Hablar con los que queremos.
Hablar sobre cĂłmo nos gustarĂa vivir.
Hablar sobre lo que más valoran en su vida.
Hablar sobre lo que se pide hacer por amor
Hablar sobre lo que para ellos serĂa peor que la muerte.
Es fácil ver que el valor de la vida en Colombia es muy pobre. Si te equivocas, si haces algo malo, parece que parte de la sociedad está lista a considerar que el precio justo de eso es la vida. Los linchamientos se aplauden.
“Estar hospitalizada es mi regalo de cumpleaños”
Si creen en el equilibro del universo, en la telaraña cĂłsmica o en Dios, les pido que le manden toda la mejor energĂa, toda la fua, a mi vecina del lado del dĂa de hoy. Mañana cumple años. A mi me daban de alta. Ella se queda.
Vivir con dolor puede ser eso: que el mejor regalo sea saber que vas a estar un dĂa sin dolor. AsĂ sea en un hospital. AsĂ sea que te esperen varios chuzones con agujas de esas que van hasta el fondo.
ImagĂnate estar feliz porque sabes que eso es lo mejor que te puede pasar.
Hay cosas que son difĂciles de comprender. Una de esas es lo que vive una persona que siente dolor todos los dĂas de su vida. A veces somos “drama queen”, otras, somos la mujer maravilla; muchas más somos simplemente insoportables (posiblemente el dolor está siendo insoportable).
He perdido ya la cuenta de cuántas veces me han llamado de hospitalización o de urgencias porque hay un paciente con COVID con la oxigenación terriblemente mala y que no quiere que lo intuben.
A duras penas estás despierto. NecesitarĂamos estabilizarte antes de pensar en hacer algo. Bajamos con un plan A y apenas te vemos sabemos que tendrá que ser el B o el C. Ni siquiera puedes decir cĂłmo te sientes. Te pido que con la cabeza me digas si o no a lo que te pregunto.
- Hola, soy la intensivista de turno. Vengo a ayudarte.
Esto no es un juego para dárselas de adolescentes envalentonados que se ponen bravos cada vez que alguien les dice que se pongan el caso en la moto o que no se monten en el carro si el que maneja está borracho: a veces mueren peatones inocentes que nada que ver. De eso se trata.
Entro a tu habitaciĂłn. Todos vestidos con trajes dignos de astronautas, tenemos que gritar mientras nos movemos con la prisa que dicta el ritmo enloquecido de las alarmas que vigilan tu vida.
- Te vamos a dormir ya. Te vamos a intubar. No te está entrando suficiente oxĂgeno.
- Estoy asfixiado- me dices confundido, mientras miras los monitores que pitan a todo volumen anunciando una catástrofe.
Morir. Eso lo haremos todos.
Cuándo? Dificil predecirlo, pero una vez empiezas a recorrer el camino, los que lo hemos estudiado reconocemos las señales.
- Te voy a dormir para ayudarte a respirar con una máquina.