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Quiero concluir el año con un último #lusohilo sobre otro asunto en el que Portugal claramente supera a España: el tener la jefatura del Estado ocupada por un Presidente de la República en vez de un Rey hereditario.

Here we go...
Entre 1143 y 1910 Portugal fue una monarquía. Tuvo reyes guerreros, reyes exploradores, reyes locos y tres reyes españoles.
Pero a principios del siglo pasado aumentó el republicanismo. Tras el asesinato de Carlos I de Portugal y su heredero, el príncipe Luis Filipe, en plena Praça do Comércio en 1908, la corona pasó al jovensíssimo Manuel II, que fue incapaz de gestionar la situación.
Resultado: entre los días 3 y 4 de octubre de 1910 se produce una revolución, y el día 5 se proclama la instauración de la República Portuguesa desde el balcón del Ayuntamiento de Lisboa.

Adiós monarquía hereditaria; hello democracia (sort-of).
Y es que, al igual que en la vecina España, los primeros tiempos de la República Portuguesa no fueron exactamente estables. Durante la Primera República ---que duró de 1910 a 1926--- los lusos tuvieron nada menos que ocho Presidentes, 38 primeros ministros y dos golpes de Estado.
El segundo ---que tuvo lugar el 28 de mayo de 1926--- instauró la Dictadura Nacional, un régimen autoritario que reclutaría al catedrático de Economía António de Oliveira Salazar para ocupar la cartera de Finanzas inicialmente en 1926, y luego de manera definitiva en 1928,
Portugal se encontraba sumada en una crisis económica monumental, y con el fin de resolverla Salazar asumió el control absoluto de las cuentas y aplicó una política de gasto público ultra-reducido / austeridad total para lograr el equilibrio financiero*.

*Sound familiar?
En poco tiempo Salazar consiguió acabar con el déficit presupuestario, y la prensa ---controlada por el régimen--- le retrató como un auténtico salvapatrias, hasta tal punto que su mote ---"el Dictador de las Finanzas--- era considerado algo positivo.
Mientras otros miembros del régimen se desgastaban con luchas internas, Salazar fue consolidando su poder, hasta que en 1932 asumió el cargo de primer ministro. Desde la jefatura del Gobierno anunció que se crearía un nuevo sistema que solventaría los problemas de la República.
Su nueva Constitución ---que creaba un régimen muy similar al de Dollfuss en Austria, de corte nacionalista corporativo y con amplios poderes conferidos al Ejecutivo en el control del Estado--- se sometió a plebiscito al año siguiente.
El plebiscito fue aprobado por el 99,5% de los 1330258 votantes. Aunque la participación era obligatoria para los hombres (incluso analfabetos), 30.654 se abstuvieron. Por primera vez se permitió el sufragio femenino, pero sólo para mujeres que habían cursado la educación media.
Fue así que en 1933 quedó instaurada el régimen del Estado Novo, que hoy en día se conoce como la dictadura salazarista, un sistema ultra-conservador de corte autoritario que mantuvo a Portugal y sus territorios de ultramar sumados en el oscurantismo durante 48 años.
A lo largo del Salazarismo se mantuvo la estructura de la República y la separación de la jefatura del Gobierno de la del Estado (siempre hubo Primer Ministro y Presidente). El General Carmona ---líder del Golpe del '26--- fue Presidente entre ese año y su muerte en 1951.
Le sucedió el Comandante Francisco Craveiro Lopes, ex Gobernador de la India Portuguesa (actual estado indio de Goa), un individuo fascinante que fue nominado porque se pensaba que era un militar "amigo" del régimen, y que terminó por mostrarse afín a la oposición democrática.
Siempre fue conocido por su integridad moral y por rechazar los sobornos que eran habituales en la Administración lusa; cuando Franco le regaló un Pégaso a título personal en 1953, insistió en registrarlo en nombre de la Presidencia y apenas lo utilizó.
Después de dejar la Presidencia en 1958, estuvo implicado en el intento de golpe organizado por el ministro de Defensa Júlio Botelho Moniz en 1961, quien pretendía quitar a Salazar del Gobierno. Aunque el proyecto fracasó, demostró que existía oposición interna al régimen.
