Hay que reconocer que la feminista Fraser, citada en el último monográfico de Línea Proletaria (reconstitucion.net/Documentos/LP_…), dibuja bien, pese a las gafas feministas con que ve el mundo, la lógica corporativizadora de la que participa el feminismo en el capitalismo maduro:
Dejando a un lado la ridiculez pedante de "conflictos postsocialistas", básicamente en lo mismo incide otra feminista, Beltrán:
¿Reconocimiento de quién, para qué y por parte de quién? No extraña que otra feminista (Olivia Blanco) hable del feminismo como "pactos entre mujeres de diferentes países e ideologías (...) que han llegado a constituirse en un sujeto colectivo" para un "nuevo Contrato Social".
O que Cobo hable de una "nueva distribución de poder entre varones y mujeres (...) una renegociación del contrato social". Lo mejor de las feministas que han abandonado toda fraseología marxista es que exponen la naturaleza de clase del feminismo de un modo cristalino.
No tienen necesidad, al contrario que las feministas "rojas" Hartmann o Eisenstein, de ningún tipo de fraseología marxista. Porque, como plantea Mitchell, el marxismo no es solo una teoría inadecuada de la opresión de la mujer, sino del conjunto de las relaciones sociales.
Es el feminismo realmente existente que ya no necesita a un marxismo que hace tiempo que dejó de ser teoría de vanguardia y que aspira, como dice Molina, a ser "teoría cuasi total de las relaciones sociales" en las que "las características de género" son "el atributo clave".
Por eso el feminismo que se disfraza de marxista, rojo o "de clase" es el mayor peligro para una vanguardia que en general, y por ahora, aún tiene pavor a emanciparse de los dogmas feministas. Un poco más de perspectiva sobre la cuestión:
Por cierto, el llamado feminismo de la diferencia de las Irigaray y Cía., la forma más consecuente de feminismo, es más patrimonio común de todo el feminismo de lo que se suele reconocer. Ahí tenemos las ocurrencias de la flamante ministra de Trabajo, que tienen una raíz clara.
Esa especie de sincretismo del ecofeminismo, del feminismo cultural y de la diferencia. La misma Cobo reconoce que el argumento de Irigaray de que la mujer en abstracto piensa, siente, habla y actúa de forma distinta que el varón "lo comparte casi todo el feminismo".
También las feministas Sánchez, Beltrán y Álvarez, en un libro de cabecera del feminismo español, admite que "[l]as feministas radicales iniciaron de alguna manera lo que posteriormente, y de forma general, se dio en llamar feminismo de la diferencia".
De ahí las gilipolleces de las matrias, la "ética femenina de los cuidados" frente a la "competitividad de los varones" y demás dislates utilizados por las dirigentes del movimiento femenino burgués para escalar posiciones en las empresas y el Estado. ¡El reconocimiento...!
Y quien dude de cómo este tipo de disparates —pero perfectamente coherentes con la lógica feminista— son ya sentido común de las democracias burguesas, la española inclusive, no tiene más que leer a nuestras competentes autoridades feministas: europapress.es/economia/macro…
La cultura burguesa, la furia del interés privado, que diría un renano, pasa a convertirse en la cultura... ¡del varón! También pueden leer a la defenestrada Calvo por la fracción feminista "transinclusiva". ¡Gracias, Calvo, por la sinceridad! elpais.com/sociedad/2021-…
Inquietante, pero plenamente coherente con lo mencionado más arriba. Quiero recordar que Gimeno ha sido hasta hace muy poco directora del Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades.
Cuál no será el estado real de desorientación del movimiento comunista, que uno tiene más fácil escuchar a mandos de la burguesía relacionar las enseñanzas de un Clausewitz o un Moltke con la línea militar proletaria.... que a un comunista promedio.
"[Las lecciones de Clausewitz] las recogen de alguna manera los revolucionarios rusos, la recoge Mao...". Muy ilustrativo.
