Creo que les he contado en alguna ocasión que el día de los #SantosInocentes se celebra en casa siempre de la misma manera. Aunque este año, mis padres han tenido que improvisar al estar todos recluidos en Las Golondrinas y no contar con la logística de la capital. Va hilillo 👇
Normalmente, mi madre recibe un ramo de dos docenas de rosas rojas con una tarjeta firmada por Enrique Moreno de los Ríos que un es un pretendiente que tuvo a finales de los cincuenta. Mi padre, que es quien envía las flores, hace como que se enfada y se retira a su despacho.
Mi madre, todos los años, alaba las rosas; su exquisito perfume, su frescura, su color, el maravilloso diseño del ramo… y las pone en el mejor jarrón de bohemia que coloca sobre la mesa central del salón entre los aplausos y parabienes de tita Carmen, Conchita y Amalia.
Después, hace una trágica entrada en el despacho, llorando y agitando una chaqueta de mi padre y le preguntará qué hace una foto de Cuqui Romero -una amiga suya a quien, al parecer, le hacía tilín mi padre- en el bolsillo interior de esa chaqueta manchada de oprobio y lujuria.
Mi padre lo niega. Mi madre le inquiere. Mi padre vuelve a negarlo. Mi madre hace como que llora. Mi padre le toma las manos. Mi madre aparta la mirada. Mi padre rompe la supuesta foto que suele ser un recorte del ¡Hola!. Mi madre le perdona. Y mi padre termina con Romeo:
«El amor, que a inquirir me impulsó el primero; él me prestó su inteligencia y yo le presté mis ojos. No entiendo de rumbos, pero, aunque estuvieses tan distante como esa extensa playa que baña el más remoto Océano, me aventuraría en pos de semejante joya, que eres tú, Pilarín»
Y se lo pasan divinamente. Abren su botella de champaña -Veuve Clicquot, por supuesto- y celebran sus decenios de amor, amistad, respeto y camaradería. Que de todo hay, como siempre dice mi padre. Se quieren con locura y así son sus #SantosInocentes desde hace medio siglo.
Pues este año, sin floristería cerca, mi padre ha tenido que improvisar. Así que en vez de las rosas le ha enviado a mi madre una pulsera de medallones que heredó de mi abuela, y que ella ha alabado, al igual que el buen gusto de su «querido» Enrique y lo caballero que es.
El pobre de don Ramiro, que no sabía nada del asunto, se ha encontrado a mi madre llorando en el patio, con una chaqueta de tweed y gritando: «sinvergüenza, lascivo, adúltero» y como llevaba las gafas empañadas de la mascarilla -volvía de la capilla- ha creído que era tita Carmen
y le ha echado una bronca de aúpa a tío Willy que estaba tan tranquilo y ajeno al escándalo en un sillón de la biblioteca leyendo el ¡Hola! El pobre ha dado un salto y se le iba a salir el corazón por la boca porque estaba mirando un escote como sólo él los mira. Ya saben ustedes
Lo ha negado todo. Yo creo que tío Willy ya niega esas cosas por defecto. Le digan lo que le digan. Y es que tita Carmen es muy suya para las infidelidades, hasta de omisión. Menos mal que estaba yo por allí y le he explicado a don Ramiro que era una inocentada familiar clásica.
Lo malo es que cuando nos hemos ido a almorzar, don Ramiro se ha encontrado con que en su plato sólo había un mendrugo de pan, un vaso de agua y un trozo de queso algo raído. Y al ver la fuente de chuletillas de cordero de mi padre, le han empezado a caer unos lagrimones…
Menos mal que al levantar el queso ha visto un muñequito de croché que ha hecho mi madre para los Santos Inocentes y ha suspirado.
-No se imaginan ustedes el sofoco que he sufrido por un momento. Y no por pasar hambre sino por si hubiera perdido su afecto que tanto aprecio.
-¿Tanto como los lanceros y la ginebra? ¿O como esa pierna de cordero que trae Amalia, don Ramiro?
Al pobre, al volverse, se le ha puesto cara de niño en Reyes, la verdad. Y es que la pierna era de categoría, con sus patatitas y sus pimientos fritos que es como le gusta a él.
Tita Carmen siempre llama al párroco para decirle que quiere apostatar y hacerse atea. El bueno de d Alfonso, va a visitarla, se queda a merendar y la devuelve al redil. Este año le ha tocado el papel a don Ramiro que hay que reconocer que lo ha bordado en la parte de la merienda
Claro que venía motivado después del sofoco del almuerzo y ha cogido con muchas ganas la bandeja de mantecados. Tanto, que nos ha hecho un recorrido sentimental por todos los conventos de la provincia de Córdoba. Dulce a dulce. De la yema al mantecado y del polvorón al rosco.
