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Hubo una vez un hombre que construyó el símbolo de un país, pero ese país le echó para siempre. Ese mismo hombre construyó dos casas en Mallorca. Una de ellas era tan bonita que también le echaron.

En #LaBrasaTorrijos de hoy: Jørn Utzon, Sidney y la casa feliz.

HILO 👇
Nuestra historia de hoy comienza un día de 1999, cuando Utzon, a la edad de 81 recibió una llamada de teléfono en su casa de Mallorca. La llamada provenía de Australia, ni más ni menos que del Sydney Ópera House Trust, con quienes Utzon llevaba 33 años sin hablar.
En esa llamada, el consorcio de la Ópera de Sydney encargaba a Utzon la remodelación de los interiores del edificio que había cambiado la historia de Australia.

Utzon recordó otra llamada. Una que recibió en 1957 en su estudio de Copenhague. Una que le hizo Eero Saarinen.
Lo primero que hizo Saarinen en 1957 cuando entró en el jurado del concurso para el edificio de la Ópera de Sídney, fue revisar los planos que habían sido descartados en la ronda preliminar, en la cual no había estado presente.

Vio esto: Croquis a mano alzada preliminar del edificio de la Ópera de Sídney.
Eran unas velas al viento sobre un podio masivo que contenía el suelo inclinado de los auditorios. Y eran una imagen y un símbolo.

Un icono. Plano del concurso. Probablemente dibujado por Rafael Moneo.
Saarinen recogió el croquis y los demás planos que conformaban la propuesta de Utzon, se acercó al resto de miembros del jurado y, enseñándoselos les dijo: “Caballeros, este es el primer premio”. Mas planos del concurso.
Un arquitecto danés de 38 años y prácticamente desconocido acababa de ganar 5.000 libras australianas y la oportunidad de construir algo que nunca se había hecho.

El problema es que no podía hacerse.
Utzon había concebido las velas como cáscaras de hormigón curvas y autoportantes. Pero en los pocos planos que había enviado al concurso no se definía cómo iban a construirse esas láminas de hormigón.
Tras recibir el encargo oficial, Utzon se asoció con la oficina de ingeniería de Ove Arup, quien vio desde el primer momento que esas velas no podían ser láminas de hormigón.
Para Arup y para Peter Rice, ingeniero encargado del proyecto, estaba claro que no había suficiente curvatura, la forma de la sección no permitía asumir las cargas y no había suficiente apoyo en la base.

Era un símbolo, pero construir ese símbolo no iba a ser fácil.
Tanto Utzon como Rice como todos los arquitectos e ingenieros que estaban en el proyecto, incluido un joven Rafael Moneo, emplearon casi 7 años de trabajo y la puesta al límite de la tecnología computacional de la época en confirmar que esa cubierta
no
se
podía
construir.
Mientras tanto, y con la cercanía de las elecciones, el gobierno de Nueva Gales del Sur había prácticamente obligado a que se empezase a construir el edifico, que efectivamente comenzó sus obras de cimentación y podio inferior en 1959, sin saber aún como se haría la cubierta.
Al final, se adoptó la primera solución que había dado Rice al enfrentarse con el proyecto y que sustituía las cáscaras autoportantes por un sistema de arcos con recubrimiento de plementería entre ellos. Las láminas dejaban de ser portantes para convertirse en fachada.
Además, la curvatura de las cubiertas era mucho más sencilla: secciones de esfera que permitían calcularse y construirse de manera más eficaz. Porque, de algún modo, todas partían del mismo cuerpo geométrico.

En el fondo, eran como peladuras de una misma naranja.
Aquí, el esquema, tal y como lo presentan en la web de la Ópera de Sídney.
Al inicio de la cubierta, el presupuesto se había multiplicado por 6 (y lo haría por 14), se tuvo que demoler y reconstruir parte de la cimentación para ajustarla a las nuevas cargas, se produjeron accidentes, huelgas y una enorme controversia con el gobierno y la ciudadanía.
Pero Sídney, Australia y el mundo ganaron. Ganaron algo tan esquivo, inherentemente etéreo, leve y al tiempo tan consistente como una silueta.

Un símbolo. Silueta del edificio de la Ópera de Sídney en la actualidad.
En 1966, tras muchos y ásperos enfrentamientos con el nuevo gobierno conservador, con las empresas constructoras e incluso con el propio Arup, Utzon abandonó la construcción, cerró la oficina de Sídney y se marchó de Australia para no volver nunca más.
El gobierno de Nueva Gales del Sur dejó a deber más de 100.000 libras a Utzon y se dice que el arquitecto tuvo que saltar la valla trasera de la obra para escapar de una prensa enfadadísima con él.
El edificio de la Ópera de Sídney se terminó en 1973 bajo la supervisión de un equipo de arquitectos locales que finalizaron la cubierta y se encargaron de todo el diseño interior, descartando el que había propuesto Utzon.
El nombre de Jørn Utzon no fue mencionado ni se le cursó invitación oficial a la inauguración, que auspiciaría la Reina Isabel II, con gran fasto, tanto en tierra como en el mar, el 20 de octubre de ese mismo 1973.
En 2007, el edificio de la Ópera de Sídney fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

En 2019 recibió más de cinco millones de visitas de las cuales casi un millón y medio fueron para asistir a alguno de los espectáculos que albergó.

