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Ni la necedad de menospreciar lo hecho por River, ni la exageración por sobrevalorar futbolísticamente su rendimiento frente a Paranaense. De todas maneras, es innegable que sigue siendo el equipo sudamericano más serio en las grandes citas.
River sofocó a Paranaense la primera media hora. Con Ponzio de líbero, soltó de extremos a Montiel-Angileri y abrió la cancha para que pasillos interiores aparecieran. Pratto y Nacho, especialistas en aprovecharlos mientras Borré fijaba centrales.
Difícil ser dominante los 90’ en el fútbol actual. River, en los tramos que lo hizo, fue más que Paranaense. En parte porque los de Nunes soltaron a Ruben-Lucho y Rony se ocupó más de defender, quedando lejos para generar alguna amenaza al espacio. Armani detuvo los sobresaltos.
El segundo tiempo, entre la ansiedad y el recambio, mostró a un River menos lúcido y que, por momentos, apostó al ida y vuelta. Paranaense se mostraba cómodo en el repliegue. En un partido largo y de (ya) equipos largos, el local relució su físico a los 91’.
Gallardo es un enorme estratega. Pero, más allá de lo táctico, es el componente anímico y físico el que lleva a River a prevalecer casi naturalmente en este tipo de partidos. La postura psíquica es devorarse al rival: su condición técnica y física lo traducen en volumen de juego.
Creo que esta reflexión de Claude Puel, entrenador francés, en El País sobre hacia dónde se encamina el fútbol, salvando las distancias, explica porqué River hace la diferencia en citas pesadas. 
