Thread by @balderouge

La mujer y la violación en los tiempos de guerra:
La violación en los tiempos de guerra es un fenómeno que se da por hecho como irremediablemente de violencia de hombres contra las mujeres, ya sea por la reciente data que encuentra violencia sexual contra hombres

y cometida por mujeres, organizaciones internacionales han comenzado a poner atención a estos hechos no como circunstancias excepcionales sino como una faceta en si misma de los fenómenos de guerra, violencia y la violación. ¿Son las mujeres que cometen estos crímenes

mujeres ordinarias o extraordinarias? ¿Y que parámetros se usan para definir y determinar esas categorías? El estudio de la victimización masculina y la perpetración femenina es de por sí novedoso y complicado de indagar (tanto por lo fresco de su evidencia como por lo polémico

del tema). Si bien la violencia sexual contra los hombres a menudo se ha entendido como "la penetración del ano", lo cierto es que existen una amplia gama de violencias sexuales que se perpetran en guerras que no entran en estas definiciones: Desnudes forzada, castración forzada,

infligir traumas en los genitales, esterilización, masturbación forzada, obligar a dar sexo oral, matrimonio forzado y esclavitud sexual; y partir de el genocidio en Bosnia y Herzegovina, la ya no existente Yugoslavia, el genocidio de Ruanda, por decir algunos, se extrae

que esta violencia es perpetrada tanto por hombres como por mujeres (a veces en grupos mixtos); la perpetración femenino, si bien esta directamente relacionada, son discusiones independientes, ya que las mujeres participan en violencia activa o colaborativa contra otras mujeres

eso es, ya sea como perpetradoras directas o facilitando y promoviendo la perpetración masculina. Mujeres soldados perpetraron violencia sexual en Sierra Leona, Ruanda, Liberia, Costa de Marfil, Irak, Polonia, Alemania y la antigua Yugoslavia.

Ya he discutido con anterioridad como un estudio de la república democrática del Congo encontró que, 40% de las mujeres que reportaban violencia sexual a manos de soldados, reportaban una perpetradora mujer y 17% de los sobrevivientes del grupo militar Mai-Mai reportaron a una

mujer perpetradora. En Liberia, un tercio de los combatientes eran mujeres y las mismas perpetraron violaciones contra mujeres civiles, ya sea introduciendo armas o botellas en los genitales de sus víctimas y en violencia contra los hombres (Como amputarles los genitales)

En Ruanda, se recuenta como mujeres ayudaron y asistieron los crímenes sexuales, ya sea llevando mujeres a lugares donde serían violadas a ayudando a los hombres al mantenerlas sujetadas; la violencia sexual contra los hombres también estuvo a la orden del día.

Un niño de 13 años de edad, de etnia Tutsi, llamado Faustin Kayihura fue secuestrado por una mujer Hutu y fue violado por esta durante 3 días, Kaitesi asegura que "la mayoría de la violencia sexual contra los hombres fue cometida por mujeres". En Sierra Leona las mujeres eran

entre el 10%-20% de los soldados pero su participación aparecía en un 26% de las violaciones grupales contra civiles (ya sea en grupos de mujeres o mixtos). A pesar de que a nivel general, estudios que investigan a profundidad el sexo de los perpetradores son escasos

ya que se presumía que estos eran cometidos en su totalidad por hombres; si bien estimados generales son sugestivos y no definitivos, si permite la interpretación de que la participación o iniciación de violencia sexual femenina en tiempos de guerra no son

conductas anómalas y puntuales que pueden ser fácilmente descartables. Otro objeto de estudio diferente es el trato que estas perpetradoras reciben tanto en medios de comunicación o en los sistemas de justicia internacional, como estas interactúan con el género

y generalmente, como las mismas acusadas explotan estos panoramas para su propio beneficio, en palabras de Grey y Chappel: "Señala las antiguas y apreciadas presunción inscritas en la ley sobre quién es el perpetrador y quién es la víctima de crímenes internacionales. Socava la

visión usual de los hombres como agentes del crimen y las mujeres como víctimas de este. Desafía la dicotomía que pone a los hombres, la masculinidad y la violencia en un lado y a la mujer, la feminidad y la pasividad en otro. Molesta el arquetipo femenino de vulnerabilidad,

inocencia e incapacidad de portar y ejercer poder". Laura Sjoberg categoriza 3 narrativas generales que las mujeres dan para explicar su perpetración, las narrativas de: La madre, el monstruo y la zorra.

"La madre" retrata a la mujer genocida como una atenta cuidadora de los hombres, una madre amorosa cuyo rol es el de proveer de afecto a los hombres, el hecho de que estos hombres participen en genocidios no cambia su rol en la sociedad, su segunda cara es la "madre vengadora"

que toma armas para conseguir venganza por la muerte de sus hijos, hermanos y/o esposo.
"El monstruo" presenta a estas mujeres como mentalmente desviadas, estos relatos presentan a las mujeres como más furiosas y sádicas que los hombres, esta "monstruosidad femenina" provendría

de una frustración personal como la incapacidad de tener hijos o el fracaso romántico.
"La zorra" finalmente explica la participación femenina en términos de erotomanía o disfunción erótica, "las zorras" serían mujeres cuyo impulso sexual habría perdido control; obsesionadas con

el sexo y manipuladas por los hombres, presenta a la sexualidad femenina como "sádica y brutal" en su peor presentación y esta disfunción se originaria en la incapacidad o indisposición de complacer a los hombres.
Sperling critica esta categorización en el sentido que

es adecuada a la hora de lidiar con las explicaciones que las mujeres dan sobre su propio comportamiento (a menudo en instancias donde están comprometidas, como por ejemplo: Un juicio) pero no genera explicaciones efectivas de la conducta

