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18 de agosto 1991, 3.40 de la madrugada. Gil llega al puerto de Marbella y pasea entre jóvenes que llenan los bares. "Drogadictos", les grita. Cada circo escondía un plan para un edificio ilegal. Mirad el mapa de cómo dejó Marbella, como contamos en #PlayaBurbuja HILO👇#ElPionero
Este es el mapa elaborado para #PlayaBurbuja tras meses de trabajo. Son los edificios ilegales de Marbella. Según el cálculo de @datadista siguiendo el Plan de Ordenación Urbanística de 2011, anulado por el Supremo, se dieron licencias para construir 38.439 viviendas ilegales.
Aquella noche, Gil había salido a las tres de la madrugada del hotel Don Carlos, donde se celebraba una fiesta de la Cruz Roja a la que acudió en calidad de alcalde de Marbella. Lo era desde que meses antes había arrasado en las urnas. 19 concejales de un total de 25.
Todo estaba listo en el puerto. Vehículos de una empresa de seguridad privada, de la Policía Local, prensa, TV esperaban a Gil.
"¡Qué cara de borracho tienes, chaval! ¿Cuánto dinero te has gastado hoy en drogas? Sois la escoria y voy a terminar con vosotros. Borrachos babosos."
El ambiente se fue caldeando. Los jóvenes empezaron a unirse en un grito hacia Gil: "¡Fascista, fascista!" Un fotógrafo agredido, una cámara de televisión lanzada al suelo por un manotazo del chófer de Gil. Un vaso de güisqui lanzado contra el alcalde. Carga policial.
En medio del caos, Gil se subió a su coche oficial. Antes de marcharse, cuentan las crónicas, gritó: "Ya tengo lo que quería. Ya he demostrado que todos estos son unos delincuentes".
¿Era eso lo que quería?
Claro que no.
(FOTO: Rafael Díaz/EFE, publicada en Playa Burbuja)
Gil quería trasladar la zona de copas a la playa conocida como Banana Beach. ¿Para qué? Para ocupar el espacio y empezar a negociar su venta a un promotor inmobiliario. El primer paso era cerrar los bares del puerto. Después, instalar unas carpas en Banana Beach. Luego, el trato.
Ahí entraba en acción el verdadero cerebro del reparto del suelo marbellí: Juan Antonio Roca, gerente de la empresa municipal que se encargaba de mediar entre promotores y concejales para que los planes de los primeros obtuvieran el visto bueno de los segundos. ¿A cambio de qué?
Esa es la clave de lo que descubrió la Operación Malaya. Lo que escondían los archivos excel que vio el fiscal Juan Carlos López Caballero cuando, en julio de 2006, recibió una llamada que le dijo:
- Tienes que ver una cosa.
Quedaron en la cafetería de un corteinglés.
- Ábrelo.
Habían pasado tres meses desde los registros que había visto España entera en prime time. Fincas, joyas, una tigresa, arte, ganaderías, armas, helicópteros. El espectáculo había vuelto a ocultar lo realmente importante, escondido en archivos informáticos y en un maletín.
Los archivos Excel encontrados en Maras Asesores mostraban los trasiegos de dinero que habían ido hilvanando el desastre urbanístico de Marbella. La entrada en la caja procedente de un promotor, la salida con destino a cada concejal, identificados con siglas, fechas, cantidades.
El maletín, un Balenciaga de piel marrón, lo llevaba agarrado como si le fuera la vida en ello Salvador Gardoquí cuando el agente de la UDYCO le dijo que se lo entregara. Era la versión marbellí de lo que años después Correa llamaría el "puto pendrive" de la Gürtel. La prueba.
Gardoquí, el contable de Malaya, escondía en su maletín las últimas páginas manuscritas de los pagos que le iba dictando Roca. Aún no le había dado tiempo a pasarlas al Excel de Maras Asesores. Misma estructura, mismas siglas y nombres pero de su puño y letra.
¿Fue la Operación Malaya un éxito?
La respuesta está aquí 👇
Y aquí, en este mapa elaborado por @datadista para #PlayaBurbuja en el que se ven, en rojo, las viviendas construidas en la época del GIL en Marbella. 👇
Y, por si hubiera dudas, nos lo reconoció el propio fiscal jefe de Málaga, Juan Carlos López Caballero, responsable de Malaya, con quien hablamos durante la investigación de Playa Burbuja.
