Para que la Navidad no se convierta en sinónimo de #BulosHistóricos, os traigo un #HiloRomano con datos de la investigación más actualizada al respecto del origen de esta celebración.

Este es mi regalo para todas y todos los amantes de la antigua Roma.

¡Feliz Navidad!
Vamos a hablar de la Navidad en la antigua Roma, el Jesús histórico, el cristianismo primitivo y otras festividades romanas relacionadas, como la del nacimiento del dios Sol.

Tómate este hilo solo o en compañía.
Lo importante es que lo disfrutes.
Este es un debate académico interesantísimo en el que, como en toda investigación histórica, con el paso de los años se ha llegado a diversos consensos generales.

Lo que yo os presento aquí no es más que el estado actual de la investigación en este campo.

Dicho esto, empezamos.
La palabra #Navidad viene del latín nativitas (nacimiento). El 25 de diciembre se celebraba en Roma la fiesta del “natalis Invicti” que coincidía con el solsticio de invierno. Su fecha, no obstante, ha pasado al día 21 por los cambios del calendario a través de los siglos.
Conocemos el “natalis invicti” principalmente por el llamado Cronógrafo del 354, un códice-calendario elaborado por un tal Filocalo que, entre otras muchas cosas, señala las fiestas celebradas en la ciudad de Roma a lo largo de aquel año, dos décadas después de Constantino I.
El calendario nos informa de que en el “natalis invicti” eran celebradas 30 carreras en el Circo Máximo. Aunque realmente no aparece a qué dios invicto se refiere la festividad, dada la fecha del 25/12, no se duda de que la referencia es al dios Sol.
Por otra parte, el término “natalis” no puede traducirse simplemente como “nacimiento”: de hecho en relación con la religiosidad tradicional romana implicaba la conmemoración de la dedicación de un determinado templo y el inicio del culto a una divinidad.
También, a lo largo del calendario de Filocalo el término “natalis” indica una conmemoración en un sentido muy general, sin suponer específicamente dedicaciones de templos. En cualquier caso, es indudable la relación del “natalis invicti” con el solsticio de invierno.
Al respecto del calendario de Furio Dionisio Filócalo y de cómo los romanos conmemoraban los natalicios de sus divinidades, no puedo dejar de recomendaros todo lo que amplío al respecto en Un año en la antigua Roma y ¡Que los dioses nos ayuden!
Tradicionalmente se ha relacionado el “natalis invicti” con la consagración del templo a Sol en el Campo de Marte por el emperador Aureliano en el 274. Sin embargo, debemos ser prudentes: ninguna de las fuentes antiguas confirma que Aureliano dedicase el templo el 25 de diciembre
Pero entonces, ¿quién era realmente el dios Sol, al que tantas veces escuchamos mencionar como Sol Invicto?

No fue un dios muy importante del panteón romano –al menos no hasta un periodo avanzado de la historia romana–, pero sí fue muy relevante en algunos ámbitos concretos.
Dejemos claro que hablamos de Sol y no de "el Sol". Él era el dios romano que representaba al astro que, como es lógico, en la actualidad recibe el mismo nombre que el dios. Del mismo modo ocurre, por ejemplo, en griego moderno con el término Helios.
Según autores antiguos como Varrón y Dionisio de Halicarnaso, el culto a Sol en Roma se remonta a los tiempos de Rómulo. Fue instituido por el rey Tito Tacio, junto con otras tantas divinidades tradicionales, tras la unión de los sabinos con los primeros habitantes de Roma.
Fueron dos los espacios de culto con los que contó el dios en sus primeros momentos. El más importante, especialmente para su caracterización posterior, se situó en el Circo Máximo.

Estaba ubicado en el centro del graderío, considerándosele como el auriga celeste por excelencia
Sol, montado en su cuádriga tuvo, por tanto, una especial relación con las carreras de carros del Circo.

