En Austria como en todas las naciones de Europa la declaración de guerra fue recibida con júbilo. Se pensaba que sólo la guerra podría solucionar los conflictos dentro fuera del imperio y se le glorificaba como una honorable y heroica aventura que purificaría todo a su paso.
La euforia no duró mucho, pronto fue claro que la guerra no sería rápida y heroica sino de estancamiento en ambos frentes. Mientras las tropas de Alemania amenazaban París, Alma pasó toda una noche tocando Wagner: “Music is everything to me…even surrounded by death I must SING!”
En este ambiente de guerra, sola, Alma descubrió su fuerza interior: “I can be handmaiden to no man, because…my happiness comes from WITHIN ME…My room is my concert-hall. Everything glows… I fly.”
Alma continuó su relación con Kokoschka. A pesar de que emocionalmente el vínculo estaba agotado, no podía terminar completamente con él. “He keeps dragging me back to the libidinous level (…) He still PLEASES me too much! God has punished me by sending him into my life.”
Kokoschka cada vez sentía más presión por enlistarse y sentía remordimiento de no hacerlo. Según Anna Mahler, Alma se la pasaba acusándolo de cobarde hasta que finalmente se enlistó: “Kokoschka really did not want to go to war, but she was already fed up with him by then."
Quizás por compasión, Alma pasó Año Nuevo con Kokoschka antes de que partiera a su entrenamiento a principios de enero de 1915. Las cartas de Alma cada vez fueron menos frecuentes, hasta que en junio recibió una que lo lastimó más que nunca: “I now see I have no refuge.”
Kokoschka insistió que lo enviaran al frente. En agosto fue tan severamente herido que los periódicos en Viena anunciaron su muerte. Sin embargo, Kokoschka sobrevivió y fue trasladado a un hospital a Viena en otoño. Le pidió a Alma varias veces que lo visitará y ella se negó.
Mientras tanto, Alma se había enterado de que Walter Gropius estaba en un hospital de campo por un colapso nervioso. Durante el Año Nuevo que pasó con Kokoschka, Alma le escribió una larga carta a Gropius expresándole su ardiente deseo de que regresara sano y salvo del frente.
Gropius se había unido en agosto de 1914 a un regimiento de caballería, y había pasado varios meses en Francia en labores de reconocimiento y en las trincheras. A finales de 1914 sufrió un colapso nervioso y fue enviado al hospital a recuperarse.
Gropius tenía sentimientos encontrados, pero accedió ver a Alma en febrero en Berlín. Su pasión se reavivó, sin embargo Gropius no lograba superar la infidelidad de Alma con Kokoschka. Finalmente se volvió a enamorar de ella y decidieron casarse y tener hijos.
De regreso en Viena, para lidiar con la soledad mientras esperaba el regreso de Gropius del frente, Alma instaló en su departamento en Elisabethstrasse el que se convertiría en su legendario salón rojo en el que se rodeaba de talentosos amigos y admiradores.
Por largos periodos, el único contacto que tuvo Alma con Gropius era epistolar. Alma se sentía sola, se angustiaba y dudaba de que Gropius la amara. Su mayor miedo era la falta de amor. También empezaba a dudar de su amor por él.
Las dudas de Alma terminaron cuando finalmente ella y Gropius se casaron en Berlín en agosto de 1915: “Yesterday I married. I’ve landed (…) I am free, calm, excited, blessed - like never before. God preserve my love for him!” Ambos decidieron mantener en secreto el matrimonio.
Poco después Gropius regresó al frente donde permanecería varios meses. Alma regresó a Viena donde continuó recibiendo visitantes en el salón rojo. Sin embargo, sentía sintiéndose muy sola y extrañando a Gropius. “She was not reticent to express her vivid erotic longing for him.”
En Navidad pasaron 3 días idílicos en y en febrero de 1916 Alma sabía que estaba embarazada. En Viena, la vida social de Alma seguía floreciendo. A pesar de que trataba de poner a Walter en primer lugar, seguía siendo susceptible a los encantos de sus talentosos pretendientes.
En octubre de 1916, después de un doloroso parto, Alma dio a luz a Manon: “a new, sweet girl (…) I am IN LOVE with this human being!”. Cuando Gropius pudo regresar del frente un par de días para conocer a su hija, quedó cautivado por ella. Pero Alma no lo dejaba acercarse.
Después Alma justificó este extraño comportamiento: “I would not let him share possession of the child because my fears had come true - because my feelings for him had given way to a tired twilight relationship.” Cada vez le era más claro que el matrimonio no duraría.
Manon fue la salvación de Alma, estaba encantada con su hija: “The sweet child. No-one can know how I love this creature. I am in love with all my senses.” De su hija Anna de 13 años, muy diferente a ella, escribía: … I love her so much, although she often seems very alien.”
Mientras tanto a guerra continuaba y parecía no tener fin. Con dos hijas, sin esposo y en medio de la guerra, Alma se sentía sola, desdichada y enferma. Para entonces la escasez de alimentos era severa. Sobre todo, Alma había perdido esperanza en su matrimonio.
