Para consuelo de Alma, después de dos convulsivos años, Werfel empezó a trabajar en su nueva novela en enero de 1941. Alma retomó su vida social con los emigrados europeos de la costa oeste, entre los que se encontraban Thomas Mann, Arnold Schoenberg y Erich W. Korngold.
La casa en Los Tilos Road, rodeada de jardines de árboles de naranjo, era modesta para los estándares de Alma. En mayo de 1941 Werfel terminó el primer borrador de “The Song of Bernadette” y contrató a Albrecht Joseph, un judío alemán exiliado, ex director de teatro y guionista.
Joseph pudo observar de cerca a los Werfel. Pensaba que a pesar de que Alma podía ser dura e incluso cruel, el éxito de Werfel sin duda se debía a su influencia. Según Anna, Werfel una vez le confesó: “I don’t know whether dear Alma is my greatest joy or my greatest disaster.”
En septiembre de 1941 la madre y la hermana de Werfel lograron llegar a Nueva York. Werfel y Alma fueron a recibirlas. Mientras Werfel las ayudaba instalarse, Alma disfrutaba de la ciudad: “Then as now I am in heaven here an only here. Nature and music - all else is worthless…”
A finales de año, las preocupaciones financieras de Alma aumentaban. La novela de Werfel no se publicaría hasta mayo de 1942 y ningún estudio cinematográfico había mostrado interés en ella. Además, con la entrada de Estados Unidos a la guerra, se habían convertido en enemigos.
Las preocupaciones de Alma terminaron la publicación de “The Song of Bernadette” en mayo de 1942. Para julio había vendido 400,000 ejemplares y se convertiría en uno de los libros más vendidos en la historia en Estados Unidos. Twentieth Century Fox compró los derechos.
Alma decidió mudarse a una casa más pequeña en Beverly Hills, “a charming bungalow with a large garden near Santa Monica Boulevard.” Para Joseph, era “one of those tropical upper-middle-class ticky-tacky houses cute from the outside, dark inside and furnished in atrocious taste.”
El selecto grupo de Alma en Beverly Hills incluía a Bruno Walter (su vecino), Erich Korngold y Arnold Schoenberg. Según Joseph “There was, altogether, a Viennese feminine softness about Alma, even in her most awful moments, that made it difficult to really dislike her.”
Marlene Dietrich y su esposo también se incorporaron al círculo de Alma. El escritor Erich Maria Remarque, autor the “All Quiet on the Western Front” y ex amante de Dietrich, se convirtió en amigo y compañero de tragos de Alma.
Si bien los amigos y conocidos de Alma la apreciaban por sus mejores cualidades, no podían ignorar sus prejuicios. Alma nunca fue particular astuta en temas políticos y le gustaba provocar. Según Joseph, algunas opiniones de Alma iban demasiado lejos aún para sus amigos cercanos.
Mientras Alma permanecía en Beverly Hills, Werfel se iba a un bungalow en el Hotel Biltmore en Santa Barbara, para trabajar en su obra “Jacobinsky and the Colonel”. Alma lo alcanzó en agosto para celebrar su cumpleaños, y lo encontró escribiendo la novela “Star of the Unborn".
Sus vidas cambiaron en septiembre de 1943 cuando Werfel tuvo un severo infarto cardiaco. Pasó varias semanas en cama y apenas había tenido una ligera recuperación cuando tuvo otro infarto en octubre y otro más en diciembre.
Werfel estaba demasiado débil para asistir al estreno cinematográfico de “The Song of Bernadette”. Para entonces la novela había vendido más de un millón de ejemplares. En marzo de 1944 se estrenó en Broadway “Jacobinsky and the Colonel” dirigida por Elia Kazan con gran éxito.
Werfel siguió delicado durante la primera de 1944. Nuevamente la música salvó a Alma, sentía alegría al estudiar y memorizar la Fantasía Cromática de Bach. Werfel volvió a trabajar en su novela distópica “Star of the Unborn”.
Para julio Werfel se sentía lo suficientemente bien como para regresar a Santa Barbara. Alma se quedó en Beverly Hills. La enfermedad los había acercado. En agosto la salud general de Werfel había mejorado y celebraron el cumpleaños 65 de Alma en Santa Barbara.
En abril de 1945 Alma se enteró que su padrastro Carl Moll, su media hermana María y su esposo, quienes habían apoyado a los nazis, se habían suicidado cuando el Ejército Ruso entró a Viena.
Alma seguía preocupada por la salud de Werfel, quien se había recuperado lo suficiente para seguir yendo a Santa Barbara a trabajar. El 17 de agosto terminó la parte final de “Star of the Unborn”. Al día siguiente, Werfel regresó a Beverly Hills y esa noche sufrió otro infarto.