No hay que olvidar que para los romanos, el propio circo era la representación del universo y el astro rey, gobernaba sobre él desde su posición preeminente.
Sol era representado como un hombre joven e imberbe, vestido con una capa o clámide, con rayos emanando de entre sus cabellos o portando una corona radiada en su lugar y, en ocasiones, también con un nimbo o halo. Como auriga, otro atributo suyo era la fusta.
Sol, como el astro que era, fue un dios muy presente en todas las culturas del mundo antiguo. Desde la religiosidad tradicional romana, la propaganda legitimadora imperial, las cosmologías filósoficas y hasta el interesantísimo y amplio campo de la astrología.
En el 10 a.C., Augusto llevó a Roma desde Heliópolis dos obeliscos que dedicó a Sol por la conquista de Egipto. Uno, el Flaminio –hoy en Piazza del Popolo–, lo dispuso en la spina del Circo Máximo, reafirmando al dios en ese espacio tan importante en relación con lo divino.
El otro, actualmente realzado en la Piazza de Montecitorio –no lejos de su ubicación original–, sirvió como gnomon –aguja– de una gran linea meridiana solar que señalaba el paso del año a través de los signos zodiacales.
Del mismo modo que Augusto solía asociarse con Apolo, Nerón lo hizo con Sol. Por sus conquistas en Oriente le dedicó al dios una gran estatua de bronce que tenía la resemblanza del propio Nerón. El conocido como Coloso, situado en la Domus Áurea.
Posteriormente, otros emperadores también aprovecharían esta asociación con el dios Sol. Vespasiano, por ejemplo, empleó a Sol, junto con Luna, para simbolizar la Aeternitas que protegía la estabilidad tanto de Roma como de la domus augusta.
Pero, ¿y dónde entra en todo esto Sol Invicto?

Recordemos que no se trataba de un dios distinto, sino de una advocación de Sol que enfatizaba su relación con la victoria. En el panteón romano encontramos otros dioses que portan el mismo el epíteto, como Júpiter, Hércules o Isis.
Los primeros testimonios sobre Sol Invictus son del último tercio del s. II. Uno de ellos tiene relación directa con el Circo Máximo: un medallón que muestra al dios-astro en su cuadriga a punto de iniciar su ascenso, y a la diosa de la tierra Telus reclinada bajo sus corceles.
La escena está enmarcada por el círculo zodiacal y tiene una dedicatoria que reza: “al inventor de la luz, Sol Invicto Augusto”. Es posible que se trate de una ofrenda que tal vez un auriga vencedor dedicó al dios en su templo del Circo Máximo.
En el s. III llegamos al corto reinado del joven Heliogábalo, quien antes que emperador fue y siguió siendo sumo sacerdote de Elagabal, dios solar de su ciudad natal de Emesa (Siria), representado por un meteorito negro; que se vio identificado con el romano Sol.
Un proceso de interpretatio o traducción divina que tuvo lugar no solo con Sol sino también con otros dioses romanos como Júpiter, y que daba lugar así a un proceso de integración de esta nueva divinidad a la que el emperador Heliogábalo adoraba sobre todas las demás.
Por supuesto, tras el temprano asesinato del emperador, motivado por la incomprensión de sus formas orientales en la idiosincrasia romana –lo que dio lugar también a muchos bulos–, la gran roca negra volvió a Emesa y el culto a Elgabal se extinguió en Roma.
Bajo emperadores militares como Galieno y Aureliano, Sol Invicto se hizo más prominente. Se fijó así una deriva claramente marcial de este dios, como reflejan las monedas, por el que también se vio constituido en compañero y protector del emperador.
Con Aureliano se produjo la elevación de Sol como dios de primer rango en el panteón por tratarse de su patrón divino particular. Tras unificar el imperio instituyó un colegio de pontífices dedicados a su culto que se añadieron a los que ya existían hasta el momento.
Aun así, de la institución de la celebración del "natalis Invicti" el 25 de diciembre no tenemos certezas. Solo tenemos noticias de ella a partir del s. IV.

Una fuente que nos habla de ella es la oración al rey Helios, obra del emperador Juliano II (331-363).
El emperador cuenta, en griego, que tras las Cronias (saturnales, 17-19/12) “dedicamos a Helios unos brillantísimos juegos, consagrando la fiesta a Helios invencible”.

Juliano claramente se remonta a una tradición antigua, aunque todo a punto a que no demasiado anterior al s. IV
Otro dios asociado bastante en la actualidad con la antigua celebración romana del 25 de diciembre era Mitra. No en vano, son numerosas las dedicatorias que apelaban a este dios como “deus Sol Invictus Mithras”.
El de Mitra era un culto de carácter mistérico y genuinamente romano. Sus principales vestigios son las estructuras y restos de sus santuarios (mitreos) en diversas provincias, los símbolos y representaciones que contenían, y las dedicatorias epigráficas al dios.
Sin embargo, los textos que nos hablan de Mitra y su culto son, en su mayor parte, ajenos a él. Al tratarse de un culto mistérico, los fieles de Mitra no debían divulgar nada de lo que sucedía en los espacios sagrados o de los ritos iniciáticos de los que eran partícipes.
Por este secretismo se nos escapan ciertas implicaciones de la simbología de los mitreos, pero la investigación ha proporcionado interpretaciones muy plausibles.

