Thread by @dardogasparre

En una de mis otras vidas, antes de intentar salvar a la humanidad desde la opinión periodística, trabajé muchos años comercializando comestibles. En esa tarea, la lucha por un lugar en la góndola era terrible. (Hilo anecdótico)

Las empresas competíamos por el espacio en cada frasco, cada tarro, cada botella, cada frente. Los repositores se enfrentaban cuerpo a cuerpo para conseguir más lugar para sus marcas. Los supermercados a su vez querían decidir cuáles marcas privilegiar en su exhibición. (Sigue)

Una lucha de todos contra todos. Tenía que ver con el peso de cada marca en el mercado, que finalmente, más allá del marketing y la publicidad, es decidida por el público. Las empresas se enfrentaban también al supermercado, que quería precios más baratos para vender más.(Sigue)

El límite era fundirse. Unos u otros. Satisfacer al súper en todas sus demandas era quebrar en 6 meses. Un súper que no sacase el mayor provecho de sus góndolas era cadáver. Hay que recordar que la utilidad neta de un Híper es en términos reales entre 2 y 4% como máximo. (Sigue)

Los súper querían precio y plazo. En alta inflación el plazo es mortal. Esa era otra pelea donde uno u otro podía quebrar en 6 meses. O hacerse rico. La lucha del mercado que suele creerse que es teórica. Un día los súper empezaron a cobrar por exhibición preferencial. (sigue)

Punta de góndola, o pilas. Luego neteaban el valor de ese alquiler del costo del producto y le cargaban el margen. Lo que creaba unos líos comerciales monumentales. También nos peleábamos por eso. El término “pelea” no es simbólico. (sigue)

A veces dejábamos de venderle o dejaban de comprarnos. Se llama competir. Nunca nos pusimos de acuerdo sobre nada, salvo pelearnos. Pero nunca quisimos que el estado nos dijera lo que teníamos que hacer. Tal vez algún inútil soñaba con esa idea. (Sigue)

Sufrimos controles de precios durante un cuarto de siglo por parte de gobiernos peronistas, militares, desarrollistas, de derecha, de centro de izquierda, de todos. Pero nos seguimos peleando entre nosotros en cualquier caso. (Sigue)

Siempre tuve una gran admiración por los Guil, los Meisner, los Vejo Rodríguez, los Pérez Cuesta, los Braun, los Paulsen, los tipos que hicieron los supermercados donde habían fracasado las grandes multinacionales antes. (Sigue)

Que aprendieron, innovaron, me consta que se deslomaron trabajando, arriesgaron, se adaptaron, sobrevivieron, y en pos de su beneficio personal, dieron trabajo a muchísima gente y mejoraron la calidad de vida de la población. (Sigue)

Con todos los defectos y errores, el supermercadismo es acaso la expresión más acabada de libre competencia y eficiencia que tuvo y tiene el país. Basta imaginar un supermercado estatal para comprender esta afirmación. (Sigue)

Espero con estas líneas reivindicarme ante los que se acordaron tanto tiempo de mi madre, cada vez que nos sentábamos a negociar. Se llama competencia. Y es dura y difícil. No intente hacerlo sin la protección estatal.

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