Hubo una vez un edificio español que llegó a Bélgica y le ganó al Atomium en su propio campo. Luego volvió a Madrid y fue un Ministerio.
Y después fue olvidado y se convirtió en la ruina de una obra maestra.
En #LaBrasaTorrijos de hoy: el pabellón de los Hexágonos.
HILO 👇
Y después fue olvidado y se convirtió en la ruina de una obra maestra.
En #LaBrasaTorrijos de hoy: el pabellón de los Hexágonos.
HILO 👇
Nuestra historia comienza en 1957, en una España que aún se desperezaba de la autarquía oficial de posguerra. Joselito triunfaba en los cines y salía a la venta el primer SEAT 600
Mientras, en Bruselas se preparaba la Exposición Universal de 1958.
Como iba a ser la primera Expo que se celebraría después de la 2ª Guerra Mundial, los pabellones que se presentaron allí eran una demostración de lo que podría ser la arquitectura del presente, pero también la del futuro.
El símbolo de todo era el Atomium.
El símbolo de todo era el Atomium.
Más allá del símbolo de la Expo, la mayoría de los pabellones eran muy interesantes, como el de Alemania Federal, con claras referencias a Mies.
O el Pabellón Philips, que era obra ni más ni menos que de Le Corbusier.
O el Pabellón Philips, que era obra ni más ni menos que de Le Corbusier.
(En realidad, el pabellón de Le Corbusier era una flipada en colaboración con el músico Iannis Xenakis, lo cual daría para otro episodio...)
Lo que nadie se esperaba es que el mejor edificio de la Expo 58, la Expo del futuro, vendría del país de Joselito y el 600.
Un edificio modular, desmontable, adaptable e inteligente...
...porque no era un edificio, era un bosque.
Un edificio modular, desmontable, adaptable e inteligente...
...porque no era un edificio, era un bosque.
En 1956, Juan Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún habían ganado el concurso de arquitectura que convocó el Ministerio de Asuntos Exteriores. Y lo ganaron con un edificio que representaba a la arquitectura española del momento y desafiaba a la arquitectura del futuro.
El pabellón de España se conformaba como una serie de paraguas hexagonales. Cada paraguas se sostenía por un único pilar central que, a su vez, conducía el agua de lluvia.
Gracias a su forma hexagonal, los paraguas se encajaban libremente entre ellos, permitiendo adoptar cualquier forma y, gracias a que el pilar tenía distintas alturas, también podían salvar cualquier cota.
Era como un mecano, como juego de construcciones. Libre y autónomo.
Era como un mecano, como juego de construcciones. Libre y autónomo.
Era una arquitectura tan moderna que no respondía a estilos o a corrientes. Era tan sencilla en su concepción que se convirtió en un objeto difícil de explicar.
Al loro a esta imagen de Corrales y Molezún (sentados) explicando el pabellón en un programa de la tele de 1957.
Al loro a esta imagen de Corrales y Molezún (sentados) explicando el pabellón en un programa de la tele de 1957.
Además, el concepto de Corrales y Molezún no era solo radical en su arquitectura, también lo era como espacio expositivo. Porque lo querían dejar vacío.
La idea era muy conceptual para la época: se exponía una foto de las neuronas de Ramón y Cajal, una naranja, libros incunables o la chaquetilla de un torero. Como dice el arquitecto José de Coca: "Objetos motivo que simbolizaban a España".
Aquí, las neuronas de Ramón y Cajal.
Aquí, las neuronas de Ramón y Cajal.
La malla hexagonal era flexible y adaptaba su perímetro al bosque. Las terrazas y los paraguas se escalonaban iluminando las salas a través de la cubierta. La fachada era un biombo irregular de planos de ladrillo y vidrio formando el conjunto un espacio interior mágico e irreal.
Me pregunto qué le parecería todo ese rollo conceptual a Carrero Blanco, cuando visitó el pabellón.
El caso es que el pabellón era tan bueno, tan avanzado, tan flexible y tan genial que gano la Medalla de Oro de la Expo 58 (bueno, una de las medallas de oro).