Aun así, por supuesto, no hay que pensar que sus cultores viviesen apartados y escondidos del resto de la sociedad.
La imaginería mitraica muestra la relevancia que tenían los aspectos cosmológicos en este culto. Entre otras figuras aparecen los dioses astrales Sol y Luna, así como determinados motivos zodiacales, todos ellos inscribiendo los actos de Mitra en una dimensión cósmica.
Mitra era el único dios sacrificante de la antigüedad. El motivo principal de su culto era la tauroctonía, el sacrificio del toro para sus fieles.

Su difusión se atestigua a partir de finales del s. I, contaba con una fuerte jerarquía, consonante con el orden social imperial.
Precisamente por eso era un culto muy seguido y extendido entre los órdenes militares romanos. Aunque llegó a extenderse también ampliamente entre la población civil que formaba comunidades muy reducidas en torno a un mitreo.
Del mitreo de Felicisimus en Ostia conservamos un mosaico que representa los 7 grados en los que se iniciaban y progresaban los cultores, correspondientes con los siete planetas: Corax-Mercurio, Nymphus-Venus, Miles-Marte, Leo-Júpiter, Perses-Luna, Heliodromus-Sol, Pater-Saturno
Uno de los principales actos rituales en este culto era un banquete, posiblemente celebrado a imitación de aquel entre Sol y Mitra. También se constatan el uso de ciertos elementos y nombres persas, que no hacían sino dotar al culto de un –falso– exotismo oriental a ojos romanos.
Mitra era el dios invicto nacido de la roca, o en su defecto del huevo cósmico en ciertas representaciones. Sin embargo, ante la afirmación de que sus cultores romanos celebraban su nacimiento el 25 de diciembre debemos ser cautos, pues no tenemos datos que lo corroboren.
Para empezar, ningún texto transmite que esta fecha tuviera una consideración especial dentro del culto a Mitra.

De hecho, los signos zodiacales más prominentes en la iconografía mitraica (Tauro, Leo y Escorpio) no tienen nada que ver con el invierno.
Por otra parte, no existe ninguna inscripción votiva a Mitra dedicada en esa fecha. Esta afirmación sobre el 25 de diciembre, surgida en el s. XIX, se debe a un malentendido con el epíteto “Invictus” del calendario de Filócalo.
Por otro lado, aunque ciertamente Mitra tiene una relación amplia con Sol encontramos que, en la iconografía, ambos dioses son mostrados como entidades claramente diferentes y separadas.
El culto de Mitra, al igual que el de otras divinidades, fue objeto de feroces críticas por parte de los apologetas cristianos. Decían que aquellas prácticas estaban inspiradas por los demonios, del mismo modo que consideraban falsos ídolos al resto de los dioses tradicionales.
Muy bien, Néstor, nos ha quedado todo lo que nos cuentas sobre Sol Invicto y Mitra en relación con sus cultos en la antigua Roma.

Pero... ¿qué tiene que ver eso con la #Navidad y su celebración el 25 de diciembre?

Pues vamos a verlo en esta última parte del hilo.
¿Por qué escogieron aquella fecha los cristianos para celebrar el nacimiento de Cristo?

Tradicionalmente siempre se ha relacionado con una pugna cristiana en contra de Sol, pero el tema es bastante más complejo.
Partamos de la base de que la investigación acepta sin problemas la existencia de Jesús de Nazareth.