Para lo que sirvió Malaya fue para descubrir la máquina de hacer dinero con el ladrillo en que se convirtió Marbella y para aflorar la riqueza que amasó Roca gracias a esa máquina. También para sacar a la luz nombres de algunos de los promotores que participaron de la fiesta.
Citemos uno: José Ávila Rojas. No solo apareció en los archivos que descubrió Malaya. Estaba en el final de la fiesta y en el principio. Fue quien construyó las 297 viviendas a menos de 23 metros de la orilla, invadiendo zona verde en Banana Beach. ¿Recuerdan el numerito de Gil?
La operativa se repitió una y otra vez. Ocupar el espacio, buscar promotor. También con Carmen Suárez, a quien le construyeron un edificio de 12 plantas a menos de un metro de la barandilla de su terraza. Su historia, en Playa Burbuja.
El GIL construyó viviendas en suelo destinado, según el Plan General de Urbanismo en vigor, a colegios, a residencias, en zonas verdes, en dominio público marítimo terrestre, en viales. Marbella creció desequipada, sin servicios adecuados. ¿Dónde estaba el Estado de derecho?
Aquí nos lo contaba Rafael de la Fuente, directivo histórico del sector turístico marbellí. En su memoria guarda desde los tiempos en que Banús quiso construir rascacielos y Hohenlohe le paró los pies, hasta nuestros días.
Mientras jueces, fiscales, Junta de Andalucía y Gobierno central miraban para otro lado, hubo héroes que se la jugaron en ese mundo controlado por el GIL al margen del Estado de derecho que describe Rafael de la Fuente. Que no se borre su historia. Tomen nota 👇
Inmaculada Gálvez, abogada. Conoció al periodista Félix Bayón, ya fallecido, en 1996, en una cena en casa de amigos comunes. Pegaron la hebra casi nada más verse, en una infinita conversación sobre lo que estaba ocurriendo en Marbella desde la llegada del GIL.
Gálvez había comprobado que la zona en la que habían empezado a construir junto a su urbanización, después de quitar la zona de copas que habían instalado temporalmente, era zona verde según el PGOU e invadía dominio público marítimo terrestre. Adivinen dónde era: Banana Beach.
Ella y Bayón fueron casando con el Plan General de Urbanismo cada edificio de los que iban creciendo como champiñones en Marbella desde la llegada del GIL. El Código Penal había introducido el delito urbanístico en 1995. Decidieron inaugurarlo. Empezaba la guerra.
La primera denuncia fue Banana Beach. Vendrían otras muchas. Cuando Inmaculada Gálvez se dio cuenta de que el PSOE marbellí utilizaba todas sus consultas para su propia guerra contra Gil, decidió junto a Bayón presentar más de 40 denuncias de golpe. Fue en el verano de 1998.
Ese año es muy relevante en la historia de la lucha contra el gilismo gracias a otro de los héroes que se enfrentó a la mafia marbellÍ: el juez Santiago Torres. Recién llegado a Marbella, Torres vio lo que nadie parecía ver.
Que el GIL estaba transformando Marbella a base de construir en todo suelo libre al que pudiese sacar ganancia, independientemente del destino que se hubiera dado en el Plan General a ese suelo. (IMAGEN 1956 vs 2003)
El 6 de octubre de 1998, la Guardia Civil se presentó en las obras del edificio que Belmonsa estaba levantando junto a la casa de Carmen Suárez. Llevaban la orden del juez Torres de paralizar la construcción. La primera obra que le paraban a Gil desde su llegada a la alcaldía.
El Plan vigente decía que aquel suelo junto a la casa de Carmen ocupaba zona verde, vial público y en esa zona solo estaban permitidas dos alturas, no 12, como pretendía construir Belmonsa.
El 24 de diciembre de 1998, cuando la familia de Carmen se preparaba para celebrar la Nochebuena, un fax entró en el despacho de Inmaculada Gálvez. Un fax que nadie vio hasta después de las fiestas y que decía que las obras de ese edificio de 12 plantas se reanudaban.
La juez decana de Marbella, Pilar Ramírez, la gran archivera del urbanismo de Gil, retiró al juez Torres del caso y se lo entregó a la titular del juzgado de instrucción número 1, María Luisa de la Hera.
Pilar Ramírez, se quedó con la mayoría de las denuncias diciendo que todas eran el mismo caso. Y empezó a archivarlas en tromba. Fue recusada y expulsada de la carrera judicial en el año 2000 por los negocios inmobiliarios que su familia tenía en Marbella.
El Supremo rebajó la pena a cuatro años de suspensión. En abril de 2015 volvió a la Audiencia de Málaga.