Y eso que su montaje en tuvo algún
contratiempo...digamos...peculiar. Las autoridades no permitieron que el pavimento lo montasen operarios no belgas, así que se enviaron a unos cuantos ceramistas levantinos a los que disfrazaron de artistas para poder hacerlo a tiempo.
contratiempo...digamos...peculiar. Las autoridades no permitieron que el pavimento lo montasen operarios no belgas, así que se enviaron a unos cuantos ceramistas levantinos a los que disfrazaron de artistas para poder hacerlo a tiempo.
Sea como fuere, el pabellón fue un éxito internacional de la arquitectura española, aunque la prensa y la opinión de nuestro país lo criticó ferozmente.
Recordemos que, por ejemplo, Corrales y Molezún querían dejar el espacio vacío solo ocupado con música de Falla y versos recitados de Juan Ramón Jiménez. Lo cual era bastante jebi para el país de Joselito y el 600.
Tras la Expo, el pabellón fue desmontado vuelto a montar en el parque de la Casa de Campo de Madrid.
Claro, como su sistema arquitectónico y constructivo era tan flexible, en Madrid no tenía la misma forma que en Bruselas.
Claro, como su sistema arquitectónico y constructivo era tan flexible, en Madrid no tenía la misma forma que en Bruselas.
En este plano de José de Coca se ve como la nueva silueta adquiere la forma de una mano: más cerrada al exterior y abierta hacia 3 patios interiores. Las salas son más estrechas y alargadas, con hexágonos de recorrido y exposición.
Desde el 59 hasta el 68, el pabellón de los hexágonos fue sede de los Sindicatos y, a partir del 68, se convirtió en el edificio del Ministerio de Agricultura. Uso que conservó hasta finales de los 70.
Pero después, a principios de los 80, el pabellón quedó abandonado y, con el tiempo, acabó convertido en una ruina.
La ruina de una época y de un futuro que no llegó y también la ruina de una obra maestra de la arquitectura mundial.
La ruina de una época y de un futuro que no llegó y también la ruina de una obra maestra de la arquitectura mundial.
En estos 40 años, el edificio se ha ido progresivamente deteriorando, aunque ha habido varios intentos de revivirlo.
Quizá el proyecto más interesante para poner en valor el pabellón de los Hexágonos sea uno que también está en el futuro. Se llama "El despertar" y el autor es el también arquitecto Álvaro Urbano.
La instalación de Urbano trata, precisamente, de hacer despertar a ese pabellón dormido y en desuso. Y lo hace sin necesidad de *estar* en el pabellón, sino recreándolo con una luz, un sonido y una atmósfera.
Y digo que este proyecto está en el futuro porque la exposición se iba a hacer en La Casa Encendida, en Madrid, pero claro, con el mundo en cuarentena, aún no se sabe cuando podrán reabrirla.
Yo pienso ir en cuanto se pueda.
Yo pienso ir en cuanto se pueda.
Y con estas cuatro imágenes que recorren 60 años de un edificio formidable, desde su esplendor hasta su despertar, nos vamos a despedir del Pabellón de los Hexágonos y del capítulo de #LaBrasaTorrijos de hoy.
Si os ha gustado, hacedme un RT o un FAV, que más duro es de robar!
Si os ha gustado, hacedme un RT o un FAV, que más duro es de robar!
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.
Si queréis conocer más territorios improbables, recordad que todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este:
Si queréis conocer más territorios improbables, recordad que todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este:
Las imágenes del episodio de hoy son de:
Miguel Ángel López, Trevor Lloyd, Ana Müller, ArchJournal, José de Coca, Ministerio de la Vivienda, P. Gomez, Nueva Forma, opalsson, Wouter Hagens, Legado Vázquez Molezún, archivo RTVE y Teodoro Naranjo/archivo ABC.
Fin del HILO (🏙️⏳)
Miguel Ángel López, Trevor Lloyd, Ana Müller, ArchJournal, José de Coca, Ministerio de la Vivienda, P. Gomez, Nueva Forma, opalsson, Wouter Hagens, Legado Vázquez Molezún, archivo RTVE y Teodoro Naranjo/archivo ABC.
Fin del HILO (🏙️⏳)
Agradecimiento especiales a José de Coca y a La Casa Encendida por el trabajo, el material y la información que me han proporcionado para hacer este episodio.
(Y en el próximo capítulo vamos a visitar una cafetería que conocéis todos. Todos)
