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He estado revisando por enésima vez los Playoffs de 1991. Salvo el Game 1 de primera ronda ante New York, por suerte tengo todos los partidos de los Bulls. Y aún hoy ese Jordan me sigue pareciendo el pico histórico que ha alcanzado un jugador NBA.

¿Por qué? Vamos con un hilo.
En aquel Jordan confluyen, de la manera más armónica posible: frescura física, dominio técnico y toma de decisiones. Entre abril y junio de 1991 presenciamos lo más cercano que ha habido a un jugador perfecto de baloncesto.
Para entender qué hizo tan dominante al Jordan del '91 abordaremos el análisis desde dos perspectivas distintas:

- Alcanza la fase decisiva en su evolución física.
- Logra establecer un equilibrio ideal entre integración con el sistema (triángulo) e independencia del mismo.
Verano de 1989. Detroit viene de eliminar a Chicago en Playoffs por segunda vez consecutiva. MJ cumple en lo individual pero se enfrenta a dos problemas:

- Sus compañeros no dan el paso adelante en lo mental.
- Su producción llega a costa de sufrir un notable desgaste físico.
En aquel punto de su carrera Jordan se comporta en la cancha como un diablo de Tasmania. Ligero, veloz y sumamente explosivo. Juega a ras de aire. Los Pistons, sin embargo, le plantean una serie de desafíos que no encontrará en ningún otro equipo. El guion exige ir más allá.
Mientras tanto, un joven preparador físico, con máster en ciencias del deporte, trabaja por un sueldo modesto en el Chicago Health Club. Tiene una pila de ideas novedosas. Tantas que se ha hartado de ofrecerle sus servicios a los Bulls sin recibir respuesta.

Se llama Tim Grover.
Tras meses de intentonas, por fin consigue que le escuchen. Logra acordar una primera reunión con John Hefferon, médico del equipo, y Mark Pfeil, jefe de preparadores físicos. Grover les causa buena impresión y le llaman para una segunda cita.

Esta vez cara a cara con Jordan.
Cita inesperada para el propio Grover y que narra con todo lujo de detalles en uno de sus libros: "Relentless: From Good to Great to Unstoppable".
Grover cumplió con su promesa y diseñó un sofisticado sistema de entrenamiento apodado "Jump Attack". Un programa destinado a mejorar, de manera equilibrada y en varias fases, salto vertical, explosividad lateral y masa muscular. Mezcla ideal para un anotador perimetral agresivo.
Grover insistía en la idea de potenciar el "core strength" (fuerza de núcleo o fuerza matriz) de un jugador, utilizando adecuadamente un sistema de pesas, carreras de resistencia y balones medicinales.

De esta forma, Jordan añadió solidez a piernas, cadera y tronco superior.
Ya para la primera temporada con Grover, la 1989-1990, empezarían a notarse tímidamente los primeros cambios. Pero la transformación real y definitiva no llegaría hasta el curso siguiente, en la 1990-1991.

Así lo atestiguó también Sam Smith en su mítico "The Jordan Rules".
Quizá no resulte fácil apreciarlo en un primer momento, pero si uno estudia con detalle las imágenes, o simplemente coge una muestra de diez partidos del Jordan del '88 y '89, y las compara con otros diez del Jordan del '91, identificará claramente dicho cambio físico.
Obsérvese, por ejemplo, este contraste:

- A la izquierda, Jordan durante los Playoffs de 1988. Fino y fibrado.

- A la derecha, Jordan durante los Playoffs de 1991. De estructura más robusta.
O este otro.

- A la izquierda, de nuevo Jordan durante un duelo de 1988.

- A la derecha, Jordan durante las Finales de 1992.
Realmente, dicha transformación no es exclusiva del personaje en cuestión. Se cuentan por decenas las estrellas que han pasado por un proceso similar. Pero es importante resaltarlo para comprender bien la evolución física y técnica del jugador. Vital en su ascenso a la cima.
Es importante entender, por ejemplo, que dicha transformación potenció su juego al poste. Un recurso añadido que le permitió dosificar sus acciones de cara al aro, castigar más al exterior rival (normalmente menos dotado en lo físico), y adaptarse mejor al triángulo ofensivo.
Un mito recurrente dicta que Michael Jordan incorporó y desarrolló su juego al poste durante el segundo 'threepeat' (1996-1998). Pero no es cierto.