Ha sido todo un documental del National Geographic en versión clerical y repoostera. Estoy por grabarlo y ofrecerlo al Canal Sur.
Y ya hemos echado el día.
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Me pide mi admirada @guadalupecodes que les comparta este bellísimo poema de su autoría. Y no puedo menos que hacerlo de inmediato con la emoción a flor de piel tras haberlo leído y disfrutado.
Se titula «Paralelismo de pensamientos».
Disfrútenlo.
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Soñando que me querías
En castillos de cristal,
Soñando que no me herías
Con guiños de festival.
Curando con tu cercanía
El negro de mi mirar
Curando mi amor pedías
Poder volverme a besar.
Sintiendo las viejas locuras,
Momentos que no son verdad, sintiendo en mis carnes maduras
Tus ansias de libertad.
Comprando tus risas al sol,
Comienzo despacio a llorar,
comprando palabras de amor
Que ya no me puedes brindar.
En una muestra de crueldad que dejaría en mantillas al doctor Mengele, mi madre y tita Carmen, que han vuelto de su matinal paseo antes de las ocho de la mañana, me han obligado a levantarme para que las acompañe a ver el sorteo de la Lotería Nacional y a comprobar los números.👇
Y aquí estamos, sentados en el salón, con la tele encendida, los décimos y participaciones ordenados sobre la mesa en columnas por terminaciones y de menor a mayor y al menos, con un tazón de chocolate caliente entre las manos y una fuente de los divinos bizcochos de Conchita.
Tita Carmen, a cuya vera se sienta tío Willy, le está rezando a san Pancracio. La imagen del santo, camuflada entre una selva tropical de perejil y yerbabuena, de la que tan sólo sobresale, y sólo un poco, el aura, preside la mesa. A sus pies, los décimos y participaciones.
Me entristece pensar el día en el que mi querida @VHavisham debió anular su viaje a Córdoba. Así que le mostraré algunas cosillas que se perdió y que espero que conozca a la mayor brevedad. Como todos ustedes. Que no sé como pueden vivir sin conocerla.
Va hilillo provocador👇
Como ya les anuncié no voy a contarles la historia del día en el que tía Cristina se envenenó en la boda de su hijo Borja. Y no lo haré porque, sencillamente, no puedo relatarla. Me resulta metafísicamente imposible. Porque esa historia, debo confesarlo, jamás ocurrió. Va hilo.👇
Y no es que mi padre me liara. Que podría ser. No es, que empecinado, insista en mi cumplir mi público anuncio de no contarlo dada la ausencia de interés en conocerlo por parte de todos ustedes, siendo una historia tan espectacular e interesante. La razón es mucho más prosaica.
Lo confieso: me equivoqué de nombre. No hay excusa. Es cierto que mi abuela tuvo quince hermanos y que cinco de ellos fueron mujeres, pero tía Cristina profesó como clarisa en el granadino monasterio de Santa Isabel la Real del que llegó a ser abadesa tal y como les conté
Pues como está la tarde tranquilita por casa y estoy algo desocupado -incluso más que de costumbre- voy a escribir un hilo sobre uno de mis autores preferidos y la excepcional relación de su obra literaria con el cine.
Me refiero a mi admiradísimo E.M. Forster.
Va hilo 👇
Forster (1879-1970) nació en Londres y murió en Coventry. Fue novelista, pero también ensayista y libretista. Sus obras describen con elegancia la Inglaterra eduardiana y reflejan las diferencias de clase y esa forma de afrontar la vida con cierta distancia, cinismo o hipocresía.
Estudió literatura clásica e historia en el King's College de la Universidad de Cambridge. Un lugar bellísimo. 👇
Allí formó parte de un grupo llamado «Los Apóstoles». Bastante de sus miembros fueron parte del «Círculo de Bloomsbury». Fue amigo de John Keynes y Lytton Strachey.
Ayer le pedí -le rogué- a mi madre que hoy me dejara descansar. Tanto hacerme madrugar estaba desencajándome las meninges. Así que, aunque no me he levantado tarde, he podido remolonear un poquito. Serían poco más de las once cuando el ajetreo del patio me sobresaltó. Va hilo👇
Me incorporé en la cama, agucé el oído y oí unas voces desconocidas. De fondo, lo que parecía ser una radio desgranaba canciones modernas. No sé si seré capaz de explicarme. Era un ruido de esos en los que el cantante parece tener unas canicas en la boca y recita una salmodia.
De pronto, llaman a la puerta. Increíble, mi padre. Entró y se sentó en la descalzadora. Se atusó el cabello -es algo que hace para recordarme mi calvicie ruizalmodovariana que contrasta con su legendario pelo fitzedwardsiano-, se pasó el dorso de la mano por el bigote y me dijo: