Mi padre decía que "nadie sabía cuándo el pez toma agua". Lo digo porque en este país nadie se salva de experimentar su propia tragedia, que además es colectiva.
Pero me quiero referir a los que han tenido que irse.
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Hay muchas razones. Y también muchas suertes diferentes. A los que les ha ido bien, ¡Excelente! Pero vamos a estar claros. De los seis millones que han partido, muchos, tal vez la mayoría, han sufrido afectaciones psíquicas, dolor moral, angustia por separación, duelo...
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A eso debemos sumarle el ser extraños en tierra ajena, sufrir muchas veces maltrato y condiciones de esclavitud moderna. Sentirse solos. Experimentar el frió, extraño frío para los que venimos del trópico. Incertidumbre extrema, distancias inabordables.
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Gente que vive con muchas estrecheces. Gente a la que se les derrumbaron los sueños. Venezolanos que no logran drenar tanta rabia, tanta frustración. Extrañan a su país y echan de menos esa calidez tan propia de nosotros.
Cada vida es una historia hilvanada de dolores.
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No es una épica. Es sentir que la vida se transformó en un infierno, una senda empedrada de pérdidas de las pequeñas y grandes cosas de la vida. No estábamos preparados. Somos optimistas silvestres y muy ingenuos. No estábamos preparados para la hecatombe. Ni la merecíamos.
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Miren. Vivir en Venezuela es terrible. Pero partir de Venezuela es entrar a una cueva oscura, fría y peligrosa. Celebro y agradezco a Dios la buena fortuna de muchos. Pero me compadezco del intenso y silencioso sufrimiento de la mayoría. No hay palabras. Pero sé de dolor y daño.
Y podemos pelear con algunos que desde afuera se portan muy mal con los que estamos aquí. Pero esos no son sino una expresión infinitesimal y por lo tanto descartable. Hay vidas quebradas que pululan por el mundo sin esperanza y preguntándose cómo fue posible tamaño infortunio.
Así que hoy quiero elevar mi oración por todos ellos. Para que el Señor les conceda fuerza y serenidad para seguir adelante y a todos nosotros un amanecer luminoso, en una mañana llena de sol, plena de esperanza y regocijada por el reencuentro.
¡Todo pasa!
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Algunos apologetas de las votaciones invocan a David vs Goliat. Que si David nunca se acomplejó. Obviamente no han leído a L. Freedman. Pero vayamos al grano. Esa pelea tenía reglas. David, acompañado y bendecido por Dios, ganó. Y allí terminó todo.
¿Es el caso venezolano?
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El caso venezolano es otro. Así que la comparación con David vs Goliat es mala. Porque el ventajismo no es solamente en términos de quién es el más fuerte, sino el uso ilegítimo de la violencia (Weber) y la impunidad autoatribuida para irrespetar reglas y compromisos.
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¿Cómo hubiera sido aquí en Venezuela? 1. David reta a Goliat. Goliat acepta en nombre del régimen. 2. David vence a Goliat, y le corta la cabeza. 3. El régimen acusa a David de trampa, y lo ejecuta. Además diezman a los seguidores de David. 4. Convocan al diálogo. 5. "Ganan".
#Compasión
A mi me gusta mucho la parábola de los dos deudores (Mateo 18:23)
El rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Uno de ellos le debía una gran cantidad, que no podía pagar. El Rey ordenó venderlo a él, su familia y sus bienes, para cobrarse la deuda.
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Pero el siervo, desesperado pedía una oportunidad. Señor ten paciencia. Dame tiempo y te lo pagare todo.
Tantas veces nosotros en el plano de la desesperación pedimos una nueva oportunidad. Y tantas veces nos es concedida. Así fue en este caso. Sus deudas fueron personadas.
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Pero la parábola sigue. Al salir del apuro, habiendo sido perdonado, y por tanto salvado a su familia y bienes (que gran oportunidad), se consigue con un siervo que le debe a él una pequeña suma de dinero. El deudor afligido pasa a ser acreedor exigente.
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No dejan de tener razón quienes hoy dicen que para Venezuela no hay futuro posible. Es verdad, mientras los que tienen responsabilidades de dirección estén obsesionados con la negociación imposible, mientras sigan canjeando el coraje por la connivencia, no hay ruta de salida.
En política los discursos prefiguran cursos de acción. Ya sabemos que la obsesión es una negociación que deja fuera al país, así lo invoque. Un aggiornamento que tiene como finalidad dejarlos vivir a ellos, pero también dejando fuera a los ciudadanos.
El error de fondo es confundir la propia prosperidad y el que pueda sobrevivir la empresa propia (gracias a las transacciones propias del capitalismo de compinches) con la salud social y el bien común. Ese error es demostración de que más que discursos tendremos que ver acciones.
Estimado @pachecorpedro
Max Weber definió su concepto de burocracia, pero sabía de significados pop y algunos de sus atributos los reconoció como parte del problema a investigar. Lo mismo pasa con el pragmatismo: La gente la usa para representar al ajeno a principios y valores.
Y cuyas tácticas no son racionales (weberianos) porque no calculan los fines por la calidad de los medios, y los medios por la calidad de los fines. Para la gente común, un pragmático es un tomador de ventajas sin valorar el contexto.
Otra cosa. Gerencia y política ¿Tienen aristas "pragmáticas"? Weber lo reflexionó en su conferencia La política como vocación. Vale la pena leerlo para entender los desafíos de la convicción VS la responsabilidad. No siempre la reflexión moral es explícita.
El país está en servidumbre no solo porque carga consigo el rigor de un régimen totalitario montado a pelo sobre un ecosistema criminal. Sobre todo está mal porque la dirigencia política e institucional se dobló y se partió.
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Luther King, un radical a sus ojos, los denunció a todos en su Carta desde la Cárcel de Birmingham, escrita en 1963. Pedirle a esa "elite" jactanciosa y narcisista que la hayan leído es perder el tiempo. El silencio y la connivencia los hace cómplices. No se salvarán.
Doblados y partidos, desfigurados por su banalidad ante el mal, tienen "las santas bolas" de llamarnos radicales. Apestan a adulancia. Hieden al "mujiquismo articulado a la barbarie narrada por Gallegos en Doña Bárbara.
Entre todos no rasgan el PIB del país, aún arruinado.
Esta dirigencia empresarial NO representa las convicciones de los empresarios venezolanos, la mayor parte ni siquiera afiliados a los gremios. Pero eso no es lo peor. Esta dirigencia empresarial traiciona un acervo de principios y luchas que tiene más de 100 años.
Ellos, los que nos dicen al resto de país que somos radicales, son la entrega y la colaboración refinada, el eufemismo llevado al extremo, la falacia que pretende ser patria cuando no es otra cosa que entrega y genuflexión al régimen que viola derechos y expolia al mercado.
El país sigue a la deriva pero con una ganancia: Sabe cuál es la magnitud de la traición de las élites, cuál es el alcance de la conjura de los que hasta hace poco se decían los mejores. Ahora sabemos que ellos son el ecosistema criminal en su dimensión tartufa y perversa.