Ya lo tenía de antes.
Jordan castiga una y otra vez a Majerle, KJ y Ceballos con su juego al poste durante las Finales de 1993. Como también abusa así de Drexler en la serie de 1992. Y en 1991 avasalla a tipos como Hawkins o Byron Scott en su camino al título. Todos ellos impotentes ante tal caníbal.
La diferencia reside en que el Jordan del segundo triunvirato utilizó más dicho recurso para compensar cierto (pequeño) declive físico.

El de 1991, por contra, aún se podía permitir el lujo de combinar con más frecuencia facetas diversas de su arsenal.
Realmente, y por ir a lo concreto, el Jordan de 1996 sigue contando con una explosividad manifiesta. Superior a la de casi cualquier otro, pero inferior a los propios estándares inalcanzables que él mismo había situado en años anteriores.
A cambio ganó un segundo nivel de robustez. Otra reconversión impulsada por el duro régimen de entrenamiento al que se sometió en el verano de 1995.

Aún tenía fresca la eliminación ante Orlando y esa sensación de que, por primera vez, sus piernas no le respondían como antaño.
Pero volvamos a lo nuestro. Veamos con más detalle cómo el Jordan del '91 lograba castigar de espaldas al aro. Por ejemplo, esta secuencia, en la que parece que va a salir por la derecha, y acaba realizando un giro rapidísimo e inesperado para ganar la posición en el poste.
O esta otra en la que utiliza la fuerza de su tronco superior e inferior para ir sacándole centímetros en el poste a Hersey Hawkins.
O esta en la que realiza un movimiento explosivo de cadera y deja literalmente congelado al defensor.
Además, era capaz de armar un tiro consumiendo pocos o ningún bote, lo que le permitía dosificar esfuerzos e integrar su producción con el fluir natural del juego. Un hecho que resultará decisivo para el éxito de los Bulls y que detallaremos más adelante.

Aquí tras un bote.
Aquí sin ningún bote.
De resumir en cinco las claves que marcaron el juego al poste de MJ, citaría:

- Fuerza para ganar la posición. Contacto con el defensa.
- Velocidad, explosividad y coordinación en cadera + juego de pies.
- Elevación.
- Separación.
- Interpretación en pocos segundos.
Habiendo tratado ya el tema de la evolución física, pasemos ahora a la otra cuestión que citaba en el segundo tweet de este hilo: su renovada relación con el sistema.
Es probable que, tan pronto como en 1988, Michael Jordan ya se hubiera asentado como el jugador más decisivo de la NBA. Al menos en términos individuales.

Se le reprochaba, no obstante, su incapacidad para ganar y elevar a los demás.
Un juicio hostil que le situaba como menos preparado para el baloncesto de 5x5 que abanderaban Bird y Magic. Dos ejemplos de talento puesto al servicio del interés colectivo. Los dos mejores que podían ponerse, de hecho.

Esa comparación le quemaba por dentro.
Juicio que alimentó su furia y frustración con compañeros, entrenadores y directiva (Krause como diana recurrente); y que al mismo tiempo resultaba injusto por ignorar el contexto que rodeaba a cada jugador.

No trabajaban con las mismas armas y bajo las mismas condiciones.
No obstante, y pese a la realidad de su situación, aquella acusación encerraba una mínima parte de verdad. Jordan podía llegar a morir de éxito. Ser tan condenadamente bueno que resultara hasta contraproducente.
Dicho de otro modo, debía encontrar una manera de seguir siendo el mejor, pero sin oscurecer al resto. Por ejemplo, y sin ir más lejos, imaginar una manera de ser igual de productivo concentrando menos balón.
La idea (vía Doug Collins) de colocarle como base a tiempo completo en la segunda mitad de 1989 había dado su resultado en el corto plazo. Así lograron reconducir al menos un barco claramente a la deriva.

skyhook.es/2018/02/el-bas…
Pero, a largo plazo, tal recurso no podía subsistir. Concentrar cada vez más el balón en unas mismas manos convertía al equipo en previsible. Suficiente ante la mayoría de rivales, pero un pecado imperdonable ante sistemas defensivos como el de Detroit. Hacía falta más.
Así se entiende el fichaje de Jackson, destinado a implantar un sistema más flexible, imprevisible y democrático: el triángulo ofensivo. Todo con la inestimable ayuda de Tex Winter, que ya venía trabajando para el equipo desde hacía años.
Convencer a MJ para la causa no fue tarea sencilla, repentina o lineal. Solo la validación del campeonato relajó un tira y afloja que alcanzó su mayor tensión durante esos dos primeros años: 1989-1990 (transición) y 1990-1991 (asentamiento).

