A ver, ya estuvo, cien favcitos y les cuento con detalles cómo estuvo mi historia de amor de dieciocho años con Le… Luisa [todos los nombres que se utilicen en esta historia serán ficticios].
Ah, caray, sí se juntaron más de cien. No había visto.
Ah, prros, traen el chismitrix. Bueno, primero algo de contexto. La historia comienza en 1999, cuando la interned estaba en pañales [al menos para nosotros, los pobres].
¿Se acuerdan de las conexiones telefónicas de 56 kbps? Para que mis milénicos y zetos se den una idea: 56 kbps equivalen al 5.6% de UN (1) Mbps. Conectarse a la interned sonaba así:
Evidentemente las opciones de lo que uno podía hacer eran limitadas: ver videos, imposible; estrimear música, impensable; PORNO, JAMÁS [a veces sí, pero con mucho esfuerzo y paciencia].
Entonces, si no era para recrear el espíritu en el porno, ¿para qué servía la interned en 1999? Para dos cosas, básicamente: 1) Mandar correos, y 2) Salas de chat.
De ese frenesí de conversaciones evidemente participaron los primeros programas de chat [mIRC, ICQ], en los que uno podía agregar a sus amigos y conocidos, uyuyuy. Eso equivalía al "llevarte a alguien a lo oscurito" en aquellos lejanos y oscuros tiempos.
Tal vez les asombre, pero yo de chavo era tímido, callado e inocente tenía la mirada. Me costaba hacer amigos, así que esta interned de interacciones cuasihumanas resultó un gran refugio para mí, y para muchos como yo.
En las salas de chat, en los foros, éramos libres. Inventábamos que éramos quienes no, o les contábamos nuestras vidas a desconocidos, o insultábamos, o lo que sea. Hagan de cuenta como un prototuiter, pero no tan gentrificado. Todo esto era monte.
A estas alturas ya se estarán diciendo: «Bueno, este mamarracho nos trajo con engaños, ¿qué tiene que ver toda esta tecnología arcaica con Luisa? ¿En qué momento empieza la chicflic?». No desesperen, aquí comienza:
[Pausa. Mañana le sigo, ahorita ya me dio sed nomás de acordarme. Permanezcan atentos a esta, su arroba de confianza. Salu2 pelu2.]
Ah, sí. En 1999, cuando salí de secundaria, mi papá encontró trabajo en Saltillo, y nos fuimos de Monterrey. Obviamente me tardé dieciocho años en hacer amigos, así que durante un tiempo mi vida fue en la interned-monte esa que ya les describí.
Entraba todos los días a los chats y a los foros, y me la pasaba discutiendo con desconocidos sobre cosas intrascendentes [costumbre que conservo]. Hasta que un día, por una chiripa, conocí a Luisa en ICQ.
A uno de mis pocos amigos de la vida real le gustaba una morrita, pero no se animaba a hablarle. Yo, ya todo adicto a la llamada supercarretera de la información, le dije que la iba a encontrar en ICQ para llevarle juntos serenata [él la guitarra, yo maracas].
De la morrita solo sabíamos que se llamaba Dianela [nombre ficticio] y que era de Monclova, así que en los criterios de búsqueda de ICQ le puse el nombre y de ubicación: Coahuila. Me salieron dos resultados.
Una nunca me contestó los mensajes. La otra sí, pero no era la que estaba buscando. Esa Dianela que sí me contestó, y con quien empecé a platicar seguido porque me cayó muy bien, era la hermana de Luisa.
Luisa a veces entraba a ICQ con la cuenta de Dianela, y entonces platicábamos. Así la conocí: de rebote, de chiripa. Ella era de Torreón pero se acababa de cambiar a Chihuahua, así que estábamos en la misma situación, y empezamos a hablar a diario.
Por estas fechas salió el Messenger de Hotmail, y nos pasamos para allá. Como hablábamos todos los días, y yo tenía catorce años, y ella dieciséis, y estábamos bien tontos, nos enamoramos de volada.
Pero era un amor de morrillos, todos tontos ahí, que nomás querían convivir. Cada quien en su ciudad vivía su vida normal: íbamos a la prepa, teníamos a nuestros amigos, ella tuvo sus noviecillos, yo tuve mis noviecillas. Lo único es que seguíamos platicando casi a diario.
Por favor dejen de insultarme, me quedé mimido, en la noche continúo con la historia, que ahorita tengo que ponerme a acomodar unas comitas y poner unos acentitos.
