y se dedicara principalmente a conciertos.

En la temporada 1909-10 Mahler dirigió no menos de 46 conciertos. En su último invierno en Estados Unidos dirigió 48 de los 65 conciertos para los cuales fue contratado. Fricciones con la orquesta y su comité se convirtieron en una fuente de preocupación a principios de 1911.

Los largos y tortuosos viajes afectaron la salud de Mahler, la cual ya le había dado más problemas que de costumbre durante los preparativos para el estreno de la 8ª Sinfonía en Munich en el verano de 1910.

Mahler dirigió su último concierto en Estados Unidos, y de hecho en cualquier otro lugar, el 21 de febrero de 1911. Pocos después, era evidente que estaba mortalmente enfermo.

Durante la primavera y el verano de 1908-10 Mahler no sólo había compuesto sus últimas obras (las Sinfonías 8ª y 9ª y Das Lied von der Erde), sino que también reapareció en Europa como director de sus propias obras. El 13 de septiembre de 1910 fue su último concierto en Europa.

La muerte no dejó ir a Mahler después del ataque de fiebre a finales de febrero de 1911. Una infección en la sangre, diagnosticada en Nueva York y confirmada en París, era catastrófica en un hombre enfermo y con un corazón seriamente debilitado.

Prácticamente en agonía, Mahler regresó a Europa en abril de 1911, con la vana esperanza de encontrar una cura en París. A mediados de mayo fue transferido a Viena, y fue hospitalizado en el sanatorio Löw.

El regreso de Mahler ocasionó expresiones excesivas de amor y simpatía, frecuentemente de quienes habían hecho lo posible para enviarlo al exilio. Los tributos públicos en la prensa y de varias organizaciones artísticas deben haberle dado algo de contento.

Mahler aceptó su destino con una calma estoica, pasaba su tiempo leyendo libros de filosofía y expresando su amor y gratitud a su esposa e hija. El fin llegó pronto, el 18 de mayo de 1911, seis semanas antes de cumplir 50 años y sin haber oído ni una nota de sus últimos obras.

Su funeral tuvo lugar unos días después. Mahler fue enterrado en el cementerio de Grinzing. Con su muerte quedó una irreparable sensación de pérdida, de silenciosa desesperanza, y al mismo tiempo de exultación mística que muchos sintieron pero pocos entendieron como Schoenberg.

En su Klavierstück Op. 19 No. 6 creada al momento de la muerte de Mahler, Schoenberg evoca la extraña serenidad de ese día lluvioso de mayo “which had started so sombrely, only to end consolingly in sunshine and with the jubilant song of the nightingale”.

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Para concluir este capítulo y la semana, comparto los últimos minutos de la 9ª Sinfonía de Mahler, dirigida por Claudio Abbado, con las luces que se extinguen poco a poco, como se fue extinguiendo la vida de Mahler en esos últimos meses. Buenas noches.

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