*The Jordan Rules (p. 53-54)*
Una de las claves para alcanzar dicho objetivo fue el perfeccionamiento de su juego sin balón. Aún hoy, uno de los aspectos más extrañamente infravalorados de Michael Jordan, y uno que sin duda define su legado en la pista.
La maestría de Michael en la dimensión 'off ball' del baloncesto, que alcanzará en 1991 y se mantendrá intacta desde ese punto en adelante, explica buena parte de su éxito.
Explica, por ejemplo, por qué era capaz de mantener su ratio de productividad/eficiencia en Playoffs, o por qué resultaba tan difícil de defender incluso en contextos de alta presión competitiva.

Le dotó de portabilidad y le permitió ser muy resiliente a los cambios.
De entre los anotadores de alto volumen que ha dado la historia de la NBA, es sin duda uno de los que mejor juego sin balón ha tenido. No fueron pocas las actuaciones en las que al menos la mitad de su producción llegó así.

Hace tiempo que vengo preparando un vídeo sobre esto.
En cualquier caso, y ya que estamos con el Jordan del '91, vamos a ofrecer una serie de ejemplos. Como este, en la que muestra su habilidad para moverse sin balón cuando los Bulls ejecutan el 'flash post', una secuencia muy típica del triángulo.
O esta otra precisamente ante Detroit en Finales de Conferencia, en la que aprovecha el amago y cambio de dirección de Pippen, y se vale del bloqueo indirecto para salir, recibir y tirar.
O esta en la que se vale de dos bloqueos indirectos para ejecutar.
Pero como ya especifiqué al inicio, en el Jordan del '91 confluyen todo tipo de recursos y formas de atacar. Cuando el equipo necesitaba que se saliera del sistema y asumiera el mando lo hacía.

Como este mítico tiro ante Divac para forzar la prórroga en el G3 de las Finales.
Cabe destacar que, incluso en secuencias tras bote, los Bulls se ordenaban de tal manera que pudiera atacar desde mejores ángulos y desde posiciones más eficientes.

Observad aquí como Pippen se aparta ligeramente hacia la izquierda para optimizar el 'spacing' del equipo.
Es decir, seguía siendo 'good ole Jordan' en muchos sentidos, y seguía atacando tras bote con la misma ferocidad de siempre. Solo que dosificándose más y evitando convertir cada partido en un monólogo interminable.
Cabe destacar también el excelso nivel en la interpretación del pase que alcanza en los Playoffs de 1991. Ya venía siendo un buen pasador desde mucho antes, pero insisto, ahora lo combina mejor con otros aspectos del juego, y lo hace amasando menos.

La toma rápida de decisiones.
Observad lo poco que necesita para comandar una transición y enviar un pase preciso a Horace Grant desde mitad de la cancha. Fluye con el juego.
Atentos a esta manera de repartir desde el poste cuando ve que llega la ayuda.
O esta ejecución del pick'n'roll con Cartwright también ante Detroit en Finales de Conferencia.
Huelga decir que en las Finales del1991, el balance de asistencias totales repartidas por Magic y Jordan fue de 62 a 57. Es decir, repartió solo cinco menos que el mejor playmaker de la historia, asumiendo al mismo tiempo una alta carga anotadora.

Un auténtico clínic ofensivo.
Y de paso le servía también para redimir aquel viejo discurso que le había perseguido desde los últimos ochenta. No hubo ninguna otra versión que equilibrara mejor: anotación, playmaking, toma de decisiones y fluir con el sistema.
Por último, habría que hablar de su sempiterno derroche atrás. Otro mito afirma que Jordan sufrió durante toda la serie ante Magic, pero no fue exactamente así.
Es cierto que en el primer partido, los Bulls cometieron el error de enviar el doble equipo solo cuando Magic ya había ganado la posición en el poste. De ahí que Jordan sufriera para frenar a un base de ese tamaño y que ejercía tal gravedad ofensiva.

