Sigamos hablando de la lotería de la cuna y la desigualdad de oportunidades.
Esta es la historia de un hombre que llamaré Andrés, a quien entrevistamos en 2017 en Medellín.
Andrés nació en uno de los barrios más pobres de la ciudad, a finales de los años setenta...
Tenía trece años cuando le ocurrieron los hechos que les voy a contar.
La historia parece inverosímil, por lo dramática, pero con otras entrevistas pudimos verificar que los hechos son ciertos.
Un día, Andrés se enteró que su hermana había desaparecido.
Un hombre la llevó a un bosque para acosarla sexualmente. Andrés fue a defenderla y se generó un conflicto con un combo vecino, al que pertenecía el agresor.
Por temor al combo rival, Andrés se retiró del colegio y con unos amigos formó un pequeño grupo para proteger su sector.
Algunos vecinos, mayores, les ayudaron a conseguir armas, celebraron que alguien estuviera ocupado en proteger el barrio.
Ese mismo año, Andrés regresaba a su casa en un bus. Notó que una mujer estaba siendo acosada sexualmente en la parte de atrás.
Andrés asumió su nuevo papel de protector y se armó una violenta discusión que terminó con la muerte del agresor. Andrés, a sus trece años, lo mató.
Uno de los combos más poderosos de la época se enteró del hecho y buscó a Andrés.
Él se asustó al principio, pero no querían hacerle daño. Querían contratarlo. Le ofrecieron muchos millones por cometer otro homicidio. A sus trece años, Andrés aceptó y cumplió con su trabajo.
Llegó a su casa emocionado y le dijo a su mamá que no tendrían que seguir enfrentando dificultades gracias a su nuevo trabajo.
Después de una breve discusión, los padres de Andrés aceptaron la nueva realidad de su hijo.
Allí inició Andrés un camino que lo llevó a ascender progresivamente en las organizaciones criminales de Medellín.
Sobrevivió a los conflictos más violentos y ganó cientos de millones.
En cada paso tomamos decisiones. Andrés pudo tomar la decisión de no defender a su hermana o no aceptar el contrato que le ofrecieron.
Sería muy cómodo juzgarlo. La política criminal y muchos de nosotros lo hacemos todos los días.
Yo nací en Medellín, pocos años después de Andrés. Desde la distancia, alguien podría pensar que enfrentamos el mismo contexto. Pero no.
Crecí rodeado de privilegios, y a pesar de la dramática violencia de la ciudad, mi entorno era relativamente poco violento.
En el centro de los problemas de crimen y violencia se encuentra la desigualdad de oportunidades asociada a los contextos en que crecemos.
Aquí hay desigualdades en al menos dos dimensiones...
1. El tipo de decisiones a las que nos enfrentamos. Por ejemplo, yo no tuve que decidir si debía retirarme del colegio para defenderme de un combo.
2. Los atributos de la decisión. Por ejemplo: ¿qué incentivos tenía Andrés para estudiar si veía jóvenes morir todos los días?
Con esto no pretendo romantizar el crimen, ni mucho menos, pero sí hacer una invitación:
En nuestra búsqueda de soluciones para desafíos sociales como estos, es preciso ponernos en los zapatos de otros...
Juzgamos muy rápido y pasamos por alto algo importante:
Si muchos de nosotros hubiéramos crecido en entornos difíciles e inseguros, es probable que nuestra vida nos hubiese llevado por un camino de crimen y violencia.
Solucionar estos problemas requiere compasión por quienes viven esta violencia, como víctimas o victimarios, todos los días.
Esta reflexión es una de tres que compartí en la ceremonia del Premio Medalla Juan Luis Londoño este año.
Identificamos cerca de 1,000 puntos calientes que representan el 3% del total de calles, recibían el 8% del tiempo de patrullaje, y allí ocurrían el 33% de los delitos.
Aleatoriamente asignamos 400 para ser intervenidos, aumentando el tiempo de patrullaje en un 50%
[1] Externalidades: Las acciones de unos afectan el bienestar de otros. Un ejemplo: La contaminación del aire
[2] Asimetrías de información: En un acuerdo entre partes, una tiene mucha más información que la otra. Un ejemplo: La compra de medicamentos por parte de una persona