El 22 de diciembre de 2003, un amigo y yo visitamos Acteal con motivo del sexto aniversario de la conmemoración de la masacre de 45 tzotiles a manos de un grupo paramilitar indígena respaldado por los tres niveles de gobierno. Nunca he podido verbalizar lo que vi ese día.
La matanza de Acteal es uno de los peores crímenes de lesa humanidad que se han cometido en un país acostumbrado a las masacres. La sevicia contra civiles vulnerables y desarmados ha sido el sello de esta violencia desde la matanza de la familia de Rubén Jaramillo en 1962.
Como parte de su modus operandi característico, el sistema de justicia buscó chivos expiatorios. Un grupo de 70 presuntos culpables fueron detenidos y torturados para autoinculparse. El debido proceso se violó a cada paso. Sólo las comunidades de Chenalhó sabían la verdad.
Ellos determinaron que entre los presos había gente culpable pero también inocentes. El hecho de que la mayoría de los inculpados fueran evangélicos, despertó el interés de esta iglesia por el caso. Por mis contactos, supe del activismo de Estela por liberar a su padre inocente.
Los evangélicos, por conducto de Hugo E. Flores, lograron que la Clínica de Interés Público del CIDE tomara la defensa de los inculpados. La argumentación jurídica fue formalmente correcta: cuando se comprueba que se violó el debido proceso, los condenados deben ser liberados.
Es la misma argumentación que se usó para liberar a Florence Cassez. Claro, el sistema de justicia está tan corrompido que sólo funciona ante casos muy mediáticos o que tienen muchos actores externos presionando. Hay miles de inocentes presos que no son liberados a pesar de todo.
En Chenalhó, unos celebraron la liberación de inocentes y otros vieron con horror cómo sus asesinos se reintegraban a sus comunidades. Sin duda, la SCJN contribuyó a revictimizar a las víctimas. Lamentablemente, no podían reponer el proceso.
De acuerdo con las leyes mexicanas, nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo crimen. Ahí radica la falla moral de los abogados que defendieron a los inculpados. Les resultó indiferente si eran culpables o inocentes, les importaba demostrar que se violó el debido proceso.
Es un caso muy ambiguo y complejo debido a la rigidez y estrechez de las leyes y su mala aplicación, pero ante la posibilidad de que criminales de lesa humanidad fueran liberados, creo que el centro del debate jurídico no debió ser la violación al debido proceso.
Debieron agotarse todas las herramientas jurídicas para distinguir a inocentes de culpables. No soy abogada y me dirán que esto era imposible, pero sé a la perfección que hay casos judiciales que se resuelven en la arena política.
Por respeto a las víctimas y al dolor que me convocan, rechazo que se les use para justificar agendas del presente, pero sí hay dos cosas que me generan mucho ruido en el debate que suscitó la publicación de Luis Hernández Navarro.
Por un lado, que no se reconozca que entre los liberados había gente inocente y que el activismo de sus familiares fue el que desencadenó el fallo de la SCJN.
Por el otro, decir "el CIDE defendió asesinos" es falaz en términos lógicos y técnicos porque la verdad jurídica nunca se demostró, al violarse el debido proceso no se esclareció quiénes de los presos eran inocentes o culpables.
Finalmente, el hecho de que se insista en tomar a la parte por el todo (los abogados de la Clínica de Interés Público con todo el CIDE) al mismo tiempo que no se cuestiona el poder que AMLO le dio a Hugo Eric Flores me parece, por decir lo menos, incongruente.
La razón por la que la matanza de 45 winik y anseltik sigue en la impunidad total 24 años después es justo porque fuera de las víctimas a nadie le importa seriamente la verdad y la justicia, sólo quieren llevar agua a sus molinos politiqueros. Todo esto me llena de indignación.
Están en lo correcto mis amigos chilenos que se quejan de que otros latinoamericanos proyectamos nuestros issues en Chile. En mi país he visto ascender al poder a políticos que son como Cepillin y Tribilin, sociopatas e iluminados socialconservadores, nadie de izquierda.
