He perdido ya la cuenta de cuántas veces me han llamado de hospitalización o de urgencias porque hay un paciente con COVID con la oxigenación terriblemente mala y que no quiere que lo intuben.
Tú llegaste tan mal que el médico subió a la UCI a buscarme.
A duras penas estás despierto. Necesitaríamos estabilizarte antes de pensar en hacer algo. Bajamos con un plan A y apenas te vemos sabemos que tendrá que ser el B o el C. Ni siquiera puedes decir cómo te sientes. Te pido que con la cabeza me digas si o no a lo que te pregunto.
- Hola, soy la intensivista de turno. Vengo a ayudarte.
Algo que ha sido una constante en la pandemia ha sido acostumbrarme a la mirada de terror cuando digo mi oficio. Era mucho más fácil cuando tenía que explicar a qué venía.
Tus ojos que estaban entrecerrados se abren como platos, literal.
- No me intube.
Pavor. Eso es lo que hay en tus ojos
Cruzo la mirada con mis compañeros. Desconcierto. Aunque no es la primera vez que escuchamos esto. Ya hemos pasado varias veces por este mismo escenario.
Aún así, sigue siendo descorazonador saber que representamos tu peor temor en este momento.
No es el momento de disertaciones profundas sobre la tasa de sobrevida de intubación y ventilación mecánica en pacientes COVID que tenemos. El tiempo y la falta de oxígeno no está a tu favor.
Si pudiéramos conversar con calma te explicaría que, si te intubo, la probabilidad de que mueras el del 50%, igual que de sobrevivir. Pero si no te intubo ya no hablaría de probabilidades. En tu caso, sí es evidente la certeza: estás muriendo y es el único chance que tenemos
Si no existiera una buena posibilidad no te diría nada. Pero la tuya, a pesar de lo mal que estás, es bastante buena. Eres joven, tu cuerpo es fuerte; sería un proceso duro, pero puedes lograrlo.
En otras palabras: yo siendo tú, lo intentaría. Pero debo saber a qué le temes.
- Tranquilo, no voy a hacer nada que no te haya explicado. Te vamos a ir poniendo oxígeno con una máquina a través de una máscara para que puedas respirar mejor. Sin dormirte. Sin intubarte.
Asientes.
Espero poder ganar con eso algo de oxígeno y tiempo para tu cuerpo.
Miras con desconfianza todo lo que hacemos. Yo voy dando las indicaciones claras y en voz alta para que sepas qué estamos haciendo.
Pero tu cuerpo colapsa y no vamos a lograrlo.
- A qué le teme si lo intubamos? A estar inconsciente? A estar solo?
- A morirme.
Es una paradoja: para ti, es la intubación quien te mataría y no el COVID. Pero morirás si no lo intentamos.
Ya entiendo porque demoraste tanto en llegar. No es la primera vez que escucho esto
No estás en condiciones de escuchar explicaciones, así que estoy pensando en la manera de pedirte permiso para hacer algo que tú crees que va a causar tu muerte. No tengo la más remota idea de cómo hacerlo, ya que te estás muriendo ante mis ojos.
Se me ocurre una propuesta. Que si llegas a perder la conciencia, me permitas tomar las decisiones con una persona que sea de tu total confianza. Discutir con esa persona el porqué de la intubacion, sus riesgos y beneficios. Así tendrías una oportunidad.
Te miro para planteártelo. Pero no me miras. Te sacudo. Nada. Ya no respiras. En clase les enseñamos a los estudiantes considerar el escenario de iniciar reanimación que empieza con algo tipo llamar a la persona “señor, señor” y que el resultado sea “no responde”.
Otro código azul en urgencias. Tu corazón va a parar dentro de poco.
Recuerdo tu miedo: “a morirme”
Hacemos que entre la persona que vino contigo. Nos ve maniobrando en tu cuerpo, tratando de evitar que ocurra eso que tanto temías.
Con mis dos manos aprieto con todas mis fuerzas una careta contra tu cara mientras alguien bombea el oxígeno a tus pulmones y miramos el monitor que muestra aún latidos de tu corazón.
Aún. Pero no será por mucho tiempo. Es insostenible. No logramos que entre suficiente oxígeno.