Demasiado que pedirle.
Aquí vemos otro ejemplo de lo comentado. En esta ocasión Chicago ni manda la ayuda, y se encomienda a la defensa en 1 vs 1 de Jordan, que no puede frenar a un Magic que termina sacándole la falta.

Aunque le hace trabajar mucho para sacar cada punto.
La estrategia empieza a cambiar en el segundo encuentro. Ahora Pippen y Jordan se alternarán en la defensa frente al base (para dosificar esfuerzos), cansando mucho más al jugador (Pippen contaba con más tamaño para desgastarle), y enviándole 'traps' por toda la cancha.
Combinando 'traps' con presión a toda cancha para impedir que le llegue siquiera el balón, los Bulls aplican mejor que nunca la "Doberman Defense". Un estilo patrocinado por Johnny Bach, asistente de Jackson, y que tiene a Pippen, Jordan y Grant como puntas de lanza.
El plan requiere, por ejemplo, que a partir del tercero Jordan deba emparejarse en algunas secuencias con Divac. Un pívot muy móvil, de alta capacidad técnica, pero aún sin hacer en lo físico (pese a su contribución ofensiva en esa serie).

Fijaos en esta defensa al poste.
Fijaos cómo Pippen y Jordan presionan la salida del balón en esta jugada. Pippen evita que Magic pueda recibir la posesión, y Jordan no le concede un respiro al pobre Divac.
En otras ocasiones Jordan se emparejará con Worthy, logrando realizar también una muy buena presión defensiva en el poste bajo.
No obstante, cabe resaltar que en la prórroga del G3, y con Pippen eliminado por faltas, Jordan y los Bulls se las apañaron para impedir que Magic realizara una sola contribución. El base registró 0 puntos, 0 rebotes y 0 asistencias en el tiempo extra.
Realmente, y atendiendo a la más pura verdad, no se frena a un perfil como Magic empleando únicamente una defensa individual. Nadie puede. Hace falta un esfuerzo colectivo que combine 'traps' constantes, ayudas, rotaciones e intercambios en la marca.
Por lo demás, en aquel Jordan queda reflejado también las maravillas de un 'two way player' que no tiene miedo a asumir semejante esfuerzo en las dos dimensiones del juego: ataque y defensa. Además, su resistencia ha aumentado con respecto a 1988, 1989 y 1990.

Se cansa menos.
El programa diseñado por Tim Grover ha funcionado, y ahora sí, sin ningún genero de duda, el escolta se ha convertido en una verdadera arma de destrucción masiva. El campeonato es la consecuencia más lógica.
Algunos meses más tarde, en diciembre de 1991, e inspirados por la racha de juego mostrada en junio, Sports Illustrated nombra a Jordan "Sportsman of the Year".
En aquel reportaje, salido de la mítica pluma de Jack McCallum, surgen varios párrafos que, si bien pueden estar sujetos a la hipérbole, reflejan el poder que proyecta el Michael Jordan jugador. El grado de maestría que ha alcanzado en todos los aspectos del juego.
En este otro reportaje de Sports Illustrated, escrito en junio de 1991 nada más acabar las Finales, se habla en los siguientes términos:
En suma, una actuación para el recuerdo que, como citaba en el tweet inaugural, me parece el pico histórico individual que ha alcanzado un perfil NBA. Más allá de números y promedios brutos, es esa mezcla perfecta entre dominio físico, técnico y mental lo que la encumbra.
Así mismo recomiendo seguir la trayectoria de aquel Jordan partido a partido, y cómo logró encontrar formas de diversas de castigar a los sucesivos rivales que se fue encontrando: New York, Philadelphia, Detroit y Los Angeles.

Hasta aquí el hilo. Espero que lo hayáis disfrutado.
Un último aporte que no podía faltar aquí: el 'The Move' en el G2 ante Los Angeles. No fue su cuadro más bonito, tampoco el más necesario, pero pocos mejores en valor simbólico. Un puñetazo encima de la mesa: "Aquí estoy. Este soy yo. No tengo rival".

Los noventa empiezan ahí.
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