El último Presidente del Estado Novo fue el oficial de la Marina de Guerra Américo Thomaz, a quien le tocó ser jefe de Estado durante la larga Guerra Colonial y el colapso de la Dictadura. Junto a Salazar, era una representación física de la agonía de la gerontocracia.
A él le toca nombrar el sucesor de Salazar cuando éste se cae de una silla en agosto de 1968 y sufre un trombo cerebral que le deja fuera de servicio hasta su muerte en 1970. Nunca le dijo al dictador incapacitado que había sido sustituido en la jefatura del Gobierno.
Con el triunfo de la Revolución de los Claveles el 25 de Abril de 1974 es enviado inicialmente a Madeira, y luego al exilio en Brasil. En 1978 se autoriza su vuelta a Portugal, donde muere en 1987.
Aunque era una dictadura, es importante señalar que durante el Estado Novo se siguieron celebrando elecciones presidenciales. Estuvieron marcadas por el fraude electoral y la descalificación de candidatos alternativos (como el General Humberto Delgado), pero se realizaron.
Tras el triunfo de la Revolución del 25 de Abril de 1974 tenemos dos Presidentes durante el periodo de la Junta de Salvación Nacional, ambos militares, al igual que sus antecesores del Estado Novo. El primero es el Mariscal António de Spínola.
Spínola es una figura curiosa en el contexto de revolución, desconolización y reforma, ya que era un militar conservador que había sido destacado con la Wehrmacht en el asedio de Leningrado en 1941 y había Gobernador de la Guinea Portuguesa durante la Guerra Colonial.
Fue nombrado Presidente para tranquilizar a otros miembros conservadores del Ejército y a los Americanos, pero sus choques con los militares izquierdistas del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) que dominaban la Junta fueron constantes, y dimitió en septiembre del mismo año.
Spínola no se piró tranquilamente, pues la situación en Portugal tampoco era pacífica: radicales de la izquierda y la derecha habían protagonizado enfrentamientos violentos y atentados a lo largo del "Verano Caliente" del '74, y se temía el estallido de una guerra civil.
Entre nacionalizaciones de empresas y el acercamiento de elementos de la Junta a Moscú, la vieja guardia ---y los Americanos, que enviaron un portaaviones al Tajo para señalar que no descartaban una intervención militar--- también temía que Portugal podría volverse comunista.
Spínola intentó imponerse como salvapatrias, primero con un manifiesto a favor de la "mayoría silenciosa" que emitió al dimitir, y luego --después de enterarse de un complot soviético para asesinar a representantes de la derecha lusa--- apoyó un intento de golpe en marzo del '75.
Tuvo que exiliarse primero en la España franquista, y luego en Brasil, cuya dictadura militar le acogió. Ahí siguió conspirando hasta que se consolidó la democracia en Portugal, país al que pudo volver en 1978, y en el que fue rehabilitado antes de su muerte en 1996.
A su sucesor, el también Mariscal Francisco da Costa Gomes, le tocó tranquilizar el país y suprimir tanto el intento de golpe del 25 de noviembre de 1974 ---liderado por la izquierda más radical--- como el intento de golpe conservador de Spínola en marzo del año siguiente.
Su objetivo era mantener la calma hasta que se celebraran las primeras elecciones libres, que tuvieron lugar exactamente un año después del triunfo de la Revolución. De estas salió la Asamblea Constituyente que redactó la Constitución del '76.
La primeras presidenciales de la democracia resultan en la elección de otro militar, el General António Ramlho Eanes. Ante el contexto crispado de la época, hace campaña prometiendo ser presidente "de todos los portugueses"; con apenas 41 años, representaba la nueva Portugal.
La Constitución creó un sistema semi-presidencialista que da al jefe del Estado bastantes competencias: entre otras, puede vetar leyes, tumbar al Gobierno, disolver el Parlamento y llamar elecciones. Eanes tuvo la labor complicada de ser el primero en ostentar ese poder.
Durante la última mitad de su mandato tuvo choques constantes con el primer ministro Mário Soares. Eanes pensó que se había librado del socialista tras el colapso de su Ejecutivo en noviembre 1985, pero para sorpresa de todos, tres meses después Soares gana las presidenciales.
