(+)
El teléfono suena y me despierta. Estiro una mano para callarlo y con la otra me toco el abdomen. Exhalo fuerte cuando noto únicamente los kilos que sumé en la cuarentena y desisto de buscar el perejil. El aparato maldito suena de nuevo y quiero meterlo en el (+)
Lo llamo. Atiende con un “no me quiero morir”. Necesito abrazarlo.
–No te vas a morir, no digas pavadas. Sos joven vas a estar bien –le largo el típico discurso y trato de convencernos a los dos.
(+)
–Eso no te salva. Una amiga del ecuatoriano que viene a veces palmó y es chica. Era –se corrige con voz fúnebre.
–A vos no te va a pasar eso… –lo reto.
–¿Qué sabés?
–Sos sano, salvo por la sífilis que acá no cuenta –trato de ponerle onda–, no te va a pegar mal.
(+)
–La última que me garché me mandó al infierno, esto es culpa de ella… –me lo imagino con las manos juntas con la cabeza hacia el techo.
–O tuya porque seguro que algo le hiciste para que te mande ahí –me río.
(+)
–¿Ahora me vas a hacer cargar a mí con la culpa de mi muerte? –me increpa con voz de mártir.
–Y no voy a ir a visitar tu tumba. Las flores se las voy a mandar a la fifada y abandonada, pobre mina.
(+)
–¿Y si hablás como si estuvieras en el 2020? –corta el delirio.
–¿Y si dejás de ser un pitufo gruñón?
Larga una carcajada.
–Gracias –me tira cuando termina. Se nota que le sale de adentro y que se lleva parte de la angustia.
(+)
–No hay de queso, nomás de papa.
Escucho el ruido que hace con la boca, ruido de que se está mordiendo el labio de abajo y llevándose las manos a la cabeza, o al menos la que no sostiene el teléfono, a la frente.
(+)
–¿Qué va a pasar con tu educación lingüística cuando yo no esté? –larga con voz trágica.
–Se tendrá que ocupar el rulo y terminaré cantando Arjona mientras toco la guitarra con las uñas largas en una sola mano.
(+)
–Ese ni un charango toca. Y Arjona es demasiado, casi como Lerner.
–Es eso o Rasguña las piedras en un fogón.
–Sui Generis XOXO –pronuncia esto último en inglés con tono del "gossip girl" que miraba mi primita y me lo imagino haciendo las letras con los dedos.
(+)
–Forever –me sumo.
–Ahora sí te tenés que aislar, ¿sabés? Llamá a infecto y que te hisopen –vuelve a la Tierra.
–Sí, tranca.
– Re tranka panka por acá.
–Seguís asintomático quiero creer…
–Seee… Solo tengo la verga enrojecida. Es un nuevo síntoma de covid –dice serio.
(+)
–No, mi cielo, eso se llama Clamidia y te lo pegó la roñosa que te fifaste en el baño de la habitación la otra noche.
–Ay, ¿se escuchó? No te creas que la tengo taaan grande como dijo. Son solo veintiocho centímetros de amor lo mío.
(+)
–Ni me enteré, no te preocupes, yo solo escuché cuando te ofrecía viagra y después me tapé los oídos.
–Hija de … –se ríe.
–Hablando en serio. ¿Necesitás algo? –lo interrumpo.
–Que ustedes den negativos y una morena en tetotas que me abanique.
(+)
–Tetas en la repartija no me tocaron así que te lo debo, lo otro, seguro. ¿Comida tenés?
–Un paquete de arroz y dos tomates –responde.
Mi heladera con suerte tiene un queso untable, una mermelada y algún que otro huevo.
–Más tarde te llevo –sentencio.
(+)
Abro el cajón de la mesa de luz y busco un papel para armar una lista así compro para los dos.
–¿Venís adentro de una burbuja gigante así no rompés el aislamiento? –me saca de mi boludez olímpica.
–¡Mierda! Te mando a alguien. Le digo al ruludo que él no se tiene que aislar+
–Todo con tal de llamarlo, claro. Te tiene al palo ese.
–Alzada como perra en celo. Es la cuarentena que me vuelve regalada –me río.
–Bueno, si querés usame de excusa, pero que me traiga chupi nomás que del resto se ocupa mi javie.
(+)
–¡Grande suegrita! –le contesto fuerte y sostengo el teléfono en la oreja mientras aplaudo fuerte para que escuche.
–¿No se cayó el pacto entonces? Pensé que los rulos lo habían tumbado –me increpa.
–Todo sea por mi educación lingüística.
(+)
–¿Cuántos años de soltería nos quedan entonces?
–Cuatro. Salvo que te enamores antes y me dejes sin marido salvavidas.
–¿No es muy poco? ¿Y si posponemos? Pensá que el covid se va a llevar un buen tiempo de mi juventud.
(+)
–Bueno, pero mis óvulos van a estar fritos. Vamos a tener que pedir que nos donen algunos. ¿Qué te parece la pelirroja?
–Ni en pedo. ¡No quiero una hija regluda! Además tocarme el huevo izquierdo todos los días no da.
–Bien que te encanta.
(+)
–La japi, nomás. La japi y en soledad.
–¿Mejor que salga loca como yo entonces?
–Si no me queda otra…
–¿Me pusiste en tu testamento? No te vayas a olvidar.
–Para nada. Te dejo los N95 y la máscara naranjú que compré. Ni llegué a estrenarla.
(+)
–Y yo que dudaba de tu amor…
–Qué feo –prolonga la última E.
Se hace una pausa. Miro al techo y pido que por favor siga así asintomático, o si no que le agarre leve.
–Vas a estar bien –no puedo evitar largarle.
(+)
–Ya sé –lo dice más para conformarme que otra cosa.
Pienso que hay que ver día a día cómo sigue, si le agarran síntomas o no, que si le dan ojalá sea como mucho una gripe fuerte, que se quede en su casa y que ni loco se vaya a un hotel si total vive solo, (+)
Me avisa que lo llaman. (+)
Me quedo en la cama boca arriba, tapada hasta el cuello. (+)