Thread by @Antonio1Moreno

Antes de ir a Misa, me gusta leer con mis hijos pequeños (10 y 12) el Evangelio que toca y darles algunas claves para que entiendan que lo que allí se va a leer no son historias de otros, sino que están dedicadas a ellos. Os comparto la de hoy #EvangelioParaNiños II

En el texto de hoy es la pregunta de un escriba la que mueve a Jesús a darnos su enseñanza. Es necesario saber qué es un escriba para entender el contexto. Los escribas eran estudiosos de la ley judía.

Cuando hablamos de ley judía hablamos de normas religiosas, porque en su sociedad no se diferenciaba la ley civil de la religiosa. Las normas eran centenares y cada una tenía una interpretación que los escribas se encargaban de fijar.

Por ejemplo, imagínate que hay una norma que dice que no hay que saltarse un semáforo en rojo. Esa es la norma escrita, pero luego eso se puede interpretar en casos concretos.

¿Y si viene detrás un camión de bomberos y necesita pasar? ¿Me permite la ley saltarme el semáforo para dejarle sitio?

Como esa, hay mil posibilidades de interpretación, y de todas ellas se preocupaban estos estudiosos. Hombres muy preparados, que se pasaban la vida entera discutiendo casos: y si cuando viene el camión hay una anciana cruzando, ¿Podría saltarme el semáforo? ¿Y si es un joven?

Las posibilidades son infinitas por lo que nunca les faltaba trabajo. Pero lo cierto es que la ley que Dios había dado para ayudar al hombre, se terminaba convirtiendo para muchos en una tortura porque era imposible de abarcar.

Sólo los expertos como ellos estaban capacitados para interpretar la ley, lo que les daba una situación de privilegio y superioridad sobre el resto del pueblo.

Este escriba inicia uno de los debates a los que estaba acostumbrado haciéndole a Jesús una pregunta sobre cuál es el mandamiento primero de todos.

A lo que Jesús le responde sabiamente citando el Shemá, que es la oración que los niños judíos aprenden desde que tienen uso de razón: "Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor..."

...Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos».

Amar a Dios y al prójimo resume la ley entera. Las dos tablas de la ley que Dios entregó a Moisés.

Y se produce el milagro del entendimiento y la comunión. El escriba no se pierde en discusiones y acepta la enseñanza de Jesús y Jesús reconoce en él a un buen judío que no busca conocer la ley para aprovecharse de su superioridad sino para ayudar a su prójimo.

¿Qué aprendemos nosotros? Pues que Jesús nos libera de la esclavitud de la casuística para entregarnos la libertad de la ley del amor. Ser cristiano no es cumplir una o mil normas que nos pongamos, porque no está en nuestras fuerzas, es imposible amar siempre.

Ser cristiano es dejarse amar, es una actitud que comienza de forma pasiva: Escucha Israel, Shemá Israel.

Escucha Javier, Lucía, Andrés, Alicia...

El Señor es tu Dios, tu único Señor

No eres tú. No te engrías nunca por cumplir la ley, no te creas bueno como se creían los escribas porque tú no eres Dios. Y se sabe que para ti Dios es lo más importante si pones la ayuda a tus hermanos en primer lugar (de ahí la complementariedad del segundo mandamiento)

El que cree en Dios, en definitiva, es quien lo ve en su prójimo, porque a Dios no lo podemos ver ni tocar. Esa es la ley del amor. Así de fácil, sin perderse en casuística.

Los niños, a veces, obedecen las normas que damos los padres solo de forma literal, como muchos escribas, sin ir al fondo, al Espíritu de la ley.

Por ejemplo, ordenan su cuarto, pero ven en el pasillo algo de un hermano y no lo recogen porque "no les corresponde". Yo cumplo la ley, pero no porque sea bueno que la casa esté limpia y ordenada sino para que vean que cumplo la ley y no me regañen.

Dios no nos busca para regañarnos sino para darnos vida. Dios quiere que tengamos la casa entera recogida porque es bueno para nosotros no porque necesite nuestros sacrificios ni holocaustos.

Dios quiere que lo amenos en el hermano que nos necesita, ayudándolo a "recoger" cuando el no llega. Dios quiere un mundo mejor para todos y nos quiere ayudar a hacerlo.

¿Cómo? Es fácil. Dejando de escucharnos tanto a nosotros mismos y aficionándonos a escucharlo mucho a Él como hacemos cada vez que, como ahora, leemos y explicamos el Evangelio ¡Escucha Israel! ¡Shemá!