Hablar con los que queremos.
Hablar sobre cómo nos gustaría vivir.
Hablar sobre lo que más valoran en su vida.
Hablar sobre lo que se pide hacer por amor
Hablar sobre lo que para ellos sería peor que la muerte.
Hablar sobre que quisieran ellos que nosotros hiciéramos en caso de que estén mal.
Hablar sobre el límite al que nunca quisieran que los dejáramos llegar.
Hablar sobre el amor que es respetar la voluntad del otro.
Hablar sobre lo doloroso que es aceptar la muerte del otro
Hablar sobre que dejar morir es también a veces un acto de amor, de compasión.
Hablar sobre la muerte, porque ella no dejará de llegar porque no la mencionemos, porque siempre llegará y es mejor que sepamos dónde pararnos.
Hablar de la muerte, porque de ella se debe hablar en la vida.
Saber que lo hemos hecho todo para que la persona que amamos cumpla sus sueños, así es nos cueste.
Comprometernos tanto con la vida como con evitarles el sufrimiento, y estar dispuestos a ponerlos en la balanza.
Ese termina siendo el mejor regalo de amor para todos. El mejor regalo de amor que se puede dar y recibir.
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El problema grande en Colombia en este momento no son las camas de UCI. Tiene más peso la pobreza, la salud mental, las barreras de acceso, la inequidad, los menores de edad desescolarizados, la pérdida de confianza en las autoridades, la fatiga del talento humano en salud.
Leyendo lo que he visto en el día de hoy, parece que no hemos entendido dos cosas
- No hay escasez de camas de UCI en este momento.
- Los médicos NO estamos para “castigar” a los pacientes por sus decisiones. Estamos para atender enfermos, no para juzgarlos.
Es fácil ver que el valor de la vida en Colombia es muy pobre. Si te equivocas, si haces algo malo, parece que parte de la sociedad está lista a considerar que el precio justo de eso es la vida. Los linchamientos se aplauden.
Si creen en el equilibro del universo, en la telaraña cósmica o en Dios, les pido que le manden toda la mejor energía, toda la fua, a mi vecina del lado del día de hoy. Mañana cumple años. A mi me daban de alta. Ella se queda.
Vivir con dolor puede ser eso: que el mejor regalo sea saber que vas a estar un día sin dolor. Así sea en un hospital. Así sea que te esperen varios chuzones con agujas de esas que van hasta el fondo.
Imagínate estar feliz porque sabes que eso es lo mejor que te puede pasar.
Hay cosas que son difíciles de comprender. Una de esas es lo que vive una persona que siente dolor todos los días de su vida. A veces somos “drama queen”, otras, somos la mujer maravilla; muchas más somos simplemente insoportables (posiblemente el dolor está siendo insoportable).
He perdido ya la cuenta de cuántas veces me han llamado de hospitalización o de urgencias porque hay un paciente con COVID con la oxigenación terriblemente mala y que no quiere que lo intuben.
Tú llegaste tan mal que el médico subió a la UCI a buscarme.
A duras penas estás despierto. Necesitaríamos estabilizarte antes de pensar en hacer algo. Bajamos con un plan A y apenas te vemos sabemos que tendrá que ser el B o el C. Ni siquiera puedes decir cómo te sientes. Te pido que con la cabeza me digas si o no a lo que te pregunto.
- Hola, soy la intensivista de turno. Vengo a ayudarte.
Algo que ha sido una constante en la pandemia ha sido acostumbrarme a la mirada de terror cuando digo mi oficio. Era mucho más fácil cuando tenía que explicar a qué venía.
Interés en generar pánico: cero. Que la gente con miedo hace más errores.
Interés en que comprendan lo que cada vez que ingresa alguien a la UCI me dicen “ojalá yo hubiera sabido”: todo.
No es vender terrorismo, es promover la sensatez.
Esto no es un juego para dárselas de adolescentes envalentonados que se ponen bravos cada vez que alguien les dice que se pongan el caso en la moto o que no se monten en el carro si el que maneja está borracho: a veces mueren peatones inocentes que nada que ver. De eso se trata.
Que porqué decimos que se cuiden? Porque los estamos viendo llegar a los hospitales contando cómo fue que se enfermaron.
Y no es un discursito de “no se deje tocar del novio que la deja en embarazo”.
No es decir “no hagan”. Es decir “cuidado cuando hagan”.
Entro a tu habitación. Todos vestidos con trajes dignos de astronautas, tenemos que gritar mientras nos movemos con la prisa que dicta el ritmo enloquecido de las alarmas que vigilan tu vida.
- Te vamos a dormir ya. Te vamos a intubar. No te está entrando suficiente oxígeno.
- Estoy asfixiado- me dices confundido, mientras miras los monitores que pitan a todo volumen anunciando una catástrofe.
Morir. Eso lo haremos todos.
Cuándo? Dificil predecirlo, pero una vez empiezas a recorrer el camino, los que lo hemos estudiado reconocemos las señales.
- Te voy a dormir para ayudarte a respirar con una máquina.
- Me voy a morir? No me dejen morir.
Aún no sé qué es, pero he aprendido que a veces se siente la morida.
Tú miras con algo de desconcierto. Es eso aquello que estás sintiendo?