Alma sólo se sentía animada con su vida social. Fue entonces que a través del ensayista, dramaturgo y crítico Frenz Blei, visitante asiduo a su salón, conoció al joven poeta Franz Werfel, un encuentro que cambiaría su destino.
Desde 1915 Alma la poesía de Werfel la había conmovido. Su poema “Der Erkennende” la cautivó: “[It] engulfed me… one of the loveliest I have ever known in my experience (…) I was spellbound, a prey to the soul of Franz Werfel.” Estaba tan inspirada que le puso música al poema.
Cuando se conocieron en noviembre de 1917, Werfel había sido transferido del servicio activo en el frente ruso a la oficina de prensa militar, donde escribía artículos propagandísticos junto con Robert Musil, Rainer Maria Rilke y Hugo von Hoffmannstahl.
Werfel era admirador de Mahler y esperaba con emoción el encuentro con Alma. Durante la velada, Alma cada vez se fue interesando más en él: “Werfel is a stocky, bow-leeged somewhat fat Jew with sensuous, bulging lips and slit, waters eyes! But he wins you over, the more…
…he gives of himself. His extraordinary love for mankind and his words - such as ‘how can I be happy - if somewhere a human being is suffering’ (which word for word I have heard from an egocentric - namely Gustav Mahler).”
Alma estaba intrigada y entusiasmada: “It immediately felt as if he was at home in my house.” Mientras más conocía a Franz Werfel, Alma más se daba cuenta que quizás finalmente había encontrado su refugio.
Después de la muerte de Mahler, Alma se colapsó completamente, física y emocionalmente. El doctor le ordenó guardar reposo. Permaneció un largo tiempo en cama, sufriendo de una agonía mental y espiritual. Pero no vistió de luto, Mahler lo había prohibido.
La música nuevamente la salvo. Pasaba todo el día tocando el piano con su hija Anna, y poco a poco se fue recuperando. Se dio cuenta de la depresión que había sufrido durante su matrimonio. En julio, empezó a vivir la vida que había dejado de vivir hacía nueve años.
En su viaje de regreso de Nueva York, los Mahler pararon en París en abril, donde Gustav dirigiría su 2ª Sinfonía. Poco después hicieron un viaje a Roma y Alma estaba exhausta. Le prescribieron seis semanas de retiro a un spa en Graz, Tobelbad.
Alma se fue al spa con Gucki y la niñera inglesa, mientras Mahler trabajaba en su 10ª Sinfonía. Tres días después de su llegada a Tobelbad Alma conoció al extraordinariamente guapo arquitecto Walter Gropius. La atracción fue inmediata y se embarcaron en un apasionado romance.
Las intrigas en contra de Mahler se intensificaron en la primavera de 1907 y lo llevaron a presentar su renuncia en mayo. Alma pensaba que era un error el que la Ópera dejara ir a Gustav, pero sentía alivio: “he had had enough of endless tortures, obstacles and intrigues”.
Heinrich Conried, el Director de la New York Metropolitan Opera ofreció a Mahler el puesto de director, con un contrato de cuatro años y un salario sumamente generoso. Mahler firmó en junio de 1907: “Everything is true. I am going because I cannot stand the riff-raff any longer”.
Las 3 semanas de luna de miel de Alma y Mahler en San Petersburgo fueron “inolvidablemente bellas” a pesar de algunos reveses iniciales. Mahler sufrió de fiebre en el viaje en tren. Durante los 3 primeros conciertos que Gustav tenía que dirigir Alma se sintió mal por el embarazo.
De regreso en Viena, Alma se mudó al departamento de Auenbruggergasse. La hostilidad a la que Mahler se había acostumbrado (fricciones con la orquesta por su carácter autocrático y exigencias al dirigir, las presiones por su judaísmo) era ahora parte de la vida de Alma.
Alma Schindler conoció a Gustav Mahler el 7 de noviembre de 1901 en una cena organizada por Berta Zuckerkandl, escritora, periodista y enérgica defensora de la vanguardia vienesa, quien presidía uno de los más famosos salones en Viena.
Alma se había negado a conocer a Mahler anteriormente, debido a la reputación que tenía por varios escándalos con cantantes de ópera. Lo conocía bien de vista y lo admiraba como director, mas no como compositor. Fue hasta mucho más tarde que llegó a apreciar su música.
Alma busco consuelo en su música: “Music, my hope, my strength, don’t abandon me, as the others have abandoned me”. Trabajó arduamente en sus composiciones antes de partir en mayo de 1899 a Salzkammergut, donde su familia regularmente pasada los veranos.
En julio de 1899 la familia recibió la visita de Max Burckhard. Abogado y ex director del Burgtheater, donde introdujo a las audiencias vienesas obras contemporáneas de Ibsen, Hauptmann, Schnitzler y von Hoffmannstahl, era el fundador de Ver Sacrum, la revista de la Secesión.