El fallo de la Cámara que confirma la condena al Clan Ale es muy interesante respecto de una época no tan distante que los tucumanos -excepto las víctimas de los Ale- parecen haber olvidado:
"La sentencia puesta en crisis muestra con claridad como las acciones desplegadas por la asociación liderada por
los hermanos Ale, infundían temor en distintos ámbitos de la ciudad de Tucumán, por medio de extorsiones y violencia armada...
...que ejercían González, Suárez, Ocampos, entre otros, todos
subordinados de los hermanos Ale.
En efecto, de la prueba rendida y analizada por el a quo se pudo concluir que los hermanos Ale prestaban dinero a...
tasas usurarias y que se valían para el cobro de esos créditos
de intimidación, violencia y del empleo de armas de fuego. De
ello da cuenta la incautación en el domicilio de Adolfo Ale y
en la remisería “Cinco Estrellas" -propiedad del grupo-, de
gran cantidad de armas.
También se comprobó que, en algunos
supuestos, se llegó a exigir como pago y bajo amenazas, la
transferencia a su nombre de bienes muebles e inmuebles.
De este modo, los hermanos Ale mientras tuvieron
poder de actuación en la provincia de Tucumán...
consiguieron mantener amedrentados a un número indeterminado de damnificados con sus métodos violentos y a través del dominio de una extensa organización delictiva, vinculada igualmente a la trata de personas, el comercio de estupefacientes, la extorsión y la usura"
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A esta hermosa foto se la sacó el personal del 107 cuando llegamos en Tucumán al millón de vacunas colocadas. Fue en la zona de vacunación de personas en auto.
Pero, durante la foto, ocurrió algo que no se ve en la imagen y que me llena de vergüenza como tucumana
Las personas que esperaban para vacunarse comenzaron a hacer tronar sus bocinas. No de manera entrecortada, se prendieron a las bocinas generando un ruido infernal en reclamo de que estaban siendo demoradas.
¿Saben cuánto tiempo llevó sacar la foto? No más de dos minutos.
El personal sanitario se puso de acuerdo, vino corriendo, se acomodó, sacamos la foto y se fueron corriendo a seguir vacunando.
¿Cómo fue a parar una niña de 4 años a manos de quienes hoy están acusados de haberla matado y quemado su cuerpo?
Este es un resumen del expediente que muestra cómo cuidó el Estado de Rocío Rojas cuando se enteró de que había sido sacada de su casa por una vecina.
Rocío y su hermanito de un año y 9 meses vivían en Manantial Sur, Tucumán, con su mamá, Mayra Rojas.
Según el relato de Mayra, ella queda internada en marzo por un problema de vesícula.
Acá comienza el expediente:
El 5 de abril, María Carolina Gramajo denuncia en la Policía que Mayra maltrataba a sus propios hijos. Gramajo había sido vecina de Mayra y era madrina de la pequeña.
El fiscal Ignacio López Bustos anunció que iniciará una investigación penal contra los organismos administrativos que estaban a cargo de Rocío Rojas, la niña de 4 años asesinada en Lules.
La descripción de los hechos que realizó el fiscal es escalofriante. Señaló que, en los días previos, golpearon a la niña y la dejaron en el frío del patio, lo que le terminó causando la muerte.
Indicó que la propia hija de la imputada Graneros (pareja del imputado Veliz) dijo que vio por última vez a la pequeña la noche del miércoles. Estaba ya sin vida en el dormitorio del imputado Caro, con él.
No hay palabras para describir el dolor que provoca en Tucumán este rostro: Rocío Rojas vivió sólo 4 años. La mataron, se cree, de una manera brutal. Es tanto el horror que, todavía, no se logra determinar si los restos hallados son de ella.
¿Cómo llegó a manos de sus asesinos?
Su desaparición y presunta muerte dejó un tendal de preguntas -aún sin responder- sobre el rol del Estado en el cuidado de los niños y las niñas.
Todas las sospechas apuntan a que la niña fue asesinada y, luego, su cuerpo quemado para esconder las evidencias y lograr que los asesinos salgan impunes. Pero ¿cómo llegó la criatura a manos de quien, se sospecha, son sus homicidas?
Esta es la mujer más valiente del mundo.
Está sentada ante un tribunal, a dos metros del asesino que le arruinó la vida.
Fue citada a declarar como Ramón Andrés, de oficio 'prostituta'. Pero se llama Carla. Y, sobre sus hombros, descansa todo el juicio.
Nunca más, desde la noche en que su cliente fusiló a dos policías delante de ella, pudo volver a la calle. No tiene plata para los perros, que es lo que más le duele. A uno le tuvo que cortar la pata, porque la tenía engusanada y nunca tuvo para el veterinario.
Cuando ocurrió el crimen, hace tres años, dejó la prostitución. No por convicción, sino porque tenía miedo de que el asesino vuelva a matarla. Porque, sin su testimonio, el crimen de los dos policías del parque seguiría impune. Todavía no entiende por qué la dejó viva.
Por mi trabajo, me cruzo con muchos delincuentes. Están, por ejemplo, en la Casa de Gobierno, en la Legislatura, en Tribunales. También me tocó conocer a uno que vivía en un country y varios que comandan tremendas empresas.
Esos no llegan a Villa Urquiza, hay que ir a los lugares más ricos para verlos.
Los delincuentes también están en la calle, en el microcentro, robando celulares, pungueando, rompiendo vidrios.