Como músico, qué difícil debe ser despedirse del escenario. En este capítulo Brendel reflexiona sobre su retiro, y sobre lo que hace posible a un intérprete enfrentar una vida como concertista.
Para Brendel en primer lugar está una tríada de talento, constitución física y suerte. Pero hay mucho más que añadir: confianza en sí mismo y autocrítica, ambición y paciencia, perseverancia sin fanatismo, buena memoria, nervios de acero (para el escenario y para leer reseñas)…
…visión de como el propio talento, repertorio y personalidad pueden ser desarrollados, el don de de concentración, placer por el trabajo, la disponibilidad, habilidad y gusto de transmitir algo al público…
…“a sense of humour, an inkling of the absurdity and parodixity of the situation as well as a healthy dose of scepticism that ought to prevent us from taking ourselves too seriously.”
“All the more seriously, however, we need to take the composer’s intentions even if, and when, the music happens to be funny.” Para el violinista Sándor Végh, el humor es un tipo de seriedad superior (‘Superernst’), mientras que para Jean es lo “sublime a la inversa”.
Para Brendel, el intérprete necesita ligereza al mismo tiempo que seriedad. Arnold Schoenberg pedía al intérprete ser “su más fiel servidor”. El intérprete también espera algo de aprecio. “My gratitude goes to all the love I have received”.
“Great composers have made my life possible, and meaningful. More that I can express, I feel in debt. It should be our token of gratitude to try to do justice to their works, not obstruct them…
…From the masterpiece performers can derive, to a large degree, what they have to do. To receive this message is demanding enough, and where it succeeds, deeply gratifying.”
Brendel termina este capítulo con estas palabras: “ I have never played concerts out of compulsion. It seemed a matter of choice to perform, but also to stop in good time. Thank you for having listened to me, and goodbye.”
Qué privilegio leer este capítulo hoy, el Día de Santa Cecilia, y poder compartir algo de la profundidad y sabiduría de este enorme y extraordinario músico, Alfred Brendel. Gracias Maestro.
“A ten-year-old draws all gazes upon himself. Small and handsome, he sits at the first desk of the cello section right next to the conductor and hardly looks at the music, obviously mesmerized by Sir Simon Rattle who instils into him and others Mahler’s First Symphony”.
En este capítulo Brendel habla de la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela, compuesta de niños de 9 a 13 años, que debutó en el Festival de Salzburgo en 2013 bajo la batuta de Sir Simon Rattle.
Beethoven compuso sus últimos cuartetos en un periodo de dos años y medio, aproximadamente en el mismo tiempo que Schubert escribió sus tres últimos. Se dice que antes de morir, Schubert pidió escuchar el Cuarteto Op. 131 de Beethoven.
En una antigua edición de los últimos cuartetos de Beethoven aparece esto: “This music is so completely dissociated from all that is material, so thoroughly the expression of a spirit governing being all earthly matters that it well nigh reaches the borders of music itself”.
Brendel inicia hablando de los orígenes del cuarteto de cuerdas. "We owe the genre, as we know it today, to an easily undervalued composer - Joseph Haydn (…) one can say without exaggeration that the string quartet, one of the most precious musical forms, was his creation”.
Durante el siglo XVIII la música instrumental gradualmente superó en estima a la música vocal. Gracias a Haydn la forma y estilo del cuarteto de cuerdas quedaron establecidas a partir de 1750.
En este capítulo, Brendel reflexiona sobre cómo ha cambiado el repertorio musical y la percepción de la música a lo largo de su vida.
“Most importantly, ‘Modern Music’ needed after World War Two to be resuscitated, if not altogether discovered”. Brendel recuerda que cuando vivía en Viena en los 50s y 60s, la ciudad estaba musicalmente dominada por el Neoclasicismo y el Neo-Barroco.
Una composición musical no está presente en la manera en que lo están una pintura o escultura, pues necesita ser ejecutada y escuchada. Brendel recuerda la frase de su maestro Erwin Fischer con la que definía la tarea del intérprete: “Give life to the work without violating it.”
Para Brendel esto no implica que en el papel la obra esté muerta y que se necesite al intérprete para levantarla del limbo: “the life of a work is already to a large extent, if latenly, encapsuled in the score. In the performance, this latent life should become manifest”.
“Le concert, c‘est moi.” Cuando Liszt le escribió esto a la Princesa Belgiojoso, estaba inaugurando un nuevo tipo de concierto público: el recital. El anuncio en Londres usó el plural “Recitals on the Pianoforte”, aludiendo quizá a la cercanía de la música Romántica y la poesía.
Entre cada “recitación”, Liszt conversaba con gente del público (“a habit we have fortunately shed"). Mientras que los recitales de Liszt duraban aproximadamente dos horas, actualmente duran 80 minutos, salvo que se interpreten piezas cuyo tamaño requiera que se ajuste el tiempo.