Les voy a contar una historia de Navidad. Concretamente, la historia de la Navidad en la que dejé de creer en Papá Noél. Cada niño tiene su propio rito de transición; el mío incluye chocolate caliente, cuetones y quemaduras al grito de jojojó! Abrimos un 🧵🎄
No guardo recuerdo de mis navidades antes de mis 6 o 7 años. Por ahí debía andar, quizá menos. Mis hermanos menores y yo, adiestrados por una madre bendita (y desbordada), nos íbamos a dormir sin chistar a las 7pm y la Nochebuena no era diferente.
Lo usual era mi papá haciendo las compras y mi mamá preparando la cena. Hasta inicio de los 90s teníamos la loca tradición de salir a caminar a Larco a empujones el 24 entre 5 y 7pm donde gente recién llegada de Miami vendía de todo en la vereda. Quién te conoce feria del Trigal?
Ese año recuerdo que llegamos molidos como siempre y mi papá nos bañaba mientras sentíamos el olor del pavo en la cocina. En el tocadiscos, acompañados de los gritos destemplados de mi madre cantora, sonaban los churumbeles, con los cuales hasta hoy están pobladas mis pesadillas.
En eso mi papá luego de su clásico proceso de montaje en serie al empiyamarnos (siempre usó esa palabra, no sé si exista #dudaRae@RAEinforma) nos dijo, eso de bueno, a su cuarto, que yo me voy a la sala a ver que en cualquier momento aparece Papá Noél y hay que abrirle.
Como el cuartel que era la casa, asentimos sin dudas ni murmuraciones y los 3 pirañas nos metimos a nuestro cuarto. Enorme, con 3 camas, 3 roperos, y 3 escritorios y una alfombra naranja al medio. Papá Gaviola, arquitecto, diseñó los muebles para que encajen como en Tetris.
Allí estábamos, sentados en la alfombra. Esperando. Viviámos en una casita al fondo de una quinta en Magdalena y el cuarto tenía 2 puertas, con esas cerraduras por donde en las pelis viejas siempre espiaban a alguien. Por allí mandé a mis 2 hermanos a montar guardia.
Y es que antes de despacharnos, mi papá nos dijo que estemos moscas, que Papá Noél para poder cumplir con todas las entregas, le ponía cohetes al trineo (nos pareció lógico), así que tan pronto escucháramos el 💥 saliéramos a ver qué nos había dejado debajo del árbol de la sala.
Lo de la exposición solo me recordó que en esos años, una Navidad SL puso un coche bomba en CC Camino Real y el pobre Papá Noél con sus renos acabaron despanzurrados y quemados en el techo, en la esquina de Conquistadores. Una imagen que no se te quita así nomás de la memoria.
En fin, estábamos allí, plebeyos trémulos de emoción disfrutando del aroma de pavo, pólvora y chocolate que eran esas navidades;arropados en el olor a piyama nuevo que nos compraban para Nochebuena, costumbre que, les cuento,aún hoy, sí, hoy,mantienen los viejos con nosotros.👕🎅
Mis hermanos pegaban la nariz al hueco de la cerradura, no vaya a ser que el olor del explosivo de Papá Noél nos pueda llegar antes que el sonido, decía yo impartiendo órdenes parado sobre mi cama. Y tú, saca la nariz y pega la oreja. Sí, éramos los pingüinos de Madagascar.
Después de unos 10 minutos que se tardaron como 5 horas en llegar, finalmente lo oímos todos a la vez. Un bum! en todo su esplendor y el inconfundible picor del olor a pólvora. Clarito todo. Pero en vez de oir el jojojo! escuchamos más claro aún un caraaajo! que nos desconcertó.
Igual seguíamos corriendo del cuarto a la sala. Y listo. Se acabó todo. Piensen ustedes en qué momento se les acabó un poquito la infancia. Qué fue lo que les hizo notar que no siempre estaba Bambi corriendo al final del arcoiris. Lo mío fue esa noche en mi sala oliendo pólvora.
