Thread by @Karen_H_W

Con este twit empiezo mi participación en #veranoderelatos con esta historia titulada EL BOSQUE DE LA MAGIA y inspirada en las fotos número 1, 2, 3, 4, 5, 6, 8 Y 10.
Quería ponerlas todas pero el tren y la carretera no han acabado de cuadrar en una historia de fantasía 😅.

Todas las buenas historias empiezan una noche oscura y tenebrosa. Pero hay noches en las que la #magia tiene demasiado poder para enfrentarse a ella, porque la oscuridad ataca con uñas, colmillos y zarpas, y con todo lo que tiene a mano.

Aquella noche las estrellas brillaban sobre el bosque sombrío y la luna se irradiaba sobre todos los seres que asomaban fuera de sus madrigueras.

Unas estrellas de brillantes lágrimas marcaban el camino, pero Naya se resistía porque sabía que al final siempre hay pérdidas que llorar. Caminaba junto a la loba dejando que sus pies arrastraran las hojas caídas en un susurro crepitante.

Se alejaban de la guerra, pero iban a combatir contra su corazón. Si conseguían llegar al centro del bosque, podrian vencerla y la paz volvería a reinar.

El Mago no las iba a dejar escapar con tanta facilidad. Se había apostado en mitad del camino y las vigilaba con una sonrisa vil bajo su sombrero de pico. Con el gesto de una sola mano la luna se eclipsó tras un astro oscuro.

Un frío glacial se apoderó del bosque. Naya tiritaba con tanta fuerza que el arco resbaló de sus manos. El mago acentuó su sonrisa, aunque nadie lo vio porque el bosque se hallaba inmerso en la negrura.

Naya sintió el frío haciendo hueco en sus entrañas, congelando no sólo sus extremidades y su cuerpo, sino su sangre, sus huesos y hasta su corazón. Dejó de buscar el arco, de acercarse a la loba para que la calentara. Ya no buscaba nada.

El corazón de Naya, cada vez más frío, dejó de latir. Un manto de nieve cubrió el bosque y cubrió su cuerpo, a la loba, y al mago que mantenía la sonrisa en lo oscuro.

Cuando Naya quedó semienterrada por la nieve, el mago se alejó. Su trabajo estaba hecho, había frenado aquella magia diferente y Naya moriría bajo el hielo. La magia sería solo suya y el mundo quedaría a sus pies.

Pero la loba no lo permitió. Se lanzó contra el mago con las fauces abiertas y clavó sus dientes en el brazo alzado del mago que se protegió con una lluvia de escarcha.

El hielo, afilado como puñales hirió el lomo de la loba y le provocó heridas difíciles de sanar. Pero si el frío no había conseguido despertar a Naya, el aullido de dolor de su loba sí lo consiguió.

Bajo una capa de hielo y escarcha Naya empezó a crear un pequeño haz de luz. Ahuecando las manos, dejó que el poco calor que le quedaba se concentrase en ellas.

Una enorme bola de fuego salió despedida de las entrañas del bosque derretiendo el hielo, la nieve y la escarcha, alejando la oscuridad. Pero eso tampoco borró la sonrisa del mago que ya se había alejado.

Naya se levantó y buscó la loba con la mirada. Su amiga y compañera de batallas yacía tendida bajo un roble, sobre un lecho mullido y húmedo de hojas antiguas y frías.

Naya la cubrió con su cuerpo, esperando que el calor escaso fuera suficiente para ella. Deseando que se derritieran los fragmentos de frío incrustados en el interior de su compañera.

La loba no respondió a sus caricias ni a sus palabras, a sus abrazos ni a sus gritos de ánimo. Naya agarró su cabeza inmensa y la acunó. Su pequeño cuerpo no podía darle el calor que necesitaba, pero el bosque tenía calor a pesar de estar cubierto de escarcha.

Con un último esfuerzo, Naya recogió las briznas de calidez que encontró en cada rincón del bosque. En el latido de un conejo, en las plumas de un cuervo, en la madriguera de unos tejones y lo llevó hasta la loba. Después se tumbó sobre ella para evitar que se escapara.

Y así, manteniendo el calor y esperando que fuera suficiente para vencer el poder del Mago, Naya se durmió. Cuando despertó la loba ya no estaba, en su lugar había un hada de su mismo tamaño que sonrió con ternura. Por fin había vuelto a sus brazos.

Juntas caminaron lo que les quedaba hasta el corazón del bosque. Sabían que el mago les impediría el último paso, pero juntas nada podía detenerlas. Ya lo habían intentado conviertiendo a Rhea en una loba. Y el amor de Naya le había devuelto su forma.

En el centro del bosque, el portal que había traído el frío infernal y con él todas las desgracias de la guerra, se abría al mundo en un claro entre los árboles. Naya apuntó con su arco al centro mismo y tensó la cuerda.

El Mago salió de entre las tinieblas con su sonrisa vacilante al ver a Rhea. No esperaba que Naya pudiera devolverle la vida después de haberla penetrado con el frío. Desconocía el poder del amor.

Cuando Naya soltó la flecha, el Mago lanzó un último hechizo para congelarla en el corazón del bosque, pero Rhea fue más rápida y se interpuso. La flecha atravesó su forma y llegó al corazón del bosque.

El portal se movió en círculos aspirando todo a su paso antes de cerrarse: el frío y la nieve, la escarcha y el duelo, pero también el bosque y todos sus animales.

Naya no vio como vencía al portal, y tampoco que su flecha cerraría las puertas y se llevaría al Mago, a su sonrisa y sus planes, porque Rhea yacía desecha a sus pies…. Sin vida.

Les habían robado el bosque y ahora sólo había dos figuras en mitad de la nada oscura, un hada sin vida y otra sin alma para seguir viviendo.
FIN