Es el símbolo de Australia.
Pero volvamos a 1966 y a Utzon.

Al poco de salir de Australia, el arquitecto paró en Mallorca, isla que ya había visitado alguna vez, en busca de algo que necesitaba por encima de todo: paz.
Buscaba en la luz de la isla y del mar Mediterráneo una ventana a la paz que necesitaba.
Al poco de llegar compró un terreno al borde de un acantilado sobre el mar donde construiría su casa de verano.

Terminada en 1971, la llamó como a su mujer: Can Lis, la casa de Lis.
Construida con la piedra local del marés, con técnicas y recursos tradicionales, pero con la forma y la jerarquía propia del conocimiento moderno. Se compone de varios pabellones articulados mediante una serie de tapias traseras, un paso central y una explanada delantera. Dibujos y fotos de Can Lis.
Lo primero que nos encontramos en la casa es una serie de paredes ciegas, porque las piezas están prácticamente cerradas a la parte posterior, pero todas ellas se abren al horizonte en un precioso juego de huecos abocinados.

Troneras contemporáneas que atrapan la luz y el mar.
Podríamos incluso imagina viendo la planta, que si no tuviese los vidrios —ingeniosamente colocados por fuera de la fachada para no ver el marco desde dentro—, el viento soplaría entre los huecos inclinados haciéndolos sonar como un colosal silbato de piedra.
Utzon y su familia pasaron allí periodos de tiempo que se harían cada vez más largos a medida que Jørn y Lis se iban haciendo mayores, hasta que en 1994 se marcharon de Can Lis para trasladarse a una nueva casa que el arquitecto había construido en S'Horta, otro lugar de la isla.
La formidable luz, el viento y la humedad empezaban a ser molestos para una persona que ya había cumplido los 70.
Además, y a pesar de que el propio Utzon negaba que le supusiese un inconveniente, la casa se había convertido en un centro de peregrinaje para arquitectos, artistas e incluso turistas convencionales. Era tan bonita que siempre estaba recibiendo visitas.
Porque aun con materiales tradicionales, con un color y un tamaño que la hacían casi invisible entre el paraje y las construcciones cercanas, la casa era única. No había ninguna igual en la zona.

No hay ninguna igual en el mundo.
A varios kilómetros y no tan asomada al mar, Utzon levantó una casa con una amplia terraza con vistas a ese Mediterráneo que decía le había sacado de Can Lis.

Una terraza con vistas como tenían las casas tradicionales de la zona.
Una casa construida en torno a un patio, como las casas tradicionales de la zona; con suelos y fachadas de la misma piedra del marés que tenían las casas tradicionales de la zona; con la teja de las casas tradicionales de la zona.
Una casa que ahora sí, se parecía a las casas tradicionales de la zona.

La llamó Can Feliz, la Casa de los Feliz.
Allí, junto a Lis, pasó la mayor parte del tiempo.

Allí recibió la noticia de que se le había concedido el Premio Pritzker en 2003.
Y allí, en 1999, escuchó la llamada del Sydney Opera House Trust donde, en una suerte de acto de reconciliación, le pedían que reformase alguno de los interiores para dejarlo tal y como él lo había concebido en su momento.

Utzon llevó a cabo este encargo desde 1999 hasta 2004 junto a su hijo Jan. La Ópera de Sídney renombró el espacio como la Sala Utzon.
Utzon dijo: “Que haya sido mencionado de una manera tan maravillosa me proporciona el mayor placer y satisfacción. No creo que se me pueda dar una mayor alegría como arquitecto del edificio. Sobrepasa cualquier medalla de cualquier tipo que pudiera recibir o haya recibido”.
Sí estoy seguro de que Utzon estaba en Mallorca cuando recibió la llamada que cerró el círculo de su vida como arquitecto.

Sí, seguro que estaba allí, sentado en una silla de mimbre, con unas Adidas viejas.

Mirando al mar en una terraza de la casa feliz.
Y con estas cuatro imágenes que recorren el camino de un hombre, dos islas y tres edificios nos vamos a despedir del capítulo de #LaBrasaTorrijos de hoy.

Si os ha gustado, hacedme un RT o un FAV o invitadme a unos cachueses, hombre, que son baratos!
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.

Si queréis conocer más territorios improbables, recordad que todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este:

Ah, y recordad que el domingo tenemos el quinto capítulo de #LaBrasaLITE a las 18:00h.

Las imágenes del episodio de hoy son de:

Ulf Nilsen, Torbem Eskerod, Terrence Chin, SydneyOperaHouse, Roybb95, VyRyan y unas cuantas de Wikimeda Commons y otras que me ha resultado imposible encontrar el autor o autora.

(Fin del HILO 🎭🏨🏡🌊)
(Y en el próximo capítulo vamos a conocer a un piloto muy especial. MUY ESPECIAL) Steve McQueen detrás de un volante de carreras.
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