Werfel pasó varios días en reposo y el 25 de agosto pudo salir a cenar al Romanoff’s con Alma y Bruno Walter. Al día siguiente Werfel estaba de buen ánimo, habló con Alma sobre planes de viaje a Europa, y se retiró a su estudio a revisar sus poemas.
Cuando Alma fue a buscarlo a su estudio, lo encontró en el suelo: “Franz was lying on the floor in front of his desk…With a quiet, smiling face and unclenched, soft hands.” Trataron de revivirlo pero sabían que era demasiado tarde.
El funeral fue el 29 de agosto en Beverly Hills, y como en anteriores ocasiones, Alma no asistió. Estuvieron presentes Thomas Mann, Arnold Schoenberg, Otto Klemperer e Igor Stravinsky. Bruno Walter interpretó al piano piezas de Schubert.
Alma estaba desecha. Se encerró durante semanas en el cuarto de Werfel mientras dictaba el manuscrito de “Star of the Unborn”. Bruno Walter estuvo todo el tiempo al pendiente de ella. En octubre terminó el dictado y se fue a Nueva York donde permaneció hasta febrero de 1946.
Alma había decidido escribir la historia de su vida y poner en orden los papeles de Werfel. El primer aniversario de muerte de Werfel reavivó su duelo. Necesitaba alejarse y decidió pasar más tiempo en Nueva York. Además empezó a planear su regreso a Viena.
Alma no quería volver a vivir en Viena, pero quería saber qué había pasado con sus casas, pinturas, manuscritos, libros y posesiones, todas las cosas de su pasado que había dejado precipitadamente en marzo de 1938 antes de la conflagración.
Un año después de la muerte de Manon Alma seguía inconsolable. En Viena se preparaban los festejos del 25º aniversario de muerte de Mahler. Bruno Walter organizó varios conciertos apoyado por Schuschnigg, quien quería demostrar que Austria aún celebraba a sus judíos eminentes.
En junio de 1937 Alma visitó Berlín y vio cuánto se había transformado la ciudad bajo el régimen Nazi. Los cambios llegaron pronto a Austria. Mientras los Werfel vacacionaban en Capri en febrero de 1938 recibieron la noticia de la ida de Schuschnigg a Berchtesgaden.
Durante los primeros meses en Casa Mahler, Alma recibía visitas casi a diario. Sabía exactamente cómo lograr una velada bella y placentera para sus huéspedes. Sobre su poderoso encanto, su hija Anna decía: “When she entered a room, or just stopped in the doorway…
…you could immediately feel an electric charge… Se was an incredibly passionate woman…And she really paid attention to everyone she spoke to. And encouraged them….She was able to enchant people in a matter of seconds.”
Franz Werfel recibió la noticia del divorcio de Alma y Gropius con gran alegría y alivio, y la llevó a Praga a conocer a sus padres. Para la madre de Werfel, Alma era “la única reina o monarca de nuestros tiempos."
Alma continuaba con su intensa vida social llena de arte y música en su salón rojo en Elisabethstrasse. En una de sus veladas, se interpretaron dos versiones de Pierrot Lunaire de Schoenberg, una dirigida por el compositor y otra por Darius Milhaud.
Franz Werfel se convirtió en un visitante habitual del salón de Alma Mahler. A los 27 años era considerado como uno de los principales escritores jóvenes de la época. Sus ideas intrigaban a Alma, cantaba con una bella voz de tenor y recitaba sus poemas con un fervor fascinante.
Tiempo después, Alma reflexionó: “The evening on which Werfel and I played music together for the first time and we were so in tune immediately through our very own medium that we forgot everything around us and in front of the husband committed spiritual adultery.”
En Austria como en todas las naciones de Europa la declaración de guerra fue recibida con júbilo. Se pensaba que sólo la guerra podría solucionar los conflictos dentro fuera del imperio y se le glorificaba como una honorable y heroica aventura que purificaría todo a su paso.
La euforia no duró mucho, pronto fue claro que la guerra no sería rápida y heroica sino de estancamiento en ambos frentes. Mientras las tropas de Alemania amenazaban París, Alma pasó toda una noche tocando Wagner: “Music is everything to me…even surrounded by death I must SING!”
Después de la muerte de Mahler, Alma se colapsó completamente, física y emocionalmente. El doctor le ordenó guardar reposo. Permaneció un largo tiempo en cama, sufriendo de una agonía mental y espiritual. Pero no vistió de luto, Mahler lo había prohibido.
La música nuevamente la salvo. Pasaba todo el día tocando el piano con su hija Anna, y poco a poco se fue recuperando. Se dio cuenta de la depresión que había sufrido durante su matrimonio. En julio, empezó a vivir la vida que había dejado de vivir hacía nueve años.