Es así que, tras 60 años de jefes de Estado militares, un civil vuelve a ser Presidente de la República Portuguesa. Los dos mandatos del socialista Soares en el Palácio de Belém coinciden con los del conservador Aníbal Cavaco Silva en la jefatura del Gobierno.
Durante los primeros cinco años Soares apuesta por la "cohabitación": evita enfrentamientos y no obstaculiza a Cavaco en esos momentos claves de la integración comunitaria de Portugal.
Pero, ¿el segundo mandato? Ooooh, gurl, there's a lot of drama. Soares veta un montón de iniciativa de Cavaco, que entra en furia, y el país disfruta del teatro de líderes enemistados durante la primera mitad de la década de los '90.
A Soares le sucede Jorge Sampaio en 1996. Es un socialista europeísta, y ocupa la jefatura del Estado casi a la vez que su socio de partido António Guterres es elegido primer ministro. Durante su primer mandato se viven momentos bonitos de unidad (y la Expo del '98).
Durante su segundo mandato, sin embargo, llega el drama de nuevo. Guterres cae en 2001 y le reemplaza el conservador José Manuel Durão Barroso. La cosa está tranquila hasta 2004, cuando el primer ministro anuncia que se pira para ser el nuevo presidente de la Comisión Europea.
Uno de los poderes del Presidente es el de nombrar al nuevo primer ministro. Y Sampaio decide entregarle el cargo a Pedro Santana Lopes, el alcalde de Lisboa, que ni siquiera era diputado en el Parlamento.
La decisión no era completamente random ---Santana Lopes era el vice-presidente de los conservadores lusos, y en teoría el sucesor de Durão Barroso---, pero la cosa cae mal, y inaugura un periodo de inestabilidad política que concluye con la caída del Gobierno en pocos meses.
El último año de Sampaio coincide con el primero del premier socialista José Sócrates, recordado por haber sido nombrado el político más sexy de Portugal, y por actualmente estar acusado de numerosos delitos de corrupción, blanqueo de capitales y fraude fiscal.

Not great.
Como bien sabemos, a los lusos les mola la saudade, y esa es la única emoción que explica por qué decidieron ir a las urnas en 2006 y elegir al conservador Aníbal Cavaco Silva para la Presidencia; querían hacerse un "remember" de los 10 años que pasó en la jefatura del Gobierno.
El algarvío llegó al Palacio de Belém acompañado de los valores del backlash capitalista de finales de los 80, y la obsesión protocolaria del provinciano nouveau riche. Nunca antes hubo un Presidente de la República más alejado del pueblo y centrado en los adornos del oficio.
El público se mofaba de ello centrando sus bromas en la primera dama, Maria, apodada Cavaca. A pesar de ser licenciada en Filología Germánica, en páginas satíricas era presentada como una mujer adinerada avergonzada de sus orígenes humildes, pero incapaz de ocultarlos.
A nivel institucional la cosa no mejoraba: Cavaco tenía un extraño talento para ausentarse en medio de situaciones críticas. Cuando parecía que el Gobierno de colación PSD-CDS podía colapsar en 2013, evitó mediar en el asunto y mantuvo un viaje a las Islas Salvajes.
Dos años después, en 2015, cuando el Parlamento rechazó el segundo Ejecutivo del conservador Pedro Passos Coelho, el Presidente decidió mantener su agenda y viajar a Madeira, manteniendo al país vecino en limbo.
Esto sin mencionar todo el drama que desató, y los meses que malgastó, al insistir en agotar todos los recursos que tenía para no entregarle el Ejecutivo al socialista António Costa y la alianza parlamentaria de la Geringonça. Dos meses sin Gobierno por su empeño personal.
En fin: Cavaco: un mierdas. Pero en 2016 llegó su sucesor, Marcelo Rebelo de Sousa, quien ha motivado un renacimiento de la Presidencia, y que creo que sirve para destacar las enormes diferencias entre Portugal y España en este respecto.
