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31 Mar, 51 tweets, 13 min read
Hola niños, hoy vengo a contaros la historia de uno de los misterios más siniestros de la historia reciente rusa. La desaparición y muerte de nueve personas que aún no ha sido esclarecida, y que llegó a cambiar el nombre del lugar donde sucedió: el incidente del paso Diátlov.
El paso Diátlov no se ha llamado siempre así: de hecho, recibió su nombre a partir de los hechos que relataremos hoy. Antes de eso era un paso sin nombre en la montaña Jólat Siajl, al norte de los Urales.
“Jólat Siajl” es un nombre mansi que se traduce como “Montaña Muerta” y, según algunos, viene de una leyenda sobre nueve cazadores que se perdieron en el monte y aparecieron muertos días después, lo que vista la historia de hoy no es creepy EN ABSOLUTO.
Nuestra historia comienza en enero de 1959, cuando diez esquiadores del Instituto Politécnico de los Urales (hoy Universidad Técnica Estatal de los Urales) se reúnen en Ekaterimburgo* para comenzar una expedición de montaña a lo largo de varias semanas.
*Ekaterimburgo es la ciudad donde fueron ejecutados el último zar de todas las Rusias y su familia. No es que tenga que ver con el tema, pero me gusta añadir datos de mierda. SIGAMOS.
El grupo lo formaban Igor Diátlov (BAIA), Zinaida Kolmogórova, Lyudmila Dubínina, Aleksandr Kolevátov, Rustem Slobodin, Yuri Krivoníschenko, Yuri Doroshenko, Aleksandr Zolotariov, Yuri Yudin y Nikolai Thibeaux-Brignolles, porque en todo grupo tiene que haber un notas*.
*Emberdá es porque su abuelo era francés, que ya son ganas de dejar Francia para irte al culo de los Urales. Tiene que haber gente pa tó.
Todos eran montañeros y esquiadores experimentados y sabían bien dónde se estaban metiendo. De hecho, la expedición tenía entre sus objetivos sacarse el nivel 3 de montañismo, que era el más alto disponible en la URSS en esa época. Vamos, que no eran cuatro papanatas.
La ruta había sido aprobada por el Comité de Deportes y estaba perfectamente planificada para llegar hasta la montaña de Otorten*, a unos 10 kilómetros al norte del lugar donde transcurrió el “incidente”. El 23 de enero el grupo salió en tren hacia las montañas.
*Otorten se traduce como “No vayas ahí” en mansi. TODO CORRECTO.
Tras pasar una última noche en Vizhai, el último asentamiento habitado antes de llegar a la cordillera, los montañeros iniciaron la marcha hacia Otorten el 27 de enero. El 28, Yudin tuvo que desistir de la marcha por motivos de salud y regresó a Vizhai mientras el resto seguía.
Yuri Yudin sería el único superviviente del incidente del paso Diátlov.
El 31 de enero, el grupo llegó a la zona donde debía comenzar la escalada. Gracias a los diarios y a las cámaras fotográficas que se encontraron posteriormente se conoce con bastante precisión lo que hicieron durante esos días, y que los ánimos del grupo eran muy buenos.
El 1 de febrero, el grupo encaró el paso, probablemente con la intención de llegar al otro extremo y establecer allí el campamento. Pero una tormenta de nieve les desvió de la ruta, y en vez de eso empezaron a ascender accidentalmente hacia la cima del Jólat Siajl.
Cuando se dieron cuenta del error decidieron montar allí mismo el campamento para no perder la altura ganada. Jamás volverían a ver la luz del sol.
Diátlov había acordado enviar un telegrama en cuanto regresaran a Vizhai, lo que tenía que pasar sobre el 12 de febrero (aunque le había comentado a Yudin antes de su marcha que era posible que tardaran más). Pero el telegrama no llegó ni el 12, ni el 14, ni el 16.
Ante la falta de noticias, el día 20 las familias de los montañeros pidieron una operación de rescate. Tras unas batidas iniciales por parte de voluntarios, la policía y el ejército se involucraron en la búsqueda, utilizando aviones y helicópteros para cubrir más terreno.
