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–Espero que no te moleste el atrevimiento –dice–. Yo sé mucho de esto, y esta stout es de lo mejor. Probala, en serio+
–¿Y tus compañeros de trabajo? –indago.
–Son todas minas, y una más tarada que la otra –contesta. (+)
–No te lo tomes a mal, eh. Son nada que ver con vos que sos una divina total.
Sonríe. Cruza su mano hasta mi lado por encima de la mesa (+)
–¿Vamos? –le pregunto, sin preguntar realmente, a Mr. Stout que todavía se está tratando de limpiar los zapatos.
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–No dijiste que fueras médica –larga como si eso me añadiera cierto valor agregado.
–Es que casi no ejerzo ya –miento.
–Pero tenés matrícula y sello igual.
No pregunta. Afirma. Afirma y casi se relame.
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–Claro –respondo y me arrepiento al instante de no haber inventado que se venció.
–¿Y qué te parece si me hacés un certificado para el trabajo y nos vamos a seguir en la cresta de la ola toda la noche? –propone con cierto brillo en los ojos muy distinto al del chico ahogado+
–Disculpá –contesto–, dejé el sello en casa.
–No pasa nada. Te acompaño y lo buscamos –sigue con un guiño de ojo.
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–Gracias –contesto–. Quedé agotada con lo de recién. Lo dejamos para otro día mejor.
Le guiño el ojo y sonrío igual que él. (+)