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En la época imperialista, en que la reforma no es palanca de revolución y sí de corporativismo y reforzamiento del Estado, deberíamos conocer los precedentes, como Corradini y Cía. en Italia, que allanaron el camino al fascismo con su fusión de socialismo (burgués) y nación.
Italia nos proporciona un ejemplo prístino de la inevitable síntesis que se produce entre el ala "izquierda" del fascismo y los elementos más coherentemente socialchovinistas del viejo movimiento obrero burgués. Veo interesante recordar algunos hechos, quizá no tan conocidos hoy.
Y lo es por el hecho de que la historia no se repite, pero sí rima, como se suele decir, y hoy asistimos en todo el mundo, en particular en el Estado español, al fortalecimiento previsible de las posiciones que pueden encuadrarse dentro del socialfascismo.
A principios del s. XX, Corradini en Il Regno, y más tarde Prezzolini, Papini, Amendola, el antiguo socialista Salvemini, Oriani, Federzoni, Gentile o Croce en La Voce reaccionan contra la crisis del imperialismo italiano y en favor de la síntesis nacionalista de clase y nación.
Un hito fundamental es la constitución de la Associazione Nazionalista Italiana (ANI), en 1910, que a través de Corradini defiende las consignas de "socialismo nacional" y de "nación proletaria".
En 1911, destacados dirigentes de la ANI, como Corradini, Federzoni o Davanzati, publican L'Idea Nazionale, donde se comienza a esgrimir un discurso en favor de los "productores de riqueza", se idolatra al Estado imperialista y se preconiza la unión de obrerismo y nacionalismo.
En ese proceso juega un papel catalizador potente el sindicalismo revolucionario italiano, influenciado por Sorel. La ANI, que desde antes de la Gran Guerra empieza a ser apoyado por sectores del gran capital italiano, será uno de los embriones del movimiento fascista de masas.
Mussolini afirmará en 1932 que, sin las corrientes del sindicalismo revolucionario francés e italiano, no habría existido el fascismo como tal. Otro hito destacado es la creación de la Unione Sindicale Italiana (USI), con sorealianos destacados como Leone, Labriola o Longobardi.
Estamos en 1913 y el ambiente en Italia es culturalmente prolífico, con un sector de vanguardia muy inquieto, que publica importantes revistas y periódicos, que cuenta con grandes teóricos y que sirve de auténtico fermento intelectual para el desarrollo del fascismo.
Años después, la fracción más abiertamente socialnacionalista del sorelianismo italiano, como Orano, Olivetti e incluso Labriola, se adhieren al proyecto de Corradini, D'Annunzio y Pascolia y empiezan a hablar de Italia como la "Gran Proletaria".
Para quienes desprecian lo teórico, obsérvese que todos estos elementos son nucleados en torno a la revista La Lupa, de Florencia, dirigida por Orano. Poco a poco se va compactando un potente movimiento de "vanguardia" socialchovinista que se nutrirá después con los futuristas.
El ala más nacionalista de la USI, con Bianchi, Rossi, Corridoni, Rossoni y los hermanos De Ambris a la cabeza, se escinde y crea la Unione Italiana del Lavoro (UIL), la cual empieza a publicar a partir del Primero de Mayo de 1918 la revista Italia Nostra.
Revista que dice tener como principal objetivo llevar a cabo una guerra "contra el sistema capitalista". Otra revista, Il Popolo d'Italia, donde Mussolini escribe su primer artículo en 1914, apoya con entusiasmo la iniciativa de Italia Nostra.
Durante el II Congreso de la UIL (enero de 1919), se elabora el primer gran programa político que servirá de base al fascismo, producto de la convergencia entre el llamado socialismo nacional y los defensores de la Italia imperialista.
Rossoni, antiguo miembro del sindicalismo revolucionario de las IWW norteamericanas, se destaca en tanto que defensor de la idea de "abanderar" a la nación frente a la "burguesía". Exactamente como hace en la actualidad el socialchovinismo más franco.
Con Rossoni, quien levanta el primer sindicato nítidamente fascista, germina igualmente la consigna de huelga nacional y productiva, que tiene en el paro de Dálmine su primera prueba de fuego.
Sobre el futurismo y la convergencia entre fascismo y la fracción más nacionalista del movimiento obrero (socialista y sindicalista revolucionario), la corriente intelectual y cultural de los Pascoli, Oriana, Croce, D'Annunzio, Prezzolini y Marinetti alimenta el río del fascismo.
Oriani contrapondrá la "Italia burguesa" a la "Italia proletaria", que deberá realizarse gracias a la idea de Imperio. El socialpatriota Pascoli defenderá la necesidad de un "imperialismo de los pobres", llevada al paroxismo con la guerra imperialista italiana contra Libia.
Marinetti es otra figura clave que sirve de bisagra entre el ala derechista del sindicalismo revolucionario, la ANI y el movimiento fascista. Marinetti y Mario Carli dirigen los primeros arditi y actúan de engarce tras la Primera Guerra Mundial entre estos y Mussolini.
El Manifiesto-programa del PPF contiene algunas de las claves de bóveda que el fascismo usará inteligentemente, como el llamamiento a la "socializzazione". En diciembre de 1918 aparecen los primeros fasci adheridos al futurismo, que, con Bottai o Vecchi, se apoya en los arditi.
Creada la Associazione Nazionale Arditi d'Italia (ANAI), los lazos entre el futurismo y Mussolini se refuerzan. Los arditi de Vecchi realizan su bautismo de fuego asaltando los locales del diario socialista Avanti! en Milán, como respuesta al "chantaje leninista" (Mussolini).
