El 2 de noviembre de 1879 en Pisagua, una reducida guarnición peruano-boliviana casi 3 veces más pequeña que la de Arica enfrentó a todo un ejército invasor que se apoyaba en su gran escuadra.Ya no había Huáscar que frenara su desembarco. Esta es su historia olvidada. Abre quipu.
Hace 24 días que Miguel Grau murió en Punta Angamos y ahora sí, hartos de esperar, el mando chileno inicia proceso de invasión territorial peruano con el desembarco de Pisagua. Casi, casi pongo con el famoso desembarco de Pisagua, pero no estoy seguro de si a muchos les suena.
Ese día defendían nuestra playa apenas una guarnición policial y dos columnas navales que no llegaban a 200 pobres tipos y dos batallones bolivianos, el Victoria N°1 y el Independencia N°3. En total entre 850 y mil hombres que ignoraban que pelearían contra más de 9mil soldados.
Eso en el papel. En la práctica, al momento de los tiros, se trató de unos 600 soldados -las fuentes chilenas hablan de 750 aproximadamente- contra los 5 mil que lograron desembarcar las fuerzas expedicionarias en esas mismas playas. Apoyados los del sur en una flota de 19 naves.
En realidad eran 9mil soldados que asaltaban las playas, pero unos 2 mil se fueron a otra caleta (Junín)porque literalmente ya no entraban más en Pisagua. El resto tocó tierra descansadamente al día siguiente. Vean la foto del desembarco,no cabe un buque más en la pequeña caleta.
Por eso digo que desde el amanecer fue una pelea de 10 contra 1. En Arica la lucha fue de 1650 contra 6 mil -van notando cómo a pesar de jugar de locales, siempre andábamos absurdamente en desventaja numérica- considerando además a este puerto con su morro como una plaza fuerte.
Es decir, trincheras y cañones. No desmerece en nada el notable sacrificio de Bolognesi y sus hombres. Quizá, y es una teoría muy mía, nuestra historiografía ensalza más el sacrificio de Arica por el aire de gloria que reviste; gloria que no existió ni de casualidad en Pisagua.
Aquí lo que hubo fue sorpresa primero, desesperación después,, valor durante y sacrificio al final. Cómo los habrán agarrado de sorprendidos a nuestro defensores que a Juan Buendía, general en jefe de los Ejércitos Aliados del Sur lo agarran esperando su desayuno a medio vestir.
En el maravilloso libro “Los viajes de Prado”, segunda de las cuatro novelas históricas sobre la guerra del Pacífico que escribiera el periodista Guillermo Thorndike, queda ilustrada patéticamente cómo fueron los primeros instantes del desembarco.
Me hace acordar a esa escena de “El Día más Largo” -basada en la investigación periodística novelada de Cornellius Ryan-, en la que al amanecer está un vigía alemán en su búnker de concreto en la playa de Normandía y de repente ve aparecer un montón de puntitos en el horizonte.
Los puntitos resultan ser la flota de invasión aliada a la Europa ocupada.Desde su cuartel le preguntan por radio “oiga, y qué dirección tienen esos buques” y el mayor Pluskat (los ojos fijos e incrédulos puestos en el mar) traga saliva y responde “vienen directamente hacia mí!”.
Ya, opino que igual fue en Pisagua. Muchos de sus defensores eran civiles del servicio de aduana de la oficina salitrera de Agua Santa, reconvertidos en guardias y gendarmes que en su vida habían disparado un arma, aunque ese día tuvieron oportunidad de sobra para ejercitarse.
Imagino a los soldados de guardia, patrullando en medio de esa camanchaca que lo enfría y empapa todo, prendiendo un cigarrillo entre los dedos congelados con el Chassepot colgado al hombro. El oído atento creyendo descubrir un enemigo en cada ola rompiente en las peñas negras.
Un vigía está así y de repente divisa un humo. Luego otro, luego otro y otro más. Después ve que esos humos son unas masas negras enormes que se recortan contra el horizonte de las 5 de la mañana, cuando decenas de puntitos luminosos que se encienden a lo largo de toda la costa.