Y así llegamos al 26 de febrero de 1959, fecha en la que uno de los grupos de búsqueda encontró el campamento de los montañeros en la ladera del Jólat Siajl. Y lo que encontraron no se les olvidaría en la vida.
En palabras de uno de los miembros del grupo: las tiendas habían sido rajadas desde dentro, cubiertas por la nieve y con todas las pertenencias de los montañeros dentro, incluídos los zapatos. De los desaparecidos no había ni rastro.
Unos metros más allá encontraron las huellas de nueve personas que caminaban descalzos o en calcetines y que iban en dirección a un bosque cercano. Sin embargo, después de 500 metros las huellas habían quedado cubiertas por la nieve y la pista se perdía.
Y entonces empezaron a aparecer los cadáveres.
Una cosita: existen fotos de todo lo que los grupos de búsqueda encontraron, pero por razones obvias no voy a compartir aquí imágenes de gente muerta. Si os interesa verlas podéis buscar por Can Google que seguro que no os costará mucho encontrarlas.
Más o menos a 1.5 kms del campamento, en la linde del bosque, encontraron los cadáveres de Krivoníschenko y Doroshenko. Habían intentado hacer una pequeña hoguera, y las ramas del árbol bajo el que se refugiaban estaban rotas, como si hubieran intentado trepar por él.
Lo más llamativo, sin embargo, era otra cosa: además de descalzos (algo que ya había quedado claro) los dos Yuris iban sólo CON LA ROPA INTERIOR. En el norte de los Urales. En invierno.
Mientras los del grupo de búsqueda flipaban en colores que no existen, otro de los grupos encontró tres cadáveres más: los de Slobodin, Kolmogórova y el propio Diátlov. Los tres tenían abrasiones en cara y manos, y Diátlov llevaba una rama de árbol en una mano.
La conclusión de los del grupo de rescate fue que los tres habían intentado regresar al campamento desde donde estaba la fogata de los dos Yuris, pero algo les había pasado por el camino y los tres murieron.
Los otros cuatro cadáveres tardarían más de dos meses en aparecer: fueron encontrados el 4 de mayo a los pies de un barranco dentro del bosque. Iban algo más vestidos que los Yuris (que tampoco era difícil) y no parecían haber muerto todos a la vez.
El caso es que el gobierno soviético se encontraba con la papeleta de explicar las muertes de nueve jóvenes de buena familia en circunstancias muy extrañas… sin dar más explicaciones que las justas, claro. Pues menudo era Kruschev para estas cosas, oiga.
La autopsia de los primeros cinco cadáveres no encontró heridas o signos de violencia, y dictaminó que los montañeros habían muerto por hipotermia. No pasaría lo mismo con los otros cuatro: en al menos tres de ellos se encontraron fracturas “incompatibles con la vida”.
El caso es que ninguno de ellos presentaba heridas externas. Las fracturas habían sido causadas “como por una gran presión sobre los cuerpos”. Que vamos, si tienes el cráneo fracturado, que no encuentren heridas externas es RARO DE COJ*se la llevan*
Luego está el hecho de que a todos los que encontraron en el barranco les faltaban… cosas. Aviso que la descripción que viene es un poco desagradable.
Sin entrar en demasiados detalles, a varios de ellos les faltaban los ojos, la lengua y trozos de cara, incluyendo las cejas. El forense dictaminó que todas estas heridas eran post-mortem, aunque sin poder decir qué las había causado.
¿Sabéis qué más encontró el forense en los cadáveres del barranco? Trazas de radioactividad. Lo cual es TOTALMENTE NORMAL Y PARA NADA DESCONCERTANTE.
Inicialmente se quiso apuntar a que hubieran sido los mansi quieres mataron a los montañeros, pero las heridas de los cadáveres del barranco no podían haber sido provocadas por seres humanos según el forense, así que los mansi fueron exculpados.
El veredicto oficial del informe de la comisión de investigación fue el siguiente, y ojalá me lo estuviera inventando pero no es el caso: “Los miembros del grupo fallecieron debido a una fuerza natural irresistible”. Y SE QUEDARON TAN PANCHOS.