Marcelo es hijo de Baltasar Rebelo de Sousa, médico y político conservador que llegó a ser Gobernador de Mozambique durante el régimen del Estado Novo. Fue nombrado en honor al sucesor de Salazar, Marcello Caetano (el del cuadro descolgado), su padrino.
El joven Marcelo se licenció en Derecho e, inmediatamente tras la Revolución del '74, se afilió al conservador Partido Social Demócrata. Elegido a la Asamblea Constituyente a los 27 años, participó en la redacción de la Constitución del '76 y promovió sus primeras revisiones.
Ya en los 70 trabajó como periodista en el Expresso, y en los 80 llegó a dirigir el semanario Sémanario (good name). Participó en el Gobierno de Francisco Pinto Balsemão, pero su notoriedad política realmente llegó en 1989...
...Cuando se presentó como candidato a la Alcaldía de Lisboa. La campaña fue loquísima: para acercarse a los ciudadanos y entender sus preocupaciones, Marcelo pasó un día conduciendo un taxi, una noche trabajando con los barrenderos, otra corriendo con deportistas en Monsanto...
...Pero lo más loco que hizo fue denunciar el pésimo estado de las aguas del Tajo ---absolutamente tóxicas en su paso por Lisboa--- dándose un baño en el río. Perdió las elecciones, pero se hizo famoso, y esa fama le sirvió para ser elegido líder de los conservadores en 1996.
Como líder de la oposición fue un fracaso. Después de 10 años de cavaquismo la gente estaba cansada de los conservadores, pero tampoco mostró particular talento en el Parlamento, donde muchos miembros de su propio partido le tachaban de conspirador.
Dimitió poco después de que Paulo Portas ---futuro vice-primer ministro, pero por aquel entonces director de 'O Independente'--- acudiese a la televisión para describir cómo Rebelo de Sousa le filtraba informaciones, muchas de ellas inventadas.
Tras su salida del escenario de la política nacional, Rebelo de Sousa volvió a ejercer de catedrático de Derecho en Lisboa, y de alcalde de la villa de Celorico de Basto. A partir de 2005 comenzó a rehabilitar su imagen con espacio de comentario político semanal en la RTP.
En 2010 pasó a TVI y se convirtió en toda una institución, con una audiencia masiva cada domingo, cuando analizaba la situación política del país. Se dice que fue entonces que arrancó su campaña presidencial, pues a través del espacio televisivo se fue ganando a todo el público.
Cuando cerró la etapa de Cavaco y Rebelo de Sousa anunció que se presentaba a las presidenciales de 2016, nadie dudó que iba a ganar. Pese a ser el candidato con clara ventaja, se pateó todo el país y se adentró en el Portugal más profundo. Ganó en la primera vuelta.
Marcelo mostró que su Presidencia iba a ser diferente desde el primer momento. El día que le tocaba jurar el cargo, llegó al Parlamento a pie y, marcando un cambio de la política de Cavaco, prometió colaborar con el Gobierno socialista para el bien de los lusos.
Pese a quienes sospechaban que bajo su mandato proliferarían las conspiraciones en el Palacio de Belém, durante los últimos casi cuatro años no se puede decir que haya actuado de alguna manera que pusiera en duda su sentido de Estado.
Si bien ha respaldado al Gobierno ---especialmente en los momentos iniciales, cuando se dudaba de su integridad en el exterior---, Rebelo no ha dudado en actuar cuando lo ha visto necesario. En la última legislatura vetó 15 leyes aprobadas por el Parlamento por diversos motivos.
A nivel profesional, se agradece cubrir a un jefe de Estado que no sólo es catedrático de Derecho, sino también uno de los redactores de la Constitución, porque los vetos tienden a estar bien argumentados sobre bases jurídicas claras, las cuales explica en comunicados.
Más allá de los vetos, sin embargo, el momento clave de su actuación hasta ahora ha sido su llamada de atención al Ejecutivo de Costa durante los trágicos incendios de 2017, en los que murieron más de 115 portugueses.
Todo indicaba que la ministra de Administración Interna, Constança Urbano de Sousa, no estaba a la altura de las circunstancias, pero Costa insistía en mantenerla en el cargo. Entretanto, seguía aumentando el número de víctimas mortales.