Las bocas de los cañones de toda una maldita escuadra que le dispara a él; sí, a él y a sus compañeros que sienten el suelo rajarse debajo de sus botas en un bombardeo de infierno previo a la orden de “al agua los botes!”. El Atacama, el Buin y el 2° de Línea se les echan encima.
Mientras aprietan los dientes aguantando el bombardeo naval, aquí en Pisagua solo hay 2 cañoncitos Parrot de 100 libras, uno al norte y el otro al sur de la caleta, que es como tener un cañón en el Morro Solar y otro en la Herradura y con eso aguantar un desembarco en Chorrillos.
Fue una pelea brutal, salvaje. Con decenas de miles de sacos de guano y salitre incendiándose alrededor de los defensores a causa del bombardeo de toda la escuadra chilena. Grandes trozos de roca viva desprendiéndose de los acantilados cayendo encima de peruanos y bolivianos.
Esos mismos soldados que maldecían sus Chassepot, el famoso “rifle peruano”, que era una porquería infame de arma que se inutilizaba antes de los diez disparos, porque la aguja del percutor se rompía, dejando al soldado con solo su estoque engarfiado al cañón para defenderse.
“Pero se pone el repuesto”, imagino diciendo a los canallas que llenaron sus bolsillos con esa venta. Como si diera igual hacer una prueba en el salón alfombrado de un ministro, que en medio de una batalla en la que tienes a 10 atacantes listos para agujerearte la carne a tiros.
Entenderán mi fascinación por este puñado de héroes condenados, dirigidos por Isaac Recavarren, mi héroe olvidado favorito, que comandaba directamente a la Guardia Nacional, su minúscula tropa; porque ese día Buendía solo pasaba por ahí de casualidad a una inspección rutinaria.
Así los encontró el desembarco. Abandonados de todo auxilio, mientras el grueso del ejército aliado silbaba en sus cuarteles de Tacna, aquí lo que silbaban eran las balas que llovían desde todos los ángulos posibles. Peleaban los nuestros encajonados entre el acantilado y el mar.
¿Pueden imaginarse el cuadro? Recavarren cabalgando en la orilla espada en mano dirigiendo los fuegos hasta que es herido. Sus hombres, la cara negra de pólvora, los ojos rojos y los pulmones ardiendo por los incendios del salitre, con esas condenadas lanchas que siguen llegando.
Aturdido por el bombardeo que no cesa. Desesperado y furioso a la vez, bajando hasta la rompiente de las olas, cuando ya has disparado tu último cartucho y coronas la punta de tu inservible fusil con un estoque de medio metro de acero, para meterte con el agua a las rodillas...
trabarte a cuchillazos y tajos de bayoneta con un enemigo tan numeroso que puedes jurarlo infinito. Llevarte a todos los que puedas antes de que el diablo mismo te cargue a ti y a tus camaradas. Huir a dónde? Solo queda morir matando, camarada. Ya habrá mejor suerte en otra vida.
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Vaya por delante la aclaración de que mis 5 favoritos no significan ni los 5 mejores, ni los más importantes, ni los más valientes ni trascendentales. Son mis conceptos totalmente subjetivos de valoración, así que no esperen muchas coincidencias con el colegio.
1ª Leonor Ordoñez: Rabona primero y guerrillera después. Asiste a la batalla de San Juan donde repasan a su esposo herido y se une a Cáceres en la breña.Organiza una fuerza de hombres y más mujeres que luchan a las órdenes de un cura. Pelea hasta ser herida, capturada y fusilada.
Ladislao Espinar: Cusqueño que peleó desde Pisagua toda la retirada en el desierto. En el caos de San Francisco, con peruanos y bolivianos matándose entre ellos, sin un jefe que los dirija, logra cargar a la bayoneta para capturar unos cañones.Sin apoyo,muere rodeado de enemigos.
