Por desgracia, aunque hemos salido del laberinto, las sensaciones continúan allí.
Muchos visitantes (yo) experimentan durante el resto del día una ligera desorientación y mareos.
Lo único que puedo recomendar en esos casos, es tomar la primera salida que veamos hacia el patio de cristal para poder descansar, tomar aire y reconocer el privilegio de haber nacido donde hemos nacido y en la época que hemos nacido.
Me informan de que el apellido del arquitecto es Libeskind y yo, que soy muy de querer a los niños, lo he escrito a la forma alemana: Liebeskind, que significa el niño amado o querido y es un apellido muy común... pero Libeskind es polaco y no alemán.
Perdónenme.
Por cierto número 1:
Desde hace un año el museo es gratuito.
Repito, GRATUITO.
¿Por qué?
Creo que no hace falta explicar por qué. Me hizo mucha ilusión ver la semana pasada el museo lleno (pero lleno) de clases de institutos.
Me parece una muy buena iniciativa.
Por cierto número 2:
Si tenéis hijos, como es mi caso, también podéis hacer una visita al museo judío, aunque a un espacio más agradable.
Frente al museo adulto, han creado un museo para niños el Anoha. No he estado, pero el arca de Noé tiene muy buena pinta:
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Hoy ha muerto Mel Mermelstein, uno de los supervivientes de Auschwitz.
No conocía su historia, pero la he leído y he quedado fascinado.
Su nombre pasará a la historia como el del hombre que consiguió que el Holocausto fuera reconocido como un hecho irrefutable.
Abro hilo 🧵
Allá por el año 1980, el Institute for Historical Review (una institución que promueve el negacionismo del holocausto) decidió lanzar un farol.
Prometió dar 50 mil dólares a la persona que pudiera demostrar que se utilizaron cámaras de gas en Auschwitz para aniquilar judíos.
Nuestro protagonista, Mel Mermelstein, ni corto ni perezoso se presentó ante un notario donde testificó que vio a su familia ser conducida a la cámara de gas número 5 de Auschwitz.