Hablando de mandos militares de la clase capitalista, espero poder resumir pronto la brillante exposición que, pese a todos sus prejuicios, hizo Guillermaz sobre la Guerra Popular desplegada por el PCCh en las tres guerras civiles revolucionarias y contra el Japón.
Una sugerencia o consejo, que por supuesto me aplico a mí mismo el primero: no dejarse llevar por el frenesí mediático; la comprensión de fenómenos complejos y multifactoriales requiere necesariamente de una reflexión pausada frente a la inercia inmediatista.
Dos principios esenciales generales: el comunismo revolucionario no está para defender a 𝑛𝑖𝑛𝑔𝑢𝑛𝑜 de los rapaces imperialistas en liza; la violenta espontaneidad de las masas es impotente y fácilmente reconducible por la burguesía mediante el palo y la zanahoria.
Ahí van unas pinceladas para animar al estudio del segundo de los trabajos que han aparecido en el último número de Línea Proletaria —reconstitucion.net/Documentos/LP_…— acerca de la experiencia revolucionaria china y el 𝑎𝑛𝑡𝑎𝑔𝑜𝑛𝑖𝑠𝑚𝑜 entre comunismo y feminismo.
El objetivo ideológico y político principal del trabajo del Comité por la Reconstitución (CxR) es manifiestamente claro y no llama a engaño a nadie:
Frente a toda clase de mixtificaciones, el feminismo en China, como en el resto del mundo, actuó de hecho como mecanismo contrarrevolucionario de encuadramiento femenino, en este caso de las masas femeninas organizadas por el Kuomintang (KMT).
De hecho, la mayoría de la vanguardia proletaria está tan acostumbrada a tragarse la(s) película(s) del feminismo que ni siquiera ha leído a las propias feministas más honestas, que dejan muy clara la indisociabilidad entre feminismo y Estado burgués:
La desesperación por intentar casar dos movimientos y visiones del mundo antagónicos como el comunismo revolucionario y el feminismo se estrella incluso contra aquel feminismo que se sabe dominante y que no necesita al marxismo ni como elemento discursivo a instrumentalizar.
Es tal la fuerza del feminismo entre el comunismo que los que buscan salvar ese "infeliz matrimonio" aún no se han percatado de que el feminismo aspira, una vez enterrado el marxismo como teoría de vanguardia, a ser totalizador desde y por la perspectiva de género.
El énfasis internacionalista proletario en la denuncia del chovinismo español presupone una línea política independiente de los nacionalismos periféricos, sobre todo por parte de la vanguardia de tales territorios. Algo que muchas veces no ha sucedido. Un breve repaso histórico.
A lo largo de la historia del comunismo en el Estado español ha habido múltiples siglas que, con una política frentepopulista y electoralista, han confluido de un modo u otro con los nacionalismos periféricos, lo cual ha tenido y sigue teniendo consecuencias funestas.
En el Partido Bolchevique, con Lenin a la cabeza, la denuncia más implacable del chovinismo gran-ruso no solo no fue incompatible con el combate al nacionalismo periférico, que también "llegaba a ser franco chovinismo" (Stalin), sino que ambos eran elementos inseparables.
Las cantinelas de los farsantes socialpatriotas de hoy sobre la "dominación de España" por poderes extranjeros son bien conocidas, pero quizá no tanto sus profundas raíces, y menos aún que desde el 36 fueron la carta de presentación de buena parte del movimiento obrero.
Incluyendo, por supuesto, al anarquismo y al anarcosindicalismo, lo cual demuestra por enésima vez que oportunismo y nacionalismo, en cualquiera de sus formas, son indisociables. Pocas declaraciones como estas condensan tan bien la renuncia nacionalista a toda revolución social.
En el mismo órgano de expresión, por si quieren aprender nuestros oportunistas de hoy, tan solo varios días después la otrora poderosa CNT firmó junto al PSOE-UGT, PNV y ERC (sí, PNV y ERC) un manifiesto en el que denunciaba la "venta del Estado español" al imperialismo yanqui.