Hace un tiempo me preguntaron cómo saber la diferencia entre un edificio bueno y un edificio malo.
La respuesta no se puede dar en dos frases, así que voy intentar explicarla con estos dos ejemplos, en un pequeño HILO ⬇️
Al final, saber distinguir la buena de la mala arquitectura es un proceso que requiere bastante tiempo y formar un criterio. E incluso los criterios puede diferir (aunque no demasiado).
Por eso, para esta explicación voy a usar dos casos que ejemplifican muy bien la diferencia: la torre del BBVA y las torres KIO.
Ambos son edificios de función similar (oficinas), tipología similar (torre) y que están ambos en Madrid y muy cerca el uno del otro.
Vamos a resumir el asunto en la diferencia entre dos parejas de conceptos que parecen sinónimos pero, en realidad, son antónimos: simple y sencillo, complejo y complicado.
Idealmente, un buen edificio (como casi cualquier artefacto artístico, humanístico o tecnológico) debería ser SENCILLO y COMPLEJO, a la vez.
Es decir, sencillo porque ofrezca una respuesta comprensible y más o menos fácil de ejecutar.
Y complejo porque su respuesta atienda a un análisis profundo de las necesidades, entienda el contexto y todo lo que lo rodea y, por tanto, ofrezca matices, riqueza, adaptación...
Por el contrario, un mal edificio suele ser COMPLICADO porque genera más problemas que soluciones (problemas estructurales, funcionales, representativos...)
Y también SIMPLE porque no atiende a matices ni a un análisis profundo o intenso de las necesidades que lo generan.
Las torres KIO son, por tanto, un ejemplo bastante preciso de lo que es un mal edificio.
Para ser simbólico, Philip Johnson decidió que serían dos primas inclinados. Y simbólico es, pero a costa de generar unos problemas en estructura, cimentación, circulaciones y uso del edificio.
Además, es un edificio muy simple. Cada prisma solo es un palo inclinado. Como confía todo al hecho de estar inclinado, no hay ningún matiz, ningún contexto. Todas las plantas son iguales, solo que desplazadas un poquito. No tiene escala.
En cambio, la torre del BBVA es un buen ejemplo de lo que es buena arquitectura porque es un edificio SENCILLO y COMPLEJO, a la vez.
Es sencillo porque responde a una concepción clásica del rascacielos Y LA ENSEÑA. Para Oíza, el rascacielos es una acumulación de plantas, una encima de otra. Por tanto, la imagen del rascacielos será esa.
Se ve y se entiende a la primera.
Pero es que, además, Oiza se preocupa muy mucho de resaltar esa concepción tan sencilla del rascacielos.
Cada planta está marcada por las pasarelas-visera exteriores. Y, además, para que se entienda incluso mejor esa lógica de la separación de plantas, LAS ESQUINAS SON CURVAS.
Así que la torre del BBVA de Oiza es un edificio sencillo.
Pero, a la vez, es un edificio lleno de matices, de soluciones delicadas a problemas muy difíciles.
Es un edificio enormemente complejo.
No voy a hacer una disertación exhaustiva sobre todo lo que es el BBVA. Baste con decir que su estructura era un reto de la hostia porque el edificio está justo encima de los túneles del metro.
En este esquema se entiende muy bien TODAS las decisiones acertadas del edificio.
Como estaban los túneles, Oiza no pudo poner un núcleo central rigidizador, así que tuvo que poner dos.
Como los núcleos ya ocupaban bastante, para liberar espacio útil, Oiza decide que esos núcleos no sujetarían todos los forjados, sino SOLO UNO DE CADA CINCO.
Los otros cuatro forjados son de estructura metálica y sujetos por pilares metálicos, mucho más delgados.
Así, el BBVA no es en realidad una acumulación de 35 plantas, sino SIETE cajas de CINCO plantas, independientes entre sí.
Y TODO ESO SE ENTIENDE PERFECTAMENTE EN FACHADA.