Mussolini, destacado dirigente del PSI hasta su expulsión del partido en 1914, instrumentaliza cada vez más todo ese magma ideológico, cultural, intelectual y social, otorgando, como es inevitable, un peso mayor a la idea de nación en la síntesis entre socialismo y nación.
Algo que quedará cada día más patente desde Il Popolo d'Italia, sobre todo cuando publica en 1915 el manifiesto de los Fasci d'azione rivoluzionaria. El clima de crisis de la sociedad burguesa italiana, de dificultades y debilidades del imperialismo italiano, ahondará el proceso.
En mayo del 18, Alceste de Ambris se destaca creando la Unione Socialista Italiana, primer prototipo de organización en que convergen la fraseología pseudorrevolucionaria de la lucha de clases y el discurso socialchovinista de defensa de la patria.
Para marzo de 1919, desde Il Popolo d'Italia se hace un llamamiento para crear los primeros Fasci di combattimento. Y la experiencia de la huelga de los obreros de Dálmine, muchos adheridos a la UIL de Rossoni, brinda a los socialpatriotas protofascistas una prueba de fuego.
Mussolini exalta el paro como ejemplo de lucha destinada a reemplazar a la burguesía en la "gestión del trabajo" y, sobre todo, como huelga "de clase", pero sin olvidar a "la nación". Se termina de soldar el puente entre fascismo y fracción más derechista del socialismo burgués.
Entre el núcleo de dirigentes de los Fasci Italiani di Combattimento encontramos, por supuesto, a Marinetti o Carli, además de Bianchi y Vecchi, destacando algunos antiguos anarcosindicalistas y republicanos. El objetivo supremo es ya defender a la "Gran Nación Proletaria".
La organización fascista se nutre del programa sindical de la UIL, y tanto futuristas como fascistas llaman a pelear contra el "imperialismo bancario extranjero" y la "plutocracia", que aplastan a la "nación proletaria" italiana.
Todo ello en un contexto de efervescencia proletaria, pero de incapacidad por parte de las distintas corrientes de su vanguardia para construir las mediaciones ideológicas y políticas necesarias para la constitución de un genuino Partido Comunista contra el orden burgués.
Si a ello se le suma el apoyo cada vez más entusiasta de la burguesía italiana al fascio, este encuentra el camino limpio para imponer su terror blanco. Todo el magma de corrientes confluyen en la creación del Partito Nazionale Fascista (PNF) durante el Congreso de Roma (1921).
Grandi lo define con la proclama de "Libertad, nación, sindicalismo", cuya base es la tesis chovinista de socialismo nacional y nación proletaria de Corradini. El entramado se refuerza con la creación por Rossoni de la Confederación Nacional de las Corporaciones Sindicales.
Obviando el periodo de semi-guerra civil interna dentro de las heterogéneas corrientes nucleadas en torno al PNF, la convergencia que desde principios del siglo XX se da entre socialismo y nacionalismo (o patriotismo) termina inexorablemente en la Marcha sobre Roma de 1922.
Sin perder de vista la filosofía "antipositivista" de Croce y Gentile (y la autoridad de la ANI), el PPF de Marinetti le brinda al fascismo, además de un importante aporte de fuerzas de choque, la base político-ideológica socialpatriota sui géneris, sindicalista revolucionaria.
Tal y como ponen en práctica en nuestros días los socialchovinistas más sinceros, el PPF exalta desde el principio la idea de una Italia sometida al imperialismo extranjero y la necesidad de un "nacionalismo revolucionario", de educación "patriótica" del proletariado.
De que el proletariado sea, en suma (muy al estilo de Otto Bauer), la clase auténticamente nacional. ¿Nos suena? Dejando a un lado el anticlericalismo radical pequeñoburgués del futurismo, del PPF también toma el fascismo la idea capital de Estado corporativo.
El sindicalismo de la UIL, por último, que en 1919 defiende que cada individuo se realice en la nación y cada nación en el internacionalismo (!), le dará al fascismo la base de masas obrera que necesita para constituirse en el gran partido de orden del sistema burgués.
Ello lo recogen los Fasci Italiani di Combattimento en su "programa nacional de un movimiento sanamente italiano", el cual llama a instituir una milicia nacional, a "revalorizar" a la nación italiana en el mundo y a cogestionar la producción con las "organizaciones proletarias".
En la campaña de agitación de los Fasci para el Primero de Mayo del 19 se refuerza la tesis de que defender a los obreros italianos es defender a la patria, y viceversa, contra el "imperialismo bancario" foráneo. Es enemigo todo el que vaya contra la grandeza y unidad de Italia.
La publicación contrarrevolucionaria I Nemici d'Italia. Settimanale antibolscevico, insistirá en lo mismo en 1919 con su Manifiesto antibolchevique: todo aquel que vaya contra la unidad de la nación italiana es un bolchevique enemigo de la "redención de Italia".
En el programa del PNF, la idea de que la nación está por encima de la clase, puerto inevitable al que se llega aunando socialismo y nación, se eleva a principio supremo. Se llega al punto final: el socialpatriotismo ha fermentado al fascismo.
No tengamos ninguna duda de que hoy, si no se lo impide un potente movimiento de masas revolucionario reconstituido, los Corradini, Rossoni, Vecchi y Marinetti patrios, los socialchovinistas disfrazados de rojo, volverán a servir, lo sepan o no, como levadura de la bestia parda.
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