El Diego era mucho más que un jugador de fútbol. Los goles a Inglaterra y los pases a Caniggia y Burruchaga no alcanzan para explicar su magnetismo y trascendencia simbólica. La explicación debe buscarse por otro lado.
Se distinguió por dos rasgos inconfundibles: nunca olvidó sus orígenes y en toda grieta se inclinó por aquellos a quienes veía como más débiles.
Dicho de otro modo, tenía conciencia de clase (los que dicen que esta categoría está en desuso pues… en palabras del Diez “que la chupen y la sigan chupando”).
A estas virtudes agregó un cóctel explosivo: su argentinidad al palo, su irreverencia plebeya, esa rebeldía de suburbio que resumía con frases que quedaron gravadas en la memoria popular (y en la memoria del Medio Pelo aspiracional mucho más).
Nunca habría alcanzado la envergadura que tuvo y seguirá teniendo sin sus odiadores indignados. El mito también necesita de ellos.
Los personajes indiscutibles, los reconocidos por todos, los que concitan unanimidad, no son los que tercian en disputas o se ensucian en el barro de la política.
Viven cómodos pero no cristalizan como héroes de tragedias griegas o mártires religiosos. Sin negatividad hegeliana no hay mitos, así como no hay religión, ni arte, ni política.
Sabía muy bien de qué lado quedar. Se le plantaba al presidente de Estados Unidos y abrazaba a Fidel con la remera del Che.
Enfrentó al Papa estando en Italia (Juan Pablo II):.
No recuerdo si alguna vez toreó al Cardenal Bergoglio… pero con Francisco fue diferente...
El azar también colabora con los Mitos. ¿Por qué capricho del destino Diego no recorrió el camino natural triunfando en el todopoderoso Barcelona y en cambio se convirtió en una divinidad del modesto Napoli?
¿En que sentido era tan argentino? Quizás el análisis comparado pueda ayudar a comprender. En 1978 el antropólogo brasileño Roberto DaMatta publicó el libro “Carnavais, Malandros e Herois: Para Uma Sociologia do Dilema Brasileiro”.
El capítulo IV lleva por título “Sabe com quem está falando? Um Ensaio sobre a distinção entre indivíduo e pessoa no Brasil”
En Río de Janeiro, donde DaMatta enfoca su análisis, como en casi toda Latinoamérica, la expresión “¿Sabe con quien está hablando?” es una amenaza, un ejercicio disuasorio. Es la ostentación de una diferencia de clase, un modo informal de ejercer poder.
Quien la utiliza se supone ocupa un lugar de privilegio en el orden social. Alguien con quien la rebeldía tiene costos elevados. Puede ser terrateniente, hijo de juez, diputado o coronel. Lo usual es que el interpelado se llame a silencio y opte por la sumisión.
En 1984, inspirado en el texto de DaMatta, el politólogo Guillermo O’Donnell escribió un texto con un título sugestivo “¿Y a mí que me importa?
En el texto O’Donnell dice: “mi porteña memoria contrapone haber oído responder muchas veces: ‘¿Y a mí que me importa?’ -y, no pocas, ‘¿Y a mí, que mierda me importa’”
Sigue O’Donnell “Es en el hablante carioca y el porteño, un acto de violencia… pero en contraste con los cariocas de DaMatta, el interlocutor porteño es, precisamente un inter-locutor, encuentra frente a sí a otro hablante…
Éste, sin ceremonias, suele mandar, redonda y explícitamente, a la mierda al otro y, junto con él, a la jerarquía social sobre la cual quiso montarse”
@escriba expuso la idea de O’Donnell de forma impecable en esta nota:
Maradona resumió como ninguno ese espíritu porteño (o argentino) del que hablaba O’Donnell. Fue el arquetipo del morocho indómito, del villero retobado que detestan tantos.
Como portaestandarte de ese “Hecho Maldito” que acompaña a la malograda Argentina desde hace 75 años, Maradona resumió todas nuestras contradicciones y fantasías. Entender a Maradona es entender Argentina.
