Hace pocos meses fui padre por segunda vez. Hicimos un parto en casa. En la semana del Día Internacional contra la violencia de Género, expongo lo que creo que los medios deberían reflejar. #Hilo
He aprendido que el parto es algo fisiológico. No patológico.
Y que el hospital es para lo patológico. No para lo fisiológico.
Y que el hospital es para lo patológico. No para lo fisiológico.
He aprendido que el parto medicalizado, si no estamos ante una situación de verdadera necesidad, quita todo el poder a la mujer, que deja de controlar su propia salud.
He aprendido que la salud debe estar en nuestras manos. Y no en la de los facultativos. Ellos ayudan. Pero quien pare es la mujer. (Quien se cura es el paciente).
Cuando el parto es respetado al 100%, la mujer se empodera enormemente. Y eso es lo que, precisamente, las clases dirigentes no quieren. Por eso, desde las instituciones públicas, el parto en casa no se promueve.
Los mismos líderes (hombres y mujeres) que llenan sus discursos de igualdad, se manifiesten contra la violencia de género o lucen un lazo violeta, son incapaces de promover políticas tan eficaces y sencillas de empoderamiento de la mujer (y del hombre) como el parto en casa.
Una sociedad donde las mujeres parieran más libres sería, sin duda, radicalmente mejor.
He aprendido que ni la oxitocina artificial ni la anestesia permiten que la mujer acabe al borde del abismo, como pasa en un parto natural. Le impiden ese salvaje viaje de consciencia a su interior más instintivo y profundo. El parto se convierte en un ritual de paso incompleto.
Las mujeres saben parir. No hace falta que nadie les robe esa capacidad ni les diga cómo hacerlo.
Como sociedad, hemos permitido que la institución hospitalaria se apodere de algo que les pertenece a ellas. Y ahora pagamos las consecuencias.
He visto con mis ojos cómo los mercaderes de la salud explotan el discurso del miedo para protagonizar los partos con fines comerciales y lucrativos. Y como este discurso ha calado incluso en muchas facultades de medicina.
He aprendido que tratan de vendernos dolor y sufrimiento como la misma cosa para vendernos, después, su "solución".
Me han querido convencer de que en caso de complicación, el hospital es el lugar más seguro para parir. No nos engañemos: la seguridad no está en el hospital, la seguridad está en un@ mism@.
Sostengo que, desde la sanidad pública, deberían promoverse los partos en casa. Para empoderar a la mujer. Y para dar vida de la mejor manera posible a nuestro@s hij@s.
También sostengo que la violencia de género comienza en el momento en que una mujer entrega por ignorancia, miedo o desconocimiento (o es forzada a entregar) su parto al médico, sin que sea necesario.
Ojo con la industria de la sanidad. Que no nos quiten lo ancestral en nombre de la ciencia. Que la ciencia sea para sumar. Pero no para deshumanizar.
Con un parto en casa, he aprendido que el inmenso poder de la mujer es muy superior al que imaginé. Y eso multiplica las condiciones de Amor que hacia la pareja.