Tenemos que intubar. No respiras. No tienes otra opción de vida. Esa es una certeza.
Ella sabe que no querías intubarte. También sabe que no querías porque no querías morirte. Supongo que sabe entonces que lo que quieres es vivir.
Este es tu chance. Tu último chance.
Oigo su llanto mientras te intubamos. Te conectamos al ventilador, y te subimos a la UCI. Luego le explico a ella con calma todo lo que pasó en esos minutos y todo lo que podrá pasar en las próximas horas, en las próximas semanas. Aún puedes morir, pero también puedes vivir.
Yo esperaré con ansias ver si logras en algún momento respirar por ti mismo, recuperar tu conciencia. Y poderte explicar que pasó, y que estés tan bien que puedas entenderlo, y estar, ya sea totalmente indignado con todos nosotros, o que por el contrario, nos lo agradezcas.
Pero que ese escenario ocurra es una probabilidad. Un 50/50. Si no lo hubiéramos hecho, no tendría estas expectativas, estas dudas.
Pero hay algo que me pesa mucho más que esa incertidumbre. El recuerdo del pavor de tus ojos apenas supiste yo quién era.
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
Interés en generar pánico: cero. Que la gente con miedo hace más errores.
Interés en que comprendan lo que cada vez que ingresa alguien a la UCI me dicen “ojalá yo hubiera sabido”: todo.
No es vender terrorismo, es promover la sensatez.
Esto no es un juego para dárselas de adolescentes envalentonados que se ponen bravos cada vez que alguien les dice que se pongan el caso en la moto o que no se monten en el carro si el que maneja está borracho: a veces mueren peatones inocentes que nada que ver. De eso se trata.
Que porqué decimos que se cuiden? Porque los estamos viendo llegar a los hospitales contando cómo fue que se enfermaron.
Y no es un discursito de “no se deje tocar del novio que la deja en embarazo”.
No es decir “no hagan”. Es decir “cuidado cuando hagan”.
Entro a tu habitación. Todos vestidos con trajes dignos de astronautas, tenemos que gritar mientras nos movemos con la prisa que dicta el ritmo enloquecido de las alarmas que vigilan tu vida.
- Te vamos a dormir ya. Te vamos a intubar. No te está entrando suficiente oxígeno.
- Estoy asfixiado- me dices confundido, mientras miras los monitores que pitan a todo volumen anunciando una catástrofe.
Morir. Eso lo haremos todos.
Cuándo? Dificil predecirlo, pero una vez empiezas a recorrer el camino, los que lo hemos estudiado reconocemos las señales.
- Te voy a dormir para ayudarte a respirar con una máquina.
- Me voy a morir? No me dejen morir.
Aún no sé qué es, pero he aprendido que a veces se siente la morida.
Tú miras con algo de desconcierto. Es eso aquello que estás sintiendo?
Ante el #Coronavid19, ciertas cosas a tener en cuenta (si, otro hilo más del tema
- La idea de diagnosticar NO es para realizar alguna intervención específica. Es importante por aspectos de salud pública, que para el paciente va a querer decir: aislamiento o cuarentena.
- La mayoría de los casos van a ser manejados con ACETAMINOFEN. En Colombia, Italia, USA o China. Porqué? Porque lo que se necesita en la mayoría de pacientes es el control del síntoma. Y si la mayoría de las personas van a presentar un cuadro de gripa, pues no necesitará más.
Es una petición extraña. Estás en internado, y aunque es el tiempo de aprender todo lo posible, la oportunidad de descansar nunca se desperdicia.
Te respondo con duda:
- Bueno, te puedes quedar si quieres.
Es mi manera de decirte que mejor descanses.
Y sin embargo veo algo de certeza en tus palabras.
Miro alrededor buscando descubrir aquello que te mueve.
En el momento solo hay un sitio donde las alarmas alumbran sin cesar, porque ya su sonido lo hemos silenciado. Lo demás es calma, para mi, aunque el llanto resuene.
La vida sigue mientras mueres. Tengo el absurdo privilegio de poder observar la muerte de cerca. De tenerla “monitorizada”.
Y mientras silencio el ruido, hemos explicado ya a una familia que lo único que queda es esperar a que todo termine.