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El verdadero valor de una cadena como La Sexta es este: aparentar que hay debate político, cuando se sabe que el formato imposibilita el debate. Solo se trata de lanzar caras y candidaturas, silenciar otras opciones y dirigir la opinión pública.
Nunca se describió mejor que con este vídeo la política de la democracia representativa en la sociedad del espectáculo.
La radio y la televisión siguen dirigiendo la opinión pública en gran medida, a pesar de las redes y los medios digitales. No por casualidad ahí se sigue concentrando el gran monopolio del capital informativo.
Basta que tres o cuatro cadenas lancen cada día sus dos temas de actualidad y sus cuatro caras de referencia para que el resto de la jornada las redes se dediquen a seguir su estela, aunque sea desde la crítica. La agenda y el consenso del marco los dirigen ellos.
La verdadera separación de poderes es entre la democracia y el capital: una democracia con una opinión pública dirigida por la concentración de los medios de comunicación del capital nunca puede ser una democracia ajena a sus intereses.
La estrategia dominante de las grandes cadenas del capital es, por un lado, informativos con noticias breves sensacionalistas que generan alarma e inseguridad y, por otro lado, debates políticos cuyo formato imposibilita cualquier análisis y argumentación fuera de ese alarmismo.
La derecha ha sido siempre favorecida por este tipo de formatos. Puede mostrarse como más agresiva y entonces destaca por ser "políticamente incorrecta" o puede mostrarse como más sonriente con actitud "dialogante", pero siempre siendo derecha.
La izquierda, desde que adoptó el tono conciliador y sonriente, nunca ha podido romper el cerco, tanto de los informativos como de los debates, y solo ha podido quedar relegada al adorno del espectáculo, para que este se refuerce aparentando que hay pluralidad política.
Mientras tanto, las cadenas del capital tienen la iniciativa de la opinión pública, generando tensión, creando alarmismo e impulsando la sensación de inseguridad, según la dirección que interese y el tema que se desee. Cuando interesa se activa todo en un sentido o en otro.
Lo que a todas luces se busca con estos formatos restringidos, tanto en debates como en informativos, es una opinión pública excitada, insegura y expectante, pero nunca formada, reflexiva y argumentada, que se decante por impulsos y reacciones según la agenda de los medios.
Cuando se dice, por ejemplo, que "la base social de una democracia o de un Estado es de derechas", no se presta la debida atención a los mecanismos de conformación de la opinión pública que el mismo capital ejerce a diario con sus medios de formación y comunicación masivos.
No es extraño que en esta democracia del caos a base de impulsos-reacciones y formatos restringidos la revolución conservadora de la (extrema) derecha tenga parte de su recorrido garantizado. No es que sean más inteligentes. Simplemente se acoplan mejor a este diseño del capital.