Gil inició una persecución contra Santiago Torres que casi le costó la salud al juez, quien fue también el que inició en 1998 el 'caso camisetas', que derivó en la inhabilitación de Jesús Gil por el Supremo, es decir, en firme, en 2002.
Entonces el Grupo Independiente Liberal, el GIL, decidió que fuese Julián Muñoz quien se pusiera al frente del partido y se presentase a las elecciones. Y ganó. Pero alguien que no estaba en el guión de Gil y Roca apareció en escena: Isabel Pantoja.
La tonadillera, con muy buenas relaciones en la Junta de Andalucía, recomendó a su pareja, Julián Muñoz, que pactase una salida a la situación insostenible de los edificios ilegales de Marbella. Porque la firma de Muñoz estaba por todas partes. Gil se quitaba de en medio siempre.
Y surgió la idea de un nuevo Plan General de Urbanismo, uno que regularizase todo lo ilegal de Marbella (recordad el mapa). Se encargó al arquitecto jerezano Fustegueras, tan del gusto de Manuel Chaves que llegó a proponerle que se presentase por el PSOE a la alcaldía de Jerez.
A Jesús Gil y a Juan Antonio Roca, que seguían gobernando Marbella desde el Club Financiero de Marbella aunque las banderas colgasen de la Plaza de los Naranjos, aquel acuerdo, que incluía dejar caer a Roca, les gusto entre nada y nada de nada. No se iban a estar quietos.
¿Recuerdan al alcalde de Estepona, el del tobogán de 28.000€ que duró 24 horas? Pues ojo porque José María García Urbano, el alcalde más votado de las pasadas elecciones, entra en escena en este momento de la historia del gilismo: 3.20h de la madrugada del 1 de agosto de 2003.
García Urbano daba fe, en su notaría de Estepona, de que las firmas estampadas en los papeles sobre su mesa correspondían a los concejales de Marbella que sumaban una mayoría capaz de armar una moción que arrebatase la alcaldía a Julián Muñoz. El colofón a una larguísima jornada.
Una jugada que había empezado a la una de la tarde del día anterior en el Club Financiero de Marbella, donde Jesús Gil había convocado a los concejales firmantes de la moción para orquestar la operación.
Los enfrentamientos entre concejales empezaron ya por la tarde en el Club Financiero, pero la tensión alcanzó su cota máxima en la segunda cita, la que se inició a las nueve de la noche en una notaría de Estepona, con su notario, José María García Urbano, testigo del sainete.
- Es Gil - le dijo Juan Antonio Roca a José Luis Fernández Garrosa pasándole el teléfono.
- Soy alcalde o me voy- le dijo este al aparato. - ¿Yagüe?... Dice que es ella o se va- añadió.
Luego escuchó unos segundos y colgó.
- Dice Jesús que no le toreamos más.
Sonó otro teléfono. Gil llamaba a otra concejala, Carmen Revilla.
Gil: ¿Qué pasa?
Revilla: Que no quieren votarla, alcalde.
G: Pues votad a Garrosa.
R: Marisol dice que tiene que ser ella.
G: Pero son unos mercenarios, no les importa nada. Convéncelos.
Juan Antonio Roca, cerebro de la corrupción urbanística marbellí que destapó Malaya, entraba y salía de uno de los despachos de la notaría. Hablaba con unos, con otros. A las 3.20 de la madrugada, se ponía sello al acuerdo. Siguiente paso: desaparecer de Marbella hasta la moción.
Las mociones chuscas de este país vienen precedidas de extrañas desapariciones temporales de los firmantes hasta el día del Pleno. Pasó en Benidorm, con la moción que le dio la alcaldía a Zaplana, pasó en Marbella. Unos se fueron a Altea en coche; otros, a Lisboa en avión.
Cuando se encontraron en el Hotel Lisboa Plaza, se sintieron seguros. Tanto que llamaron a los de Altea para que se uniesen a ellos en la capital lusa. No les duró mucho. Antes de reagruparse los descubrió la prensa. Cogieron varios coches. Nuevo destino: Madrid.
Una vez todos allí, en un reservado del Asador Donostiarra, los visitó Roca para calmarlos. No se quedó a cenar pero les prometió 20 millones de pesetas por cabeza. Financiaba, dijeron en el juicio, el gran propietario de suelo de Marbella, el millonario Judah Eleazar Binstock.