Por supuesto, no cometamos el error de confundir a Jesús –Yeshua ben Yosef– con Cristo –Christos–, el ungido, una construcción mística posterior que, efectivamente, no es real.
Si tomamos los datos históricos con los que contamos, lo más probable es que el hombre mortal que se nos describe en la Biblia, Jesús, existiera realmente. Los estudiosos de la ley judía y predicadores del fin del mundo como él no fueron infrecuentes en la Judea del siglo I.
Su nacimiento debió producirse tal vez en Nazareth, entre los años 6 y 4 a. C. El error en las fechas lo introdujo Dionisio el Exiguo, un monje escita del siglo VI, mientras trataba de calcular la fecha de la Pascua.
Jesús de Nazareth, debió nacer, según los evangelios, en primavera, pero no tuvo ni pastores ni magos que le adoraran. Todo ello es una invención posterior de la tradición evangélica para mistificar los orígenes del Mesías.
Sucede que los evangelios que hablan de Jesucristo fueron escritos entre 40 y 80 años después de su muerte. En opinión de especialistas y estudiosos al margen de la fe, son recopilaciones de pequeñas historias y relatos que fueron pasando de boca en boca tras la muerte de Jesús.
Por medio de los evangelios se configuraron los elementos místicos de la figura de Cristo, fruto de la evolución de la secta judeocristiana, que pasó de unos pocos judíos mesianistas a convertirse en una nueva religión diferenciada del judaísmo a lo largo de los siglos I-II.
La figura de Jesucristo es, por tanto, la unión de un hombre, Yeshua ben Yosef -Jesús-, un judío que vivió en la primera mitad del s. I en Judea; y Christos “el ungido”, una construcción mística creada a lo largo de los siglos posteriores por los cristianos.
La cuestión sobre la celebración de la Navidad cristiana, tiene mucho que ver con todo esto que estamos viendo, pues en ella se celebra ni más ni menos que el nacimiento de la naturaleza humana de Cristo.
El establecimiento de la fecha del nacimiento de Jesús se debe al interés de los primeros cronógrafos cristianos por datar con exactitud cada uno de los sucesos de la vida del mesías –algo no aclarado por los evangelios–. Los primeros cálculos lo situaban en marzo o en noviembre
En la antigüedad hubo iglesias y comunidades cristianas, sobre todo orientales, que consideraban que lo que debía celebrarse fue cuando se hizo manifiesta la encarnación divina de Cristo: como el 6 de enero, día de la epifanía.
La celebración de la Navidad, del nacimiento humano de Jesús, se atestigua primero a comienzos del s. IV entre la comunidad cristiana de Roma. Más adelante se difunde con rapidez entre el resto de las comunidades del imperio.
El primer documento en el que tenemos registrada la celebración del nacimiento de Jesús el 25 de diciembre es un martirologio cristiano fechado en el año 336, poco después de la tolerancia religiosa decretada en el Imperio romano primero por Galerio y después por Constantino I.
Entre otras cosas estaba en juego la afirmación de las naturalezas humana y divina de Cristo frente a los postulados sostenidos por otros grupos que negaban una u otra, como por ejemplo los arrianos, para quienes Jesús fue solamente humano.
Y aunque la investigación más actualizada parece quitar hierro a las ideas de una pugna directa entre los adoradores de Cristo y de Sol –puesto que esta es una visión cristianocéntrica del asunto, parece correcto pensar en un rechazo cristiano generalizado de los cultos "paganos"
A diferencia del clima de convivencia existente en la religiosidad tradicional romana del momento, el cristianismo y sus apologetas introdujeron en la discusión el argumento de la única religión verdadera en contra de las demás, consideradas como falsas o erróneas.
Con todo, es posible que las primeras celebraciones del natalis Invicti como del natalis Christi tuvieran lugar aproximadamente en el mismo periodo: entre finales del siglo III y comienzos del siglo IV.
Por supuesto, la elección cristiana del 25 de diciembre como la fecha para el nacimiento de Cristo respondió, entre otros factores, al simbolismo que encerraba la fecha del solsticio de invierno que, en aquel momento, ya había tomado gran importancia en el calendario.
De esa forma, del mismo modo que para quienes seguían el culto de Sol en el siglo IV este renacía el 25 de diciembre, los cristianos marcaban esta fecha como el momento en el que Cristo, verdadero sol de justicia, nacía para iluminar al mundo.
Agustín de Hipona (354-430) dejó escrito en su sermón 190 en relación al solsticio de invierno y el nacimiento de Cristo: “comienzan a menguar las noches y a crecer los días en el día preciso del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo”.
Otro texto muy interesante es el de la homilía “De solstitiis et aequinoctiis”, del s. IV, en la que se establecía una correspondencia entre el solsticio de verano (nacimiento de San Juan Bautista) y el de invierno (el de Jesús).
A su vez, señala esa homilía que ambos fueron concebidos en cada uno de los equinoccios: Juan en el de otoño, Jesús en el de primavera. Todo se formula en un sistema de simbolismo cósmico construido a partir de las constataciones empíricas del ciclo anual del Sol.
El autor de la homilía –y también Agustín– inciden por igual en que Cristo es el Sol de Justicia (“ipse est Sol Iustitae”), una imagen que contaba con una trayectoria previa bien establecida entre los cristianos y que se remontaba a alegorías del Antiguo Testamento.
Por ello, sí existió un choque entre los natalicios de Jesucristo y de Sol, pero en los mismos términos en los que se venía produciendo la hostilidad y polémica de los cristianos con los demás cultos politeístas del Imperio.
En cuanto al desarrollo del cristianismo, se calcula que los primeros seguidores de Jesús no debían de ser más de cien personas. En el siglo II, ya había casi diez mil cristianos en el Imperio, y a lo largo del siglo IV la cifra creció exponencialmente hasta los diez millones.
El auge de esta nueva religión monoteísta en los siglos II y III se debió principalmente a la aceptación de las mujeres en la fe, su sentimiento protector de comunidad y el ofrecimiento de la salvación eterna de forma completamente gratuita.
Las persecuciones que sufrieron los cristianos hasta el siglo IV no tenían su origen en el odio a su religión, sino en su negativa a aceptar al resto de las divinidades existentes. La llegada de cualquier desastre era fácilmente imputable a aquellos que no adoraban a los dioses.
A pesar de ello, existe un gran bulo formado a lo largo de los siglos al respecto de las llamadas "persecuciones" a los cristianos. Otro día podemos hablar del tema de forma extensa pero, realmente no fueron tan extensas o cruentas como la tradición religiosa las ha presentado.
Constantino I, en el año 313 estableció con el Edicto de Milán el comienzo de una época de libertad religiosa que acabaría en el año 380 con la promulgación por parte de Teodosio I del Edicto de Tesalónica, que prohibía todos los cultos religiosos excepto el cristianismo.
El cristianismo acabó por convertirse en la religión única del Imperio y de las sociedades posteriores, llegando hasta nosotros mientras conserva muchos de los elementos fruto de la convivencia con otras religiones de Roma cuyo reflejo todavía podemos vislumbrar.
Si quieres saber más sobre el Jesús histórico y el cristianismo primitivo, te invito que hoy, en la sobremesa de Navidad, veas este interesante video al respecto.
Espero que os haya parecido interesante este #HiloRomano especial de #Navidad en la antigua Roma en el que he tratado de mostraros el origen, muchas veces mal conocido, de esta festividad y de muchas otras que la rodearon en la antigüedad.
Bibliografía 📚