A lo largo de los años no han sido pocas las investigaciones paralelas, oficiales y de todo tipo que se han realizado sobre el incidente del paso Diátlov. Y cada vez que sale una nueva todo se vuelve aún más pasado de vueltas de lo que ya era antes. Veamos unos ejemplos:
El libro “El precio del secreto de Estado: nueve vidas”, del periodista Anatoli Guschin, fue el que abrió la caja de los truenos en 1990 cuando declaró que los montañeros habían sido víctimas accidentales de “un arma secreta experimental soviética” y que el gobierno lo encubrió.
Ese mismo año, el policía que había dirigido la investigación oficial, Lev Ivánov, publicó un artículo en el que explicaba que había recibido presiones para parar la investigación, especialmente después de que su equipo dijera haber visto unas “esferas voladoras”.
Y ahora viene cuando la cosa se pone loquísima: en 2018, los restos de Aleksandr Zolotariov fueron exhumados a petición de un periódico ruso. La cosa es que cuando se le hicieron las pruebas de ADN resultó que este no coincidía con el de ninguno de sus familiares vivos.
Cuando se hizo la reconstrucción facial, coincidió con las imágenes que se conservan de Zolotariov… que casualmente son todas de después de la Segunda Guerra Mundial. La teoría de los periodistas es que alguien usurpó la identidad de Zolotariov durante la guerra.
(Por supuesto, la teoría de que Zolotariov era en realidad un espía occidental infiltrado o un agente de la KGB al que se le fue la pinzota y los mató a todos en un arrebato a lo Soldado de Invierno es algo que existe).
La última información oficial sobre el tema es del año pasado, cuando el gobierno ruso anunció los resultados de una nueva investigación que dictaminó que los montañeros habían muerto a causa de una avalancha. SURE, VLADIMIR.
Por supuesto, podéis encontrar teorías de todo tipo, a cual más pasada de revoluciones: desde extraterrestres al Yeti ruso, pasando por drogas, infrasonidos y, por supuesto, la KGB haciendo de las suyas (ahí entra el tema de la identidad de Zolotariov, of course).
Los montañeros fueron enterrados en dos cementerios, el de Ivanovskoe y el de Mihayovskoe. En este último se erigió un monumento en memoria de los nueve montañeros en 1962.
Desde entonces, el paso Diátlov se ha convertido en lugar de peregrinaje de curiosos y turistas, a veces con consecuencias trágicas: nueve personas fallecieron en la zona en accidentes de avión en 1960, y en 1961 se encontraron los cadáveres de nueve turistas de Leningrado.
Ya en la década de los 2000, un helicóptero se estrelló en la zona con nueve personas a bordo, aunque todos salvaron la vida. Y sí, estoy haciendo hincapié en el tema del número nueve porque no sé a vosotros, pero a mí me resulta CREEPY QUE TE CAGAS.
Yuri Yudin falleció en 2013 sin haber superado jamás el trauma de lo que les sucedió a sus compañeros. Sus cenizas se enterraron junto a ellos en Mihayovskoe, y se añadió una placa con su foto en el lateral del monumento.
Se han escrito decenas de libros sobre el incidente del paso Diátlov, y hay más de una película (todas optan obviamente por los enfoques sobrenaturales), pero la mayoría son tan malos que es mejor ni acercarse a ellos estando sobrio.
Eso sí, en la web dyatlovpass.com podéis encontrar información detalladísima de todo lo que tiene que ver con el tema, de las partes más rigurosas al circo de las naves del misterio. Muy útil si quieres pasarte horas cayendo por una madriguera de información chunga.
Han pasado más de 60 años, pero el misterio de lo que sucedió aquella noche de febrero está lejos de resolverse. Y mientras tanto, la Montaña Muerta sigue atrayendo visitantes incautos. Recordad no ir en grupos de nueve, por lo que pueda pasar…
Espero que os haya gustado. Otro día, si os portáis bien, os explico la historia de la señora que mató a hachazos a su padre y a su madrastra y no sólo no fue a la cárcel sino que se hizo famosa y rica.

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