Y si se entiende tan bien es porque Oiza hace algunas plantas más altas (las que tienen la superestructura) y otras más bajas (las convencionales) y algunas son opacas (porque son plantas de instalaciones).
Todo el edificio es una colección de matices y contexto.
Para entender la cantidad casi obsesiva de matices y soluciones que tiene este edificio solo hay que fijarse en la fachada oeste.
En Madrid, en verano, la orientación oeste es muy dura. El sol incide demasiado y hace demasiado calor. ¿Cómo soluciona Oiza eso en una torre, edificio que se define por que todos sus lados son esencialmente iguales?
Pues poniéndole a esa fachada unas gafas de sol. Unas RayBan.
(Es en serio. Oiza llamaba RayBan a ese doble vidrio exterior tintado que sirve para atenuar el durísimo sol de poniente madrileño).
Pues con todos esos matices y esos detalles y esa riqueza, la torre del BBVA nunca pierde su condición simbólica.
¿Es el edificio perfecto?
Obviamente no. La perfección no existe ni en arquitectura ni en ninguna disciplina. Por ejemplo, el uso del acero corten dio muchos problemas y la propia forma curva de las esquinas genera otros tantos.
Pero las ventajas superan a los problemas.
Tanto a los problemas que venían con el lugar como los que generaron las decisiones.
Por todas estas cosas y muchas más que no he puesto, la torre del BBVA es un magnífico edificio (y en mi opinión, el mejor rascacielos del mundo).
Al final, se trata de responder a las necesidades del edificio (necesidades funcionales, estructurales, simbólicas, expresivas, de la época a la que pertenece, etc.)
Y que esas respuestas sean mejores que los problemas (económicos, funcionales, estructurales, etc.) que generen.
O, como definiría José Luis Fernández del Amo: «Solo hay una arquitectura: la que sirve al hombre. Pero tenemos el deber, la responsabilidad de hacer que ese hombre quiera vivir mejor».
Pues eso.
Para no variar, se me olvidó (otra vez) citar a Javier Manterola, el ingeniero que diseñó el árbol estructural de la torre del BBVA (y de Torres Blancas, por cierto).
Sirva este tuit como rectificado.
Por cierto, curiosamente, ningún ingeniero me ha recordado que las estructuras de las torres KIO son del estudio de Leslie Robertson.
Aquí queda citado también.
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Basilea es una meca de la arquitectura contemporánea. Tiene un huevo de obras chulísimas: el Messe Basel, que es una especia de vórtice en medio de la ciudad; o el Werkraum Warteck, con su escalera exterior flipante.
Y además, al ladito está la Fondation Beyeler, que es uno de los edificios más inteligentes de Renzo Piano; y a un paseo en bici tenemos todo el campus de Vitra, que es como el paraíso de la gente a la que le mola la arquitectura moderna.
Y se me olvidó mucha gente. @itineratur, que lo ha petado este fin de semana con un hilo flipante sobre el yacimiento de Turuñuelo. O @Shine_McShine, que hace unos hilos fotográficos acojonantes los domingos. O @EtimosDirectos, que es un viaje precioso al origen del lenguaje...
En la costa chilena hay un lugar donde la gente no se cambia de casa. MUEVE LA CASA DE SITIO.
Y la mueve tirada por bueyes, por tractores y hasta por barcos.
Pero no es solo eso. Es la expresión del lazo de una comunidad.
En 1993, el cineasta colombiano Sergio Cabrera estrenó uno de los filmes más interesantes, más combativos y también más divertidos de la década: "La estrategia del caracol"
"La estrategia del caracol" es una dramedia que cuenta la historia de unos inquilinos que se rebelan contra su casero de una manera tan divertida como inverosimil: cambian de sitio el edificio donde viven y dejan apenas un trampantojo.
Territorios Improbables son 336 páginas con 50 fotos ALUCINANTES para ilustrar todos esos lugares. Desde California a Namibia, desde Japón a Argentina y desde Bélgica a Berlín.