Busoni usaba términos como el “Darwinismo pianístico”. En “Das Klaviergenie” escribió: “It is very suprising (…) that something which until recently could be done only by one man should now also be done by another; but when there are hordes of ‘others’, it becomes Darwinism."
Busoni también hablaba de los “legisladores”, quienes consideran que las notaciones musicales son más importantes que la música misma, un término inspirado de la idea de Liszt de que la obra es para el intérprete la trágica y conmovedora puesta en escena de sus emociones.
Brendel habla sobre sus reflexiones respecto de la tarea del intérprete, las cuales no coinciden precisamente con las de Busoni. Para Brendel, el intérprete tiene que actuar como curador de museo, como albacea y como obstetra.
El trabajo del curador es histórico, debe comparar el texto de la obra con las fuentes originales y familiarizarse con las convenciones textuales y las costumbres de interpretación de la época. Al hacerlo, descubrirá que no es suficiente “seguir la letra”, y ahí entra el albacea.
El albacea se da cuenta que es su propio aliento el que revive el del compositor, y que es él quien sabe cómo han cambiado las emociones y oídos, instrumentos y salas de conciertos desde la época del compositor.
El albacea no sólo debe tener la habilidad de proyectar la música del pasado al presente, sino también la facultad de reabrir las puertas del pasado para hacer ver como nuevo lo que era nuevo en esa época.
Y si la fortuna sonríe, continúa Brendel, la función “moral” del albacea sera complementada por la función “mágica” del obstetra, quien lleva la música de regreso a sus orígenes: la obra cobra vida en las manos del intérprete.
Algunas obras de Busoni se vieron favorecidas por la moda por las curiosidades de la era victoriana y eduardiana, y el redescubrimiento del Art Nouveau. Sin embargo, obras como el monumental Concierto para Piano opacan sus obras tardías para piano.
Algunas de las grandes obras tardías para piano de Busoni son las dos primeras Sonatinas, las Elegías y la Toccata de 1921.
Sobre la obra de Busoni concluye Brendel: “The erosion of the years has not smoothed their unyielding surface. No patina of familiarity softens their sharpness. Doktor Faust, towering over the music theatre of its time alongside the works of Berg and Schoenberg, awaits its day.”
Alma tardó casi un año en poder regresar en Viena. Su visa llegó en septiembre de 1947 y partió inmediatamente, haciendo escala en Londres para visitar a su hija Anna. Cuando llegó a Viena, la esperaba un equipo de filmación:
Viena se encontraba aún en un estado deplorable. Alma se quedó en un hotel lleno de ratas. Su casa en Hohe Warte era inhabitable, había sido bombardeada y saqueada. Tanto los escritorios de Mahler y Werfel como los manuscritos de sus canciones, habían sido incinerados.
Para consuelo de Alma, después de dos convulsivos años, Werfel empezó a trabajar en su nueva novela en enero de 1941. Alma retomó su vida social con los emigrados europeos de la costa oeste, entre los que se encontraban Thomas Mann, Arnold Schoenberg y Erich W. Korngold.
La casa en Los Tilos Road, rodeada de jardines de árboles de naranjo, era modesta para los estándares de Alma. En mayo de 1941 Werfel terminó el primer borrador de “The Song of Bernadette” y contrató a Albrecht Joseph, un judío alemán exiliado, ex director de teatro y guionista.
Un año después de la muerte de Manon Alma seguía inconsolable. En Viena se preparaban los festejos del 25º aniversario de muerte de Mahler. Bruno Walter organizó varios conciertos apoyado por Schuschnigg, quien quería demostrar que Austria aún celebraba a sus judíos eminentes.
En junio de 1937 Alma visitó Berlín y vio cuánto se había transformado la ciudad bajo el régimen Nazi. Los cambios llegaron pronto a Austria. Mientras los Werfel vacacionaban en Capri en febrero de 1938 recibieron la noticia de la ida de Schuschnigg a Berchtesgaden.
Durante los primeros meses en Casa Mahler, Alma recibía visitas casi a diario. Sabía exactamente cómo lograr una velada bella y placentera para sus huéspedes. Sobre su poderoso encanto, su hija Anna decía: “When she entered a room, or just stopped in the doorway…
…you could immediately feel an electric charge… Se was an incredibly passionate woman…And she really paid attention to everyone she spoke to. And encouraged them….She was able to enchant people in a matter of seconds.”
Franz Werfel recibió la noticia del divorcio de Alma y Gropius con gran alegría y alivio, y la llevó a Praga a conocer a sus padres. Para la madre de Werfel, Alma era “la única reina o monarca de nuestros tiempos."
Alma continuaba con su intensa vida social llena de arte y música en su salón rojo en Elisabethstrasse. En una de sus veladas, se interpretaron dos versiones de Pierrot Lunaire de Schoenberg, una dirigida por el compositor y otra por Darius Milhaud.
Franz Werfel se convirtió en un visitante habitual del salón de Alma Mahler. A los 27 años era considerado como uno de los principales escritores jóvenes de la época. Sus ideas intrigaban a Alma, cantaba con una bella voz de tenor y recitaba sus poemas con un fervor fascinante.
Tiempo después, Alma reflexionó: “The evening on which Werfel and I played music together for the first time and we were so in tune immediately through our very own medium that we forgot everything around us and in front of the husband committed spiritual adultery.”