Tierno y terrible a la vez. Allí estaba mi papá, en la ventana de la sala, la nubecilla de humo aún rodeándolo sin acabar de disiparse. Se llevaba adolorido una mano a la boca.Tan confundido como nosotros. Los churumbeles sonando y el pavo ya en la mesa, imperturbable.
Me acuerdo todavía de su cara cuando nos vio a los 3 parados con nuestros piyamas oliendo a nuevo, viendolo desde la puerta de la sala, sin atrevernos a entrar. Mis ojos iban de sus ojos, a los 3 sacos rojos con juguetes que estaban tirados en desorden en el suelo. Nadie lloraba.
Se había quemado. Había comprado un cuetón en el mercado y cuando lo prendió, la mecha artesanal (esa que le decíamos después "mechita peligrosa) le ganó la partida y el petardo le estalló entre los dedos, junto a la ventana. Tiró los sacos rojos que Papá Noél le había dado.
La cortina tenía huellas de quemadura, también la alfombra. Allí mi viejo reparó en los 6 ojos que lo miraban en la puerta. Se recompuso como pudo. Ensayó una sonrisa. No pasa nada, vengan.Vamos a recoger los regalos. Papá Noel ya se fue, vengan, vamos a la ventana a despedirlo.
Mi mamá le revisaba la mano. Se hablaban con los ojos como lo han hecho siempre. Con naturalidad, nos sentamos en el piso, dónde seguían los sacos rojos con su contenido tirado. Nunca nos dijo una frase tipo "Papá Noél no existe", pero tampoco te dicen que no te trajo la cigüeña.
Simplemente lo sabes. Y esa noche lo sabíamos. Y mi papá sabía que ya sabíamos. Y mi mamá también. No creo que la cara que tenía mientras recogíamos los paquetes del suelo era porque le doliera la mano. Fieles a nuestra tradición familiar, hasta hoy nunca hemos hablado del tema.
Y así empezó otra vieja tradición, la de usar los sacos rojos. Los usamos siempre. Con todo el trabajo que tenían, mis papás rara vez podían envolver regalos, así que todo iba al saco rojo de cada hijo. Y cuando llegaron los nietos, ganaron también ellos sus sacos rojos.
Con todo, fue una buena Navidad, eso sí lo recuerdo bien. La cena con el clásico arroz y la ensalada. El chocolate espeso y con pimienta. Todo lo tengo grabado en la memoria. De lo que no puedo acordarme por más que trato, es que me trajo ese año en su bolsa roja Papá Noél.🎅🎁
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
La fachada de Palacio de Justicia tiene 2 leones. Propongo, con todo respeto que se llamen Inti y Brayan. Que estén vigilantes en la entrada del corazón de la Justicia del Perú. A la entrada del corazón de la ciudad donde los asesinaron. Aquí de dónde se me ocurrió. Abre quipu.
Era el 2 de mayo de 1808, en Madrid. Napoleón y su ejército imperial tenían ocupada la ciudad. Los nobles miraban a otro lado, los oficiales estaban de manos atadas por una falsa alianza. Qué pasó? El pueblo se levantó a pelear. Sin líderes visibles. Con solo su rabia y valor.
Pelearon duro. Sin otro impulso que acabar con una situación insostenible. Les arrestaron, acuchillaron y balearon. Entonces aparecen y se unen 2 capitanes en el parque de artillería: Luis Daoíz y Pedro Velarde.Pelean todavía más duro y con otros vecinos. Mueren al pie del cañón.
El 2 de noviembre de 1879 en Pisagua, una reducida guarnición peruano-boliviana casi 3 veces más pequeña que la de Arica enfrentó a todo un ejército invasor que se apoyaba en su gran escuadra.Ya no había Huáscar que frenara su desembarco. Esta es su historia olvidada. Abre quipu.