Kaitesi resalta que las interpretaciones basadas en los paradigmas de Dominación masculina/Opresión femenina, y la feminidad/sororidad como fenómenos homogéneos tienen un poder explicativo insuficiente, además de agregar como estos estereotipos son usados por las mujeres

acusadas para su propio beneficio al estar al tanto de su existencia y efectividad. Usemos los siguientes ejemplos de mujeres acusadas por crímenes contra la humanidad: Biljana Plavšić, Ieng Thirith, Pauline Nyiramasuhuku y Simone Gbagbo.
Plavšić fue la co-presidente de Bosnia y

Herzegovina, fue encarcelada por 11 años por crímenes contra los Bosnios musulmanes, Bosnios croatas y otros no-serbios. Plavšić usó estratégicamente su apariencia y su género para recibir un trato más ligero que sus contrapartes masculinas, se presentó a si misma como una mujer

ingenua y pérdida en un juego de hombres, usó su condición femenina para asegurar que su rol durante el genocidio fue el de una pacificadora que quería evitar el conflicto violento y al retratar a sus colegas varones como "primitivos y violentos". Tanto sus aventuras

amorosas bien atestiguadas y actos casi caricaturescos (Como presenciar una exterminio de civiles y proceder a pararse sobre un cuerpo muerto para besar a uno de los ejecutores) de violencia sádica y su bien respaldada carrera de explotar sus credenciales

como académica de biología para promover narrativas que hablaban de los bosnios musulmanes como "serbios genéticamente deformados".
En el caso de Ieng Thirith, ella fue co-acusada con su esposo por la participación en el llamado Nuon-Chea, también conocido como Caso 002

El plan consistía en la implementación de procreación y matrimonios forzados para generar una nueva población de trabajadores agrarios, generando tanto hombres como mujeres víctimas de violaciones y matrimonios forzados, irónicamente, Thirith promovía estas políticas como

promotoras de los derechos de las mujeres y aseguraba haber "liberado" a las mujeres solteras de sus familias, a las casadas de sus esposos y a las madres de sus hijos, cuando lo que había ocurrido es que estaban siendo introducidas a los mismos planes de trabajos forzados

a los que se les sometía a los hombres; los niños comenzaron a ser criados de modo comunal, las madres tenían muy poca baja de maternidad y solían ser obligadas a trabajar casi inmediatamente tras haber dado a luz o incluso en fases avanzadas del embarazo; como explicó un testigo

"Las políticas de igualdad de género buscaban erradicar la familia tradicional pero no emanciparon a la mujer, sólo destruyo sus relaciones sin elevar su estatus", el de Pauline es similar ya que ambas estaban en altos cargos de gobierno, tenían puestos asociados con la

promoción de los derechos de las mujeres y defendieron su credibilidad basadas en su carácter y el hecho de que son mujeres. Nyiramasuhuko fue acusada junto con otros 6 hombres, entre los que se encontraba su propio hijo, un caso conocido como el caso Butare

Tras su sentencia, el género de Nyiramasuhuko fue de mayor interés para los medios que su cargo político y su misma línea de defensa legal invocaba varios debates sobre género actuales. Nyiramasuhuko insistía que, como mujer/madre, ella era incapaz de cometer tales atrocidades

"Yo ni siquiera puedo matar gallinas. Muéstrame una persona que cree que una mujer - una madre puede matar y la confrontaré" afirmó en su defensa, esto recae en escuelas de feminismo que consideran al hombre como "inherentemente más proclive a la guerra" y la mujer como pacífica

Además de recalcar su condición de madre, Nyiramasuhuko insistió que, al ser la única mujer entre los acusados, estaba irremediablemente indefensa y sin poder en un espacio dominado por hombres, Kaitisi señala que Nyiramasuhuko usó "las dos caras de la moneda

de abusar de su poder para cometer violencia, y luego negar su poder cuando se enfrentó a sus consecuencias".
Finalmente, Simone Gbagbo, esposa del entonces presidente de Costa de Marfíl: Laurent Gbagbo, fue acusada de varios crímenes contra la humanidad

incluyendo violencia sexual tras la crisis post-elección del 2010, se le consideraba ideológicamente cercana a su esposo y actuaba como su alter-ego, activamente tomando decisiones en razones de estado, también era cercana a otras personas del círculo de Gbagbo que estarían

involucradas en la implementación del llamado "Plan Común". Gbagbo utilizó la retórica de ser "la esposa de" para plantearse a si misma como una subordinada más de su esposo y no una agente directa en los crímenes cometidos y aun si no fue encontrada culpable por cortes

internacionales, si lo fue por las cortes locales.
Las autoras de este capítulo concluyen que, en legislatura, jurisdicción y la aplicación de las mismas se notan marcadas influencias de los estereotipos de género, la masculinidad leída como "violenta y incapaces de sufrir

violencia sexual" y la feminidad como "inocente e incompatible con la perpetración de crímenes de guerra", en ambos casos, el resultado es la injusticia.
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