Si los sectores populares argentinos fueran sumisos como sus pares de la región, si la rebeldía del Diego fuera la excepción y no la regla en este país, ¿Argentina sería un país pujante? Algunos siguen pensando que sí.
Yo me inclino a pensar lo contrario… interpreto que nos pareceríamos más a Brasil, Colombia o México que a Suiza o Corea del Sur. En este sentido prefiero que sigamos siendo como somos.
Fé de erratas: es "grabada (y no gravada) en la memoria popular". Ahora que lo pienso podría responsabilizar al teclado en portugués...
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Supongamos que para producir un bien final Q, precisamos α cantidades A, β de B y δ de C. Donde A, B y C son insumos o bienes básicos en utilizados para elaborar Q; α, β, δ son las proporciones utilizadas. Así, tenemos una función de producción Q = F (xA, yB, zC).
Basta suponer que las proporciones α, β, y δ no pueden alterarse a voluntad en respuesta a cambios en sus precios relativos para concluir que el crecimiento en este sistema tiene restricciones de oferta.
Sobre restricciones presupuestarias y restricciones económicas. Leo a muchos discutiendo este tema y me parece que hay algunas confusiones. Va hilo.
Algunos citan modelos avanzados, sean Neo-Keynesianos, Ciclo Real, Post-keynesianos. En principio la restricción presupuestaria (RP) es apenas una identidad contable. No alude a ninguna restricción real, como el pleno empleo, o restricciones de tipo material o financiera.
Volvamos a un curso de microeconomía elemental. Tenemos una recta de presupuesto (una RP individual) y una curva de utilidad máxima compatible con esa recta. ¿Ok?
¿Cuál es la teoría y/o modelo económico que tienen en mente quienes reclaman contra la cuarentena en defensa de la ‘economía’? Va hilo largo.
La mayoría de los economistas y manuales de economía, cuando instados a definir su objeto de estudio, apelan a alguna versión de la sentencia que dicta “la economía es la ciencia que estudia la forma como se asignan recursos escasos para atender necesidades ilimitadas.”
Quien establece una oposición entre salud y economía, ¿imagina que los trabajadores son un recurso escaso o más bien abundante? ¿Qué entienden por escasez? La pregunta va dirigida a un espectro amplio, desde neoclásicos y marxo-marginalistas hasta austríacos y libertarios.
La mayoría de los economistas que opinan sobre los acuerdos de libre comercio ni siquiera manejan el modelo Heckscher-Ohlin.
Cuando el comercio involucra bienes no-competitivos, por ejemplo, cuando un país importa bienes que no produce (y no puede producir) y exporta bienes que no desplazan la producción de terceros países, obviamente el comercio sólo tiene ganadores.
Allí la ventaja es absoluta en sentido estricto. Pero lo que interesa es analizar qué ocurre cuando se comercializan mercancías que compiten con la producción local.
Argumenta que los asiáticos, especialmente chinos, fueron más eficaces porque son sociedades ‘confucianas’ más autoritarias. Occidente tendría una esfera individual, una intimidad de la vida privada inviolable donde el Estado no se podría inmiscuir. Esto no sería así en Oriente.
Mucho se discutió en estos días sobre los diferentes niveles de efectividad estatal ante la crisis del coronavirus. China sorprende por su efectividad. Algunos se apresuran a explicarlo diciendo “esto en una democracia no se puede hacer”. Va hilo.
Los contagios en China se redujeron. En pocos días construyeron hospitales, monitorearon la circulación de eventuales infectados con inteligencia artificial, colocaron ciudades enteras en cuarentena, etc. ¿Las democracias no pueden hacer eso?
A quien expresa admiración por los logros chinos se lo suele acusar de defender dictaduras, de patrocinar regímenes autoritarios. Aquí vale la distinción entre poder despótico y poder infraestructural ofrecida por Michael Mann.