Hace 24 días que Miguel Grau murió en Punta Angamos y ahora sí, hartos de esperar, el mando chileno inicia proceso de invasión territorial peruano con el desembarco de Pisagua. Casi, casi pongo con el famoso desembarco de Pisagua, pero no estoy seguro de si a muchos les suena.
Ese día defendían nuestra playa apenas una guarnición policial y dos columnas navales que no llegaban a 200 pobres tipos y dos batallones bolivianos, el Victoria N°1 y el Independencia N°3. En total entre 850 y mil hombres que ignoraban que pelearían contra más de 9mil soldados.
Vaya por delante la aclaración de que mis 5 favoritos no significan ni los 5 mejores, ni los más importantes, ni los más valientes ni trascendentales. Son mis conceptos totalmente subjetivos de valoración, así que no esperen muchas coincidencias con el colegio.
1ª Leonor Ordoñez: Rabona primero y guerrillera después. Asiste a la batalla de San Juan donde repasan a su esposo herido y se une a Cáceres en la breña.Organiza una fuerza de hombres y más mujeres que luchan a las órdenes de un cura. Pelea hasta ser herida, capturada y fusilada.
Ladislao Espinar: Cusqueño que peleó desde Pisagua toda la retirada en el desierto. En el caos de San Francisco, con peruanos y bolivianos matándose entre ellos, sin un jefe que los dirija, logra cargar a la bayoneta para capturar unos cañones.Sin apoyo,muere rodeado de enemigos.
Hoy recuero al coronel Isaac Racavarren. Está en el top 5 de mi ranking personal de héroes de la Guerra del Pacífico. Por qué hoy? 141 años del desembarco de Pisagua, el inicio de la invasión. Don Isaac y un puñadito de soldados enfrentaron al grueso de la fuerza expedicionaria.
Lo hirieron. Se repliega, pelea en San Francisco y Tarapacá, lo hieren de nuevo y sigue peleando. Piérola (que el diablo lo lleve) lo alejó del ejército. El recio arequipeño, terco en defender al país,viene a Lima y pelea defendiendo la capital... y lo hieren otra vez. Un tipazo.
Yo creo que por la noche podemos contar sobre el desembarco de Pisagua, no? Una buena historia de héroes condenados.
Tripulantes del Huáscar, sobrevivientes de Angamos. Muchos integrantes de la Columna Constitución. Se trata de infantería embarcada, es decir rifleros que se dedicaban no a las labores de navegación si no de combate puro y duro. Las peleas en altamar eran a cañonazos y bala pura.
Aquí con el presidente Augusto B. Leguía (veterano de la batalla de Miraflores). La labor de los rifleros era matar a los marineros del buque enemigo -para que no puedan gobernar la nave- y dejar sin artilleros que sirvan sus cañones. Eran los más expuestos, como en Angamos.
Imaginen el Huáscar. El monitor apenas levanta silueta sobre el mar y la cubierta se desalojaba durante los combates. Pero los bravos de la Columna Constitución,"los buitres", como les llamaban, peleaban allí a pecho descubierto. Dispara. Recarga. Apunta. Dispara. Vencer o morir.
En un pueblito ayacuchano los criminales senderistas asesinaron ancianos, niños, no natos, hombres y mujeres. Quemados, degollados, apedreados. Nunca la insanía de Guzmán se dibujó como aquel día, que pasó a la infamia como la Masacre de Lucanamarca. Para no olvidar, abre quipu.
El 12 de setiembre de 1992, mientras veía una pelea de box, fue capturado Abimael Guzmán. Nueve años antes, el 3 de abril de 1983 el cabecilla terrorista ordenaba un ataque con singular crueldad. El blanco, el pueblo de Santiago de Lucanamarca. De los 69 muertos, 18 eran niños.
En el Perú no hubo guerra interna y Guzmán Reynoso no es un preso político. Fue una lucha contra delincuentes terroristas, capaces de atrocidades como esta. La Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) en agosto de 2003, lo dejó bien claro para aquellos que no lo entienden.