El zumbido del neón de la cocina resonaba en todo el apartamento. Su luz, azul y mortecina, iluminaba lo justo el salón. Null dio una larga calada a un cigarrillo y retuvo el humo en sus pulmones mientras miraba a una pared completamente en blanco.
Tras unos segundos, exhaló una nube que se difuminó enseguida, absorbida por los silenciosos extractores que comunicaban directamente con la calle. El exterior ya era demasiado sucio como para contaminar su espacio vital, pensaba. Aunque era consciente de la ironía.
Su receptor de mensajes vibró e iluminó ligeramente la habitación. Aun dio un par de caladas más antes de mirar su pantalla. Como suponía, más trabajo. Debía repartir unos klecks en un distrito apartado de la mano de Dios. Suspiró. Era la cuarta vez que se lo hacían esa semana.
Null empezó a considerar seriamente si necesitaba ese trabajo. Total,vivir en soledad abarataba los costes. Se recostó en su sofá y volvió a vaciar su mente dejándose llevar por el zumbido. Se sobresaltó cuando el cigarrillo se consumió lo suficiente como para quemarle los dedos.
Lo arrojó lejos de si. "En otros tiempos eso habría sido peligroso", se dijo. La colilla rebotó contra el frío suelo metálico de la estancia y, al poco, término de consumirse. Con mucha resignación, Null se puso en pie y se dirigió al baño guiándose solo por la luz de la cocina.
Encendió una luz rosácea lo suficientemente tenue como para que no molestase a su visita. Se miró directamente a los ojos. Solo el cansancio le devolvió la mirada. Un holograma se proyectó en el espejo ofreciendo una serie de consejos nanomédicos sin relevancia alguna.
Solo una de las opciones le llamaba la atención. Pero era demasiado caro costearse un tratamiento así. Null ni siquiera se permitía el lujo de pensar en ello. Hundió la cara en la pila de agua, se lavó los dientes y apagó la luz antes de leer nada más.
Se dirigió a la cocina y apagó también esa luz. El cebador dejó de zumbar. Una paz intangible se apoderó del apartamento. Durante unos segundos, Null no vio ni escuchó nada. Y durante unos segundos, Null tuvo miedo de la soledad.
Las cortinas se abrieron de forma automatica en el salón.Era una nueva política de seguridad, siempre debía haber luz en las casas para evitar accidentes nocturnos. Y resulta que Setri era la ciudad más luminosa del país. Un mundo de colores se coló en la habitación.
Pese a ser de madrugada,las calles bullían de vida. Los deslizadores iluminaban el cielo y los 3dgramas publicitarios se movían con frenesí ante sus ojos.Null se había criado en la ciudad, se había acostumbrado a ver ese paisaje cada día. Pero aún así,le seguía pareciendo bonito.
Decidió volver a intentar dormir. Se tiró en su viejo colchón. No era tan cómodo como uno de poligrass, pero el viscolatex le valía. Se hizo un ovillo en la cama. Y, en un intento desesperado por ganar algo de paz, hizo algo impulsivo. Cogió su receptor de mensajes.
Y escribió algo que le partió el corazón.
"Mi almohada ya no huele a ti. Te echo de menos".
"Mi almohada ya no huele a ti. Te echo de menos".
Se debatió internamente sobre si debería mandarlo o no. El corazón le iba a mil. Decidió consultarlo con la almohada. Le esperaba un duro día de trabajo y necesitaba descansar.
