Thread by @JFitzEdwards

En cuanto les acabé de contar lo de mi abuela y tío Patricio en Sierra Morena, me llamó mi madre para que me pasara por la Farmacia de don Alberto a recoger unos encargos y me pidió que no tardara porque querían cenar en cuanto terminara el discurso de Su Majestad. Va hilo👇

La Farmacia-Ortopedia de don Alberto es, en cierto modo, parte del club. Tanto él como Cándido, su empleado más antiguo, son habituales y asiduos partícipes de las porras de mi padre. Incluso protagonistas. Por eso, más que vecindad, hay casi amistad. Y de muchísimos años.

Así que me dirigí allí sin saber muy bien a qué iba. Y en esos casos, prefiero que me informe mi padre. Así que lo llamé
-Dime, Nene
-¿Tú sabes a qué voy a la farmacia?
-¿Si acierto hay premio?
-No. Es que no sé a qué me ha enviado mamá
-Pues yo es que carezco del don de profecía

-Papá…
-Si quieres consulto al oráculo
-Déjalo…
-Espera, tengo aquí el libro de Nostradamus y hay una cuarteta que lo cuenta:
«Antes de ocultarse el sol
vaciará la bolsa entera
un descendiente de Albión
comprando en una ortopedia»
-Mira que te gusta un pego…
-Soy cordobés,Nene

-Bueno ¿sabes algo o no?
-¿De qué?
-De lo que tengo que recoger?
-Saber, saber… ¿Qué necesidad hay en ello? ¿No son felices los ignorantes?
-Papa, me hace falta saberlo.
-Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos ser
-Hamlet
-Ese es mi Nene ¿Y quién lo dice?
-Ofelia a Claudio

-Si fuera un padre moderno te daría luego un beso, Nene. Pero como nosotros no caemos en sentimentalismos vanos, ni exageraciones mediterráneas, te invitaré a un whisky.
-Gracias. ¿Y lo de la botica?
-Cosas de tu tía según he oído. Y yo, en esos casos, Nene, me evado del mundo.

Como comprenderán, si anda tita Carmen por medio, el asunto suele ser complejo. Así que le insistí y me contó. Resulta que esa mañana, mientras ella y mi madre escuchaban la radio, oyó al locutor decir que era muy recomendable hacerse test de antígenos antes de la cena familiar.

Y después de las risas del otro día,cuando Conchita llegó con el predictor y resultó que tío Willy estaba embarazado, tita Carmen se dirigió personalmente a la Farmacia de don Alberto a encargarle los dichosos test. El pobre no tenía, pero ya se encargo ella de que los encontrara

-No tengo, doña Carmen
-¿Y a mí, qué?
-Es que igual no hay
-Cómo no va a haber
-Que no hay
-Pues si no hay los pinta
-Si es que hay rotura de stock
-¿Los cristales son blindados?
-No,¿por qué?
-Porque hay golfillos que apedrean escaparates.
-Mañana los tiene
¿Ve usted cómo había?

Eso lo supe después.
-Buenas tardes, Feliz Navidad.
-Igualmente, don Jacobo. A por el encargo de la tita, ¿verdad?
Se asoma a la rebotica y grita: ¡Cándido, lo de doña Carmen!
Y aparece Cándido con la nariz hinchada y vendada y tirando de una caja más grande que un serón de uvas.

-No te preocupes, Cándido, termina y ahora me atiendes.
-Es que esto es lo suyo, don Jacobo.
-¿Cuántos test de antígenos le ha encargado tita Carmen?
-Cien.
-Pero si somos ocho en casa.
-Como en la serie aquella de cuando éramos chicos.
-Sí, pero que no me sale la cuenta, Cándido

-Sí sale. Quiere que se hagan uno para Nochebuena, otro para Navidad y lo mismo para Nochevieja, Año Nuevo y Reyes.
-Eso son cuarenta, Cándido.
-Lo mismo le dije yo.
-¿Y?
-Pues que ella quería una segunda opinión.
-Ochenta entonces. ¿Y los otros veinte?
-Por lo que mande Dios.

-Y son sus palabras textuales. Interviene el farmacéutico
-¿Y qué va a mandar Dios?
-Según su tía -es Cándido- le va a hacer test al panadero, al cartero, al mozo del supermercado y a usted, uno cada seis horas
-¿Cómo?
-Lo que oye Porque no se fía de sus compañías.
-Vaya por Dios

-Y que me preguntó cómo se hacían, don Jacobo.
-A ver, don Alberto, ¿los va a hacer ella?
-Sí, señor. Ha practicado. ¿O no ha visto a Cándido?
Lo había visto pero no me había fijado. El pobre Cándido tenía la nariz como un balón de balonmano y un ojo morado.
-¿Qué pasó, Cándido?

-Pues que su tía quería ensayar con el hisopo, y como no había test, sacó un lápiz precioso del bolso, me sentó ahí mismo y se puso a ensayar.
-Pero, hombre, habérselo impedido.
-¿A su tía?
-Sí. A mi tía.
-Es que le tengo mucho respeto
-Y que lo engañó. Cuéntaselo, Cándido.

