La lógica de AMLO es similar a la de mis viejos amigos estalinistas que defendían a Fidel: tortura y crimen hay, pero lo central es todo lo bueno que tiene Cuba.
Como populista, AMLO defiende un dogma de fe: hay un sujeto político que es puro, el pobre.
Como populista, AMLO defiende un dogma de fe: hay un sujeto político que es puro, el pobre.
Todo #AmadoLider busca en el pasado idealizado una reserva moral contra la que comparar este presente corruptor y sin valores. En el ruralismo descansa la Nafin verdadera: la que no cambia, la que mantiene tradiciones. La inmutabilidad es ahistórica y, por tal, conservadora.
A AMLO no le importan, como a los estalinistas, la suerte de las niñas y niños: son daño colateral, menor, en la misión redentora de El Pueblo Bueno, portador esencial sea del ser nacional.
Unos casos de trata y tráfico no son “la ley”. Los reduce a anécdota. Importa *lo demás*.
Unos casos de trata y tráfico no son “la ley”. Los reduce a anécdota. Importa *lo demás*.
¿Qué es ese valor defendible para el populista? La idealización, recorte y legitimación de una mirada restauraría: la nación fue mejor antes, la nación es mejor cuando celebra creencias pétreas supuestamente puras.
Cambio, tecnología, cosmopolitismo son malos: corrompen el mundo detenido en el tiempo. AMLO no quiere modernizar, pues la modernidad destruye la idolatría. Quiere regenerar y conservar.
La restauración neoruralista y pobrista de AMLO es retrógrada: no afronta el presente, se esconde en el pasado.
Como ese pasado es sucio y contradictorio, AMLO le lima los codos: la trata y tráfico es menor; todo lo demás es grandioso.
Un estalinista cubano defiende lo mismo.
Como ese pasado es sucio y contradictorio, AMLO le lima los codos: la trata y tráfico es menor; todo lo demás es grandioso.
Un estalinista cubano defiende lo mismo.
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