Conocer a grandes rasgos el marco histórico-económico en que se desarrolla la formación socioeconómica burguesa italiana es fundamental para comprender el origen y la evolución del fascismo, así que puede ser interesante decir algo al respecto.
La cantidad de fuentes para la cuestión es casi infinita, pero estas obras pueden ser muy interesantes y útiles. 
También se puede complementar con Soboul, una autoridad clásica en el estudio de las revoluciones burguesas, especialmente de la Revolución francesa. Refloto lo que compartí en su día de este autor a propósito del problema agrario italiano y la revolución burguesa inacabada.
Con grandes similitudes —pero también con notables diferencias— respecto al desarrollo del capitalismo español, la formación económico-social burguesa italiana se desarrolla de modo desigual y tardío, con gran dependencia del capital extranjero, sobre todo francés y británico.
El propio Risorgimento italiano es muy deudor en todos los sentidos de esas hipotecas. Evidentemente, el modelo de revolución burguesa italiana no será el francés, sino el prusiano, con un problema agrario cronificado que se traducirá en la llamada cuestión meridional.
Una vez que concluye el lento proceso de unificación italiana (1848-1870), la diferenciación interna entre un norte que despega industrialmente y un Mezzogiorno atrasado se agudiza. De ello se hace eco un periódico como La Voce. Entra a espuertas el capital británico y francés.
Las exacciones a las masas del campesinado pobre y proletarizado del sur en forma de rentas agrícolas cumplen la función de servir como base para el desarrollo de las infraestructuras necesarias al naciente capital industrial (también, excepcionalmente, en Nápoles).
Como explicó Marx en El Capital, al principio la burguesía italiana tiene una gran hipoteca con el capital comercial. El desarrollo a saltos y muy violento, así como la debilidad relativa del capitalismo italiano, serán fermento objetivo de los Corradini, Rossoni y Mussolini.
En el último tercio del siglo XX, al calor de las grandes inversiones de capital extranjero, se empieza a desarrollar una industria rezagada pero cada vez más potente, para lo cual es imprescindible el contingente de masas proletarizadas que acuden desde las zonas rurales.
Como en el caso español, el sistema de la deuda pública, algo explicado por Marx, deviene palanca de acumulación, pero es signo también de debilidad. Tras un breve periodo librecambista, la política proteccionista dinamiza el desarrollo de la gran burguesía industrial y bancaria.
De forma abrupta, se acelera el proceso de creación de una naciente oligarquía financiera (fusión del capital bancario e industrial). La Banca Nazionale, la Banca Generale y la Credito Mobiliare entran en el accionariado de los Altos Hornos de la Terni o en Ansaldo.
En los 70 del siglo XIX domina la industria ligera (textil), pero se inicia el despegue de la industria pesada. Mientras tanto, el atraso relativo del Mezzogiorno se agudiza. Desde 1887 y, más aún, desde el Pánico financiero de 1890, la crisis social y económica se ahonda.
Social, económica y también política. En 1892 se constituye el Partito Socialista Italiano, un año después se crea el primer germen de fasci siciliano, se hunde la Banca Romana y el gobierno de Giolitti, el de la llamada "monarquía socialista", caerá en 1893.
La derrota italiana en la batalla de Adua (primera guerra italo-etíope), precipita la crisis y patentiza lo endeble del imperialismo italiano, lo que alimentará el discurso de la pequeña burguesía chovinista, de donde saldrán muchos de los más importantes cuadros fascistas.
El edificio político italiano, bajo la forma de "monarquía socialista" giolittiana, se va resquebrajando. Se da un levantamiento en Milán en 1898, pero el proletariado y su vanguardia son muy débiles, y no pueden más que hacer de fuerza auxiliar de la burguesía democrática.
A nivel económico, se profundiza el proceso de acumulación, concentración y centralización del capital italiano, cuya fracción hegemónica, la oligarquía financiera, vive prácticamente una época dorada casi ininterrumpida hasta la Primera Guerra Mundial.
Se funda en 1894 la Banca Commerciale Italiana (por cierto, con capital predominantemente alemán). La gran banca se posiciona cada vez mejor en una industria siderometalúrgica potente. Antiguos grupos industriales de capital foráneo son controlados por capitalistas italianos.
Es lo que sucede con la Società Elba, que se integra dentro de la Società Siderurgica di Savona, a su vez parte del grupo Terni (en el que, no lo olvidemos, está el núcleo duro de lo que Marx llamó "bancocracia"). La burguesía italiana se va haciendo cada vez más "nacional".
El proceso presenta rasgos comunes con la consolidación de la gran burguesía española, la cual también es en un principio muy dependiente del capital francés, británico, belga o alemán, y en la que también tiene un papel desmesuradamente alto la banca.
Aunque se produce otra crisis financiera mundial en 1907, que también afecta a Italia, el desarrollo burgués no se detiene en ningún momento, y tampoco el proceso de concentración y centralización que va configurando el peculiar capitalismo monopolista de Estado italiano.
Es la época del despegue definitivo, de la creación de la pujante industria turinesa, de la Fiat, del intento de creación de un gran trust siderometalúrgico italiano. De un proceso, en suma, que en general la historiografía define como extremadamente rápido, abrupto, traumático.
Todo ello conforma la base que permite el expansionismo militar italiano por el continente africano, pese a las sonoras derrotas (como la ya citada de Adua, o la de Dogali en Eritrea). Derrotas que frustran y encienden a partes iguales al nacionalismo militante pequeñoburgués.
Tanto la creación de la llamada Somalia italiana como la conquista de Libia, sobre todo esta, tienen como gran organizadora a la oligarquía financiera italiana (Banco di Roma, por ejemplo). El problema es que Italia llega tarde y mal al reparto del mundo entre imperialistas.
Caldo de cultivo que hará fermentar, como es más que sabido y como se desarrolla en el hilo de arriba a propósito del socialchovinismo y el socialfascismo italianos, el clima ultrarreaccionario que disciplinará mediante el terror blanco a los proletarios italianos más combativos.
Una historia cuya música suena no tan lejana, en particular en el podrido Reino de España, donde la vanguardia proletaria deberá derrotar hasta las últimas consecuencias a los abanderados socialpatriotas que con su fusión de socialismo y nación allanan el camino al fascismo.