Hoy recuero al coronel Isaac Racavarren. Está en el top 5 de mi ranking personal de héroes de la Guerra del Pacífico. Por qué hoy? 141 años del desembarco de Pisagua, el inicio de la invasión. Don Isaac y un puñadito de soldados enfrentaron al grueso de la fuerza expedicionaria.
Lo hirieron. Se repliega, pelea en San Francisco y Tarapacá, lo hieren de nuevo y sigue peleando. Piérola (que el diablo lo lleve) lo alejó del ejército. El recio arequipeño, terco en defender al país,viene a Lima y pelea defendiendo la capital... y lo hieren otra vez. Un tipazo.
Yo creo que por la noche podemos contar sobre el desembarco de Pisagua, no? Una buena historia de héroes condenados.
Tripulantes del Huáscar, sobrevivientes de Angamos. Muchos integrantes de la Columna Constitución. Se trata de infantería embarcada, es decir rifleros que se dedicaban no a las labores de navegación si no de combate puro y duro. Las peleas en altamar eran a cañonazos y bala pura.
Aquí con el presidente Augusto B. Leguía (veterano de la batalla de Miraflores). La labor de los rifleros era matar a los marineros del buque enemigo -para que no puedan gobernar la nave- y dejar sin artilleros que sirvan sus cañones. Eran los más expuestos, como en Angamos.
Imaginen el Huáscar. El monitor apenas levanta silueta sobre el mar y la cubierta se desalojaba durante los combates. Pero los bravos de la Columna Constitución,"los buitres", como les llamaban, peleaban allí a pecho descubierto. Dispara. Recarga. Apunta. Dispara. Vencer o morir.
Perú perdió la guerra contra Chile, y con ello Tacna, Arica y Tarapacá se fueron al sur. Las 2 últimas de forma permanente. Tacna se negó. Cómo y porqué y las desventuras que aguantaron sus vecinos -casi matan a Basadre de una pedrada en la cara- en esta historia. Abre quipu.
Hay una película, Gloria del Pacífico, que gira en torno a la defensa de Arica por un puñado de héroes condenados. Lo cuenta el personaje de Reynaldo Arenas, veterano y sobreviviente del morro, que ya enfermo y anciano, sigue viviendo en Tacna, cautiva luego del Tratado de Ancón.
Es un veterano. En Arica pelean 2 batallones: el Granaderos y el Artesanos de Tacna. Son los últimos en quedar en pie y entre quienes más bajas sufrieron en la pelea. Hasta hoy, la sociedad de artesanos antepone el benemérita en el hombre, por su sacrificio.
📷Gloria del Pacífico
Luego de 3 años de nuestra independencia el poder político-militar lo sigue manteniendo España, que controla nuestra sierra. Hay guerra. Hoy les contaré de Junín, la batalla donde se mató con lanza y sable, sin tiros; donde un acto de rebeldía cambió nuestra historia. Abre quipu.
La libertad sudamericana se veía comprometida mientras no acabara la situación de dominio español. Simón Bolívar lo sabe y envía a nuestras costas una avanzada de 5 mil hombres encabezados por Antonio José de Sucre en enero de 1823 afianzar la débil independencia del barrio.
El propio Bolívar llegó el 1 de julio con otros mil 500 soldados, mandado llamar por el Congreso peruano. Para el verano de 1824 los españoles habían recuperado Trujillo y amenazaban Lima desde el castillo del Real Felipe.
(Pueden leer más en este quipu:)
"Mayor Salvo, decidle a vuestro general que me siento orgulloso de mis jefes, que la guarnición de Arica no se rinde. Que tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho". Francisco Bolognesi, 5 de junio de 1880. Arica no se rinde. La respuesta.
Comparto algunos extractos de la entrevista que sostienen el coronel Bolognesi y el sargento mayor Juan de la Cruz Salvo, artillero (como Bolognesi) y parlamentario enviado por el jefe del ejército chileno, Manuel Baquedano.Lo cuenta don Ricardo Palma: (sin planearlo, abre quipu)