Marcelo se hartó y el 17 de octubre se dirigió a los lusos para anunciar que si no se producían cambios ejercería sus poderes presidenciales ---que le permiten destituir al Gobierno--- para garantizar el bienestar de los ciudadanos.

Urbano de Sousa dimitió al día siguiente.
Además del lado puramente institucional, Rebelo de Sousa ha mostrado una cercanía con el pueblo nunca antes vista en Portugal. En el marco específico de los incendios se tornó viral la imagen del Presidente consolando a un hombre que lo había perdido absolutamente todo.
Y es que Marcelo había estado entre las primeras autoridades en llegar y preocuparse por la gente de la zona. Estuvo ahí en momentos críticos, y volvió para pasar no sólo las navidades de 2017, sino también el verano de 2018 en la zona, para estar con ellos.
Aunque es famoso por aparecer y apoyar a los afectados en situaciones trágicas, también se mezcla con el pueblo en contextos más felices. Se da baños en la playa sin sus escoltas, asiste a las fiestas populares, se deja ver en los festivales de música de verano.
Reconociendo la importancia de la lusofonía, como también la cantidad de lusos que han tenido que emigrar, cuando se conmemora el Día de Portugal se desplaza a sitios donde hay grandes comunidades de expatriados, para mostrar que no se les ha olvidado.
Y este 31 de diciembre está intentando viajar a la isla de Corvo, la más pequeña del archipiélago de las Azores, para acompañar a los 400 habitantes del territorio más occidental de Portugal en esta fecha especial.
Pues, bien: ¿qué quiero decir con este hilo eterno? Que, a pesar de que viene condicionado por quien ocupa el puesto, lo de tener a un jefe de Estado al estilo de la República Portuguesa mola. La Constitución le otorga poderes reales que permiten que sea mucho más que un florero.
Las facultades permiten que se interese en el país (tal y como hizo Marcelo cuando tuvo lugar la huelga de transportistas, antes de la cual pasó un día con los caminoneros) y, cuando es un buen Presidente, de actuar como árbitro neutro y garante del Derecho Constitucional.
A falta de poderes reales para participar en la política del Estado ---que, por otro lado, no deberían darse a alguien cuya única cualificación para el cargo es pertenecer a la dinastía reinante---, es comprehensible que el Rey de España parezca remoto, incluso ausente.
Otra diferencia clave entre las jefaturas de los Estados ibéricos es que en Portugal hay controles sobre el Presidente, que tiene responsabilidad criminal, mientras que en España el Rey es inviolable: su persona no está sujeta a la responsabilidad.
Pero, sobre todo, con ejemplos como el de Rebelo de Sousa en Portugal creo que se reafirma cuánto salimos perdiendo los españoles al tener un jefe del Estado ---por no hablar de la Familia Real en términos generales--- distante.
Raras son las veces que vemos al máximo representante del Estado español consolando a las víctimas de tragedias, y no recuerdo ocasión en la que ha mostrado esa cercanía del actual presidente luso. Hay una diferencia enorme entre estas imágenes.
Ya que el monarca tome la iniciativa que ha tomado el Presidente de la República en volver a sitios tocados por la tragedia... En fin, en Casa Real parece que no se les ocurren estas cosas que hacen que las víctimas realmente se sientan acompañadas.
Habrá quien le acuse de populismo, pero yo he estado en las zonas afectadas por los incendios posteriormente, y ahí todos hablan mal de todos los políticos salvo el Presidente de la República. "Los otros sólo vienen a hacerse la foto; él se queda cuando se han ido las cámaras".
Tendríamos que tener un sistema político con jefes de Estado elegidos, y tal vez tendría sentido uno en el que también tenían algo más que una función decorativa. Pero, en el entretanto, hay mucho que se puede hacer mejor, incluso dentro de los márgenes de la Constitución del 78.
Y, bueno, hasta aquí hemos llegado.

Feliz año nuevo, y que en 2020 sigamos aprendiendo de los otros ---incluso de nuestros vecinos ibéricos--- y apostando por hacer las cosas de mejor manera.

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