Desde 1999 hasta 2003, cuatro años completitos, nuestra relación fue meramente virtual. No nos habíamos enviado ni una fotito siquiera, nada. Solo platicábamos por chat y a veces nos mandábamos cartas de amor [en forma de lo que la chaviza conoce como «imeil»].
Obviamente, para estas alturas nuestro enamoramiento ya había pasado por muchas etapas. Ya nos habíamos contado todo, nos conocíamos el uno al otro y hasta habíamos adquirido gustos juntos. Teníamos muchas cosas en común.
[Teníamos tanto en común que hasta nos apellidábamos igual: Sol… Salas {apellido ficticio}. Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, íbamos a bromear todo el tiempo diciendo que éramos primos. Algunos todavía piensan que sí].
Para entonces ya habíamos terminado la prepa, yo me había ido a Monterrey, había regresado a Saltillo, cambié de carrera dos veces y estaba por cambiarme una tercera. Lo único constante en mi vida era ella.
En el otoño de 2003 yo vivía en Saltillo, ella en Chihuahua. Un día me dijo que iba a ir a Monterrey a un evento de su escuela, y que si quería nos podíamos ver. Le dije que sí. Me andaba cargando la verga de la emoción, no les voy a mentir.
Manejé de Saltillo a Monterrey. Nos vimos afuera de Cintermex, donde fue su evento. Recuerden: no nos conocíamos, nunca nos habíamos visto, ni en fotografías. Sin embargo, cuando la vi por primera vez, caminando entre la gente, supe que era ella.
Anduvimos toda la tarde deambulando por el parque Fundidora. Todo fue puro jijijí, puro jajajá, pero ni un besillo nos dimos. Nada. Básicamente porque estábamos bien tontos. La fui a dejar a la casa de unos amigos con quienes se quedó y así terminó nuestro día.
[Todavía me acuerdo y me pongo contento. Esto fue algo muy importante para mí, algo que mucho tiempo me hizo feliz, y todavía a veces. Qué bonito es tener recuerdos bonitos. Qué bonito es volver a ellos en tiempos difíciles. Gracias por tanto, Luisa].
En fin. Justo como un mes después Luisa se regresó a vivir a Torreón. Para entonces, yo ya cotorreaba con sus hermanas, sus papás sabían todo de mí, mi familia estaba harta de que yo hablara de ella todo el tiempo…
Así que un día le hablé por teléfono a su hermana, Melisa [ups, se me olvidó cambiarle el nombre a esta, ya ni modo], y le pedí su dirección e indicaciones de cómo llegar a su casa, para ir a visitarla. Como no supo decirme, ME PASÓ A SU MAMÁ.
Ahí estoy yo como menso, recibiendo indicaciones de la mamá de Luisa sobre cómo llegar a su casa y pensando: «Señora, no me conoce, podría estar hablando con un asesino serial, NO ME DÉ SU DIRECCIÓN». Pero sí me la dio. Ya ni mo8. Así que fui.
¿Cómo salió ese viaje? ¿En qué terminó el asunto de la mamá entregahijas? ¿Se consumó al fin el amor cultivado durante ya tanto tiempo? No se pierdan mañana la continuación de esta bella historia. Permitido insultar, pero proivido peliar.
En cuatro años de platicar a diario ya habíamos tocado todos los temas posibles. Sabíamos, por ejemplo, que el jalogüín era una de nuestras épocas favoritas del año, ¿y adivinen qué fecha coincidió con el fin de semana que decidí ir a visitarla?
Así que con mis propios manitos preparé un pastel de chocolate, lo decoré de arañas y gusanos, y cargándolo junto con un costal lleno de ilusiones me fui a visitar a Leslie, A LUISA, QUE DIGA. El fin de semana de jalogüín de 2003 conocí Torreón.
Tenía planeado ese mismo día regresarme a Saltillo, pero luego se hizo de noche y Luisa me dijo que me quedara en su casa, y su mamá también me dijo que me quedara, y yo solo podía pensar: «VAMOS PONIÉNDOLE FECHA A LA BODA, PTM».
[Ahora que lo pienso, qué pedo con la mamá, como que ya le urgía que saliera Luisa. A lo mejor necesitaba un estudio en la casa].
Total que me regresé al día siguiente a Saltillo, ya con el manito bien ido para el enamoramiento, y tenía en mí todos los sueños del mundo. Ah. Pero hasta aquí ni un besillo, eh, ni un agarrón de nalga, nada. Básicamente porque estábamos bien tontos.