El 13 de agosto de 2003, tras hacer escala en Sotogrande, los concejales desaparecidos (8 del GIL, tres del PSOE, tres del PA) llegaban en autobús a las 10.30 horas al Ayuntamiento de Marbella y eran escoltados para que no los lincharan antes de entrar al Pleno.
Tras oír que le quitaban el cetro de alcalde en aras de la transparencia, el consenso y el pluralismo político, Julián Muñoz, que si había pactado con la Junta era por no acabar cargando con toda la culpa de los apaños urbanísticos en los que había estampado su firma, estalló.
Muñoz sabía mucho de lo ocurrido en la notaría de Estepona, incluidas las reuniones de Roca con concejales. Por eso se dirigió a ellos allí, en público, refiriéndose a Roca: "¿Les dio mantequita el día de la notaría, cuando estuvieron encerrados los tres solos?", preguntó.
Cuando se dio cuenta de que estaba descubriendo el pastel marbellí, rectificó lo que pudo:
"Que conste en acta que me refiero a la mantequita colorá, que en las reuniones se pueden dar bocadillos, golosinas, chocolatinas y lo que haga falta..."
En acta constó esto y lo anterior.
El 29 de marzo de 2006, el juez Miguel Ángel Torres ordenaba los registros que destapaban la Operación Malaya. Llevaba investigando meses en el más absoluto secreto. Ni había abierto registro. Usó el número de un caso archivado porque sabía que los juzgados estaban agujereados.
La instrucción, dice el fiscal, tuvo viento a favor. Todos los que habían mirado para otro lado quisieron parar a Gil. Julián Muñoz, en su libro 'Julián Muñoz: la cruda verdad', dice que Gil había "empezado a llamar hasta perros judíos a sus antiguos amigos de la Junta y del PP".
Gil ya no se conformaba con ir creciendo por otros municipios malagueños. Ni siquiera con Ceuta y Melilla. Amenazaba con presentarse a las elecciones generales. Eso fue demasiado para el bipartidismo, que le dejó hacer durante décadas, indulto incluido.
Aquí, el BOE que recoge el indulto a Jesús Gil decidido en consejo de ministros el 17 de marzo de 1994, que firma el socialista Juan Alberto Belloch y que permitió a Gil presentarse a su segunda elección como alcalde de Marbella.
Era el segundo indulto que recibía Gil. El primero se lo concedió el dictador Francisco Franco, tras el hundimiento de un complejo turístico en Los Ángeles de San Rafael que sepultó las vidas de 58 personas y dejó heridas a 147.
Alrededor de 500 comensales, convocados para celebrar el aniversario de la presencia en España de la holandesa SPAR, sintieron que el edificio se deshacía bajo sus pies. Los testigos dijeron que la argamasa estaba aún fresca. (FOTO: EFE, publicada en Playa Burbuja)
¿Qué ha pasado con las personas que, como Carmen Suárez, sufrieron el gilismo? Más de 100 causas quedaron fuera de la macrocausa de Malaya. Entre ellas, la de Carmen. Roca y Muñoz ni se esforzaron por defenderse cuando llegó el día del juicio. Habían pactado con el fiscal.
El abogado de Roca dijo que estaba muy cansado de tanto juicio. Venía de otro por haber comprado la voluntad de un juez, poco antes de destaparse Malaya, para que parase un programa de televisión sobre su patrimonio.
Roca y Muñoz reconocieron los delitos y recibieron a cambio una reducción de la pena. Además, al considerarse delito continuado, la pena máxima de las causas al margen de Malaya se redujo a multiplicar la máxima por tres. Como si solo hubiera tres edificios ilegales en Marbella.
La historia del gilismo y de lo que ha sufrido Carmen Suárez, de la lucha de su abogada, Inmaculada Gálvez, y cómo se ha comportado el Ayuntamiento de Marbella posterior a Gil con tal de no indemnizar a los afectados, la puedes encontrar aquí 👇datadista.com/playa-burbuja/…
A principios de 2016, cuando empezamos a detectar que el ladrillo despertaba en este país tan castigado por el estallido de la burbuja, iniciamos un viaje en moto por el litoral mediterráneo peninsular que derivó en una investigación de 2 años recogida en el libro Playa Burbuja.
Gracias a los mecenas que nos ayudasteis a convertirlo en libro y quienes lo compráis seguimos haciendo el periodismo en el que creemos. Aquí puedes comprar Playa Burbuja. Que la historia no se borre. Porque el ladrillo vuelve y no ha aprendido la lección. tienda.datadista.com/products/playa…
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