Alvar, J., 2008, Romanising Oriental Gods. Myth, Salvation and Ethics in the Cults of Cibele, Isis and Mithras. Brill.
Burkert, W., 2018, Cultos mistéricos antiguos. Trotta.
Campos Méndez, I, 2010, Fuentes para el estudio del mitraísmo. Cabra.
Dölger, F. J., 2013, Paganos y cristianos. El debate de la Antigüedad sobre el significado de los símbolos. Ediciones Encuentro.
Guarducci, M., 1983, “Sol Invicto Augusto”, en M. Guarducci, Scritti scelti sulla religione greca e romana e sul cristianesimo. Brill, pp. 138-146.
Hijmans, S., 2003, “Sol Invictus, the Winter Solstice and the Origins of Christmas”, Mouseion III, vol. 3, 377-398.
______, 2009, Sol. The Sun in the Art and Religions of Rome. Tesis doctoral, Universidad de Groningen.
Marqués, N. F., 2018, Un año en la antigua Roma. La vida cotidiana de los romanos a través de su calendario.
Marqués, N. F., 2019, Fake news de la antigua Roma. Engaños propaganda y mentiras de hace 2000 años.
Marqués, N. F., 2021, ¡Que los dioses nos ayuden! Religiones, ritos y supersticiones de la antigua Roma. Espasa.
Nothaft, C. P. E., 2012, “The Origins of the Christmas Date: Some Recent Trends in Historical Research”, Church History 81.4, 903-911.
Pérez Yarza, L., 2017, “Sol romano y Sol Invictus: Circo y Ludi en Roma”, ARYS 15, 215-246.
______, 2019, El culto a Sol en el occidente del Imperio Romano. Tesis doctoral, Universidad de Zaragoza.
Salzman, M. R., 1990, On Roman Time. The Codex-Calendar of 354 and the Rhythms of Urban Life in Late Antiquity. University of California Press.

Gracias a @Paco_Gomgal_Dmc, como siempre, por colaborar conmigo en la documentación del hilo.

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