Es larga la historia de como la izquierda socialista y post-socialista colapsó. Algunos sobrevivientes se corrieron a la socialdemocracia y otros a la derecha. Los menos resisten.
Hay dos países en los que no se si me alcanzará la vida para ver el triunfo de una izquierda genuina: Estados Unidos y Mexico. Cuando AMLO ganó como cabeza de una coalición plural, sabíamos que la sociedad mexicana no daba para más.
Mi libro sobre las Fuerzas de Liberación Nacional de México nunca vio a la luz en una edición adecuada porque fui objeto de toda clase de amenazas, chantajes y difamaciones por parte de diferentes actores, incluyendo a exagentes de la DFS y gente de izquierda con negro pasado.
En 2008 yo era sólo una estudiante que quería dar a conocer la existencia de la guerra sucia y ayudar cientos de familias a encontrar a sus desaparecidos. No tenía ni trabajo, mucho menos poder, mientras que gente que lo tenía todo quiso acallarme.
Cuando la correlación de fuerzas es tan desfavorable y cuando los aliados son tan débiles, a veces no queda nada más que hacerse a un lado. Ese hacerme a un lado significó no llegar hasta las últimas consecuencias en mis revelaciones.
En este hilo hablaré de la guerra civil española, sus exiliados, la guerrilla mexicana y la elite académica mexicana, en torno al reciente escándalo del Conacyt.
A fines de los años ‘90 estudie historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Una cosa muy rara que hacían allí era fomentar la reverencia a los exiliados españoles y sus descendientes. Algunos profes eran obvios en su preferencia por los chicos del Colegio Madrid.
Fue así como terminé leyendo a muchos autores del exilio español, más de los que se enseñan en cualquier parte del mundo. Nunca cuestionamos quiénes eran o que habían hecho antes de exiliarse, su status de exiliados los purificaba de toda crítica o cuestionamiento.
En este hilo voy a comentar mi hipótesis de las razones por las que creo que #ManuelBuendía fue asesinado. Lo primero que hay que notar es que nadie en México hubiera podido matar a un contacto de la DFS, excepto la propia DFS.
En los casos en que una corporación mataba a un agente de otra corporación, las tensiones escalaban hasta llegar a la confrontación física. Ejemplo: la Policía Judicial de Sinaloa mató al militar Gustavo Sámano en 1977. En respuesta, el ejército desapareció a SIETE judiciales.
Si Buendía ventilaba tantas cosas de seguridad nacional, no sólo era por su valentía, que sin duda era su principal atributo, sino también porque tenía cierta cobertura por parte de la DFS. Sin embargo, todos los que han investigado el caso han concluido que la DFS lo mató.
#ManuelBuendía no fue el primer periodista asesinado cuyo caso produjo un escándalo en el gremio. El 13 de febrero de 1978, el periodista sinaloense que cubría la Operación Cóndor, Roberto Martínez Montenegro, fue asesinado al parecer por agentes de la PJF-PGR de Sinaloa.
Por cierto que en esos años Alejandro Gertz Manero era el jefe de los coordinadores de la PGR en Sinaloa, Carlos Aguilar y Jaime Alcalá, quienes tuvieron que salir huyendo de Sinaloa después de haber asesinado al famoso capo Pedro Avilés Pérez.
No saben cómo me gustaría preguntarte al Lic. Gertz quién dio la orden de matar a Avilés y a Montenegro, entre otros muchos otros ejecutados en el contexto de la Operación Cóndor, lástima que sea fiscal de la nación, pues en teoría ninguna autoridad está por encima de él.
Volviendo a 1521, a la guerra sangrienta que por estos días se libraba entre los defensores de Mx-Tenochtitlán y conquistadores y aliados indígenas, hay varios temas que, con matices, pueden ser de consenso.
Los mexicas, como parte de la Excan Tlatoloyan, sometieron a multitud de pueblos a un régimen tributario opresivo. Estos pueblos encontraron en la invasión española una coyuntura para deshacerse de sus opresores.
Sin embargo, la explicación de por qué tantos pueblos indígenas apoyaron a los conquistadores no reside únicamente en la maldad mexica. Hay que profundizar en las causas de ese apoyo.