-Ya sabe usted lo que me gustan los artículos de escritorio. Me apasionan.
-De sobra lo sé, Cándido, no hay cliente que venga por aquí y pierda de vista el bolígrafo si es de marca.
-Y la pluma, más.
-Don Alberto, téngase, que el muchacho está convaleciente. Sigue, Cándido.

-Pues que me engatusó con el lápiz. Uno precioso de Caran d’Ache con aroma a café, que llevaba en un alargador de plata con sus iniciales que es una locura, don Jacobo.
-Lo conozco. Una exquisitez que se compró en Londres.
-Maravilloso. Me dijo que lo heredaría usted.
-Eso espero

-Me lo enseña, me dice que si quiero probarlo, me siento en la mesita, cojo un folio, me lo da y de pronto, me coge la cabeza la echa hacia atrás y me introduce el alargador por la nariz hasta el final y lo remueve.
-¿Y usted, don Alberto?
-Pues le iba explicando como hacerlo.

-Pero, ¿a quién se le ocurre?
-Es que es una clienta magnífica y ya habíamos tenido una leve discrepancia, como le he contado.
-De verdad, que
-Seis veces lo hizo, don Jacobo
-Culpa tuya
-Y las ocho o diez que marró, Candi
-Así tengo el ojo
-Espero que le dé un bonus, don Alberto

-No sé, la verdad
-Hombre, que hoy va a hacer usted el agosto, don Alberto
-Como que hasta le he enviado unas rosas a su tía
-No me extraña. Cien test y a ocho euros cada uno
-Nueve. Y no corra tanto, que voy a por la otra caja
-¿Qué otra caja, Cándido?
-La del resto del encargo

-Pero, ¿qué más ha pedido?
-Gel hidroalcohólico de Álvarez Gómez…
-Desde luego, sabe escoger
-Es que su casa es de mucha clase
-Gracias, Cándido
-Que aún me acuerdo cuando su tío Eugenio nos encargaba las vendas rosas
-Sí, y luego te guiñaba y te regalaba entradas para el teatro

-¿Y eso cómo lo sabe?
-Cándido, que somos de la misma edad y a tío Eugenio le llamaba mi abuelo el «Noticiero Universal».
-¡Ah!
-Y su tía Adelita -entra al quite don Alberto ante el rubor cándido de Cándido- sólo compraba gasas de hilo egipcio. Eso hoy ni saben que es, don Jacobo

-Es que se ha perdido todo, don Alberto. En fin, me llevo la caja con los test y la de Álvarez Gómez.
-Espere, que también me ha pedido caramelos para la tos -con miel para Conchita y sin miel para ella, otros caramelos para su madre, de menta, pastillas Juanola para Amalia…

-¿Algo más?
-Vendas, gasas, agua oxigenada, betadine y mercromina. Rodilleras, tobilleras y coderas. Y pomada antiinflamatoria
-¿Y eso?
-Por si se cae después de la cena
-¿Y por qué se va a caer?
-No Por si se cae usted
-¿Y yo porque me voy a caer?
-Por si se achispa. Eso me dijo

-Deme la cuenta sin eso.
Mientras don Alberto hace la cuenta suena mi móvi
-Dime, mamá
-Estás en la farmacia, ¿verdad?
-¿Cómo lo sabes?
-Porque Cándido ha llamado a tita Carmen.
Me río yo de la red de agentes del Mossad comparado con lo que tiene montado tita Carmen en la Judería

-Mamá…
-Ahora mismo están hablando, Nene. Y me estás dejando en evidencia ante el mundo.
-Mamá ¿qué me quieres decir?
-Que te traigas todo lo que hemos pedido. Que nunca se sabe si te puedes caer y te das un mal golpe. Y que eres mi único hijo y que solo lo hacemos por tu bien.

-Vale, mamá, no llores. Lo compro. Pero no me caigo.
-Y si te caes, te vendo yo. Que soy Dama Auxiliar de la Sanidad Militar.
-Tampoco hay necesidad. Si yo sé que eres la mejor.
-¿Y me vas a quitar esa ilusión?
-Si te hace mucha ilusión tiro a tío Willy de la silla.
-Ay, no sé...

-Les dejo.
-Espere. Su tía quiere potitos de ternera a la jardinera para su Willy.
-Si le provocan vómitos.
-Por eso. Dice que si rechaza el lechazo, potitos y a volar.
-Su tía tiene un gran poder de convicción. Se lo digo por experiencia.
-A mí me lo va a contar, don Alberto.

En fin, que llamé un taxi, cargué las tres cajas y me fui a casa de mis padres con más miedo que Rafael de Paula antes de hacer el paseíllo y pidiéndole a Dios que no se desatara mucho tita Carmen, que está muy sensible con el COVID y el omicrón.
Y a celebrar la Nochebuena