Antes de esto yo ya había decidido que me iba a ir a Monterrey a arruinar mi vida… a estudiar filosofía, que diga. Y por estas fechas Luisa me avisó que ella también se iba a ir a Monterrey a estudiar. Imagínense.
Yo ya me hacía comprándole casa [lo cual terminaría pasando, pero diez años después, ya mero llegamos a esa parte de la historia], casándonos por las tres leyes, teniendo ocho hijillos fruto de nuestro amor. En febrero de 2004 llegamos los dos a vivir a Monterrey.
Pero yo no contaba con que Luisa me iba a salir con que ni quería ser mi novia, ni nada. O sea, nomás quería que fuéramos amigos. Me acuerdo y me emperro. ME QUERÍAS VER LA CARA DE ESTÚPIDA, LUISA, NUNCA TE LO VOY A PERDONAR.
Empezamos a vernos casi todos los días porque entramos juntos a una clase de alemán, pero Luisa no se dejaba dar ni un besillo, ni me decía que sí, ni me decía cuándo. Así estuvimos un par de meses, según recuerdo.
Yo a diario le hablaba de las estrellas, del infinito y de la fragilidad de la vida. Le decía que en un mundo sin sentido, lo único importante es lo que existe cuando dos enamorados se miran a los ojos y saben que se aman. Hasta que un día…
Uy, no, no puedo seguir por hoy, ya traigo toda la emoción aquí atorada en el cogote. Me largo a beber. No se pierdan mañana el próximo capítulo de este bonito hilo titulado: «Las historias de amor de dieciocho años no caben en catorce tuids».
Por favor dejen de arrobar a @leslie_solis. Este hilo podría o podría no ser sobre ella. Para eso estoy cambiando todos los nombres en esta historia, para que la incógnita persista para siempre.
Volviendo al chisme: un día, después de uno de mis rollos que le echaba a Leslie [Óhquela] en las bancas de la universidad, nos despedimos, ella se subió al camión, y yo me fui caminando hacia la facultad, de regreso a mis clases.
Ya iba yo todo resignado, como siempre, cuando escucho que alguien me grita. ERA LUISA. Se bajó del camión, corrió atrás de mí y me alcanzó, como en película de esas para morrillas que creen en el amor.
Me dijo que claro que quería ser mi novia, que había estado confundida mucho tiempo por unos problemas que había tenido, pero que por fin íbamos a ser felices y ñiñiñí. A finales de octubre de 2004 nos besamos por primera vez.
Después de cinco años de conocernos, uno diría que a partir de aquí todo sería risas y diversión. Error. Quién sabe qué nos pasó, yo creo que el hecho de que estábamos bien tontos, pero no funcionó nada bien.
O sea, salimos un par de veces, nos dábamos nuestros besillos, pero nomás. Algo nos faltaba, y después de que Luisa se regresó a Torreón en diciembre para las vacaciones de navidad, ya no volví a verla hasta varios años después.
En realidad nunca supe cómo fue que nos distanciamos. Yo asumí que ella había regresado con su ex, y ella no sé por qué dejó de buscarme, nunca le pregunté, ni años después, cuando ya vivíamos juntos. Creo que hay cosas que es mejor dejar por la paz.
El 2005 fue un año medio raro para mí. Quise olvidar a Luisa haciendo puras pendejadas, o sea, más, otras, además de estar estudiando filosofía. También me enfermé de asma. [Los síntomas eran de asma, pero en realidad fue tristeza. Estuve enfermo exactamente una semana, no más].
[Creo que nunca te dije eso, Leslie: Cuando te fuiste aquella vez, me enfermé de tristeza. Todavía muchos meses después, en las noches, pensaba en ti y quería hablarte, pero siempre me pareció que era inapropiado].
LUISA, QUE DIGA.
En fin. En 2007, cuando ya me había rendido en la búsqueda del Amor, empecé a andar con una morra de la facultad, digamos que se llamaba Laura. Hablábamos de Platón, Sócrates y Kant… desde luego que lo nuestro triunfó.
Ah, caray, ya se me pasó mi hora de ir a Netflix para luego mimir. Avísenme. Mañana les sigo platicando de Laura y qué tiene que ver ella con la historia original que les estaba platicando, la de Luisa. Salu2 pelu2. Permitido insultar, e inclusive peliar.
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