Hay que tener vista de topo para creer que la relación PP / Vox y la de PSOE / Podemos son paralelas. Para empezar, Vox es un tumorcillo del PP. Un diputado del Vox viene a ser uno del PP con tres copas.
Tres copas y mal vino. Podemos, en cambio, no viene del PSOE, sino del 15M y una cierta izquierda universitaria. Es nuestra 'New Left'.
Que ha devorado por el camino a la vieja izquierda, IU, resignada a permanecer para siempre en su papel testimonial de Pepito Grillo del PSOE.
Lo normal es nuestra derecha es empezar en el PP y acabar en Vox. Los de IU, en cambio, solían acabar en el PSOE si querían pasar de la política testimonial a la efectiva (Rosa Aguilar, por ejemplo).
En general, dentro del PP los que acaban en Vox son los más brutos e intelectualmente perezosos (más algún neonazi recauchutado). Podemos es en origen un partido de profesores universitarios.
Que alguien del PSOE pase a Podemos o viceversa sería un notición, por lo inusitado. Entre Ciudadanos, PP y Vox el trasfuguismo es todo un estilo de vida.
De modo que la única semejanza viene a ser que tanto PP como PSOE preferirían gobernar sin su aliado 'natural'. Pero eso es cierto de cualquier partido. Se pacta por necesidad, no por gusto.
Pero incluso ahí el paralelismo es superficial y engañoso: Podemos se ha integrado en el gobierno de coalición y en muchos aspectos lo lidera. Vox es un peso muerto embarazoso para el PP.
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Históricamente hablando, la derecha es la organización política que crean los privilegiados para intentar conservar sus privilegios. Son los enemigos de cada una de las revoluciones que han ido mejorando nuestro mundo, comenzando por la francesa.
Su paradoja es que tras cada fuerte meneo de lo social, muchas de las conquistas alcanzadas se convierten en permanentes, y ellos dejan de cuestionarlas. Hemos alcanzado a verlo con el divorcio y el matrimonio homosexual: los combaten, pero luego los practican.
Nuestra paradoja (la de la izquierda) es que a menudo las revoluciones han llevado al Terror: tratando de mejorar la sociedad, hemos acabado siendo presa de psicópatas y de organizaciones totalitarias.
Para mí fue un shock aprender en los helenistas (en Vernant) que lo sagrado no es 'lo más mejor', sino algo cuya energía es potencialmente destructiva, y por tanto debe tratarse con cautela, siguiendo un ritual y muy limitadamente.
Vernant da el detalle filológico, pero la noción se puede ver fácilmente en la advertencia bíblica de que nadie puede ver cara a cara a Dios y vivir (Ex. 33, 20) y en el mito en que Sémele exige ver a Zeus tal como es de verdad, y esta visión la reduce a cenizas.
Desde entonces, pienso en lo numinoso como algo muy similar a la radioactividad: una energía enorme, pero con la que no se puede tratar sino a través de un protocolo muy cuidadoso. La exposición directa a lo divino nos mata.
Aunque fastidie que lo señalemos, el cambio social en el que estamos tiene claros armónicos religiosos. Sigue patrones eclesiásticos.
Esto no lo digo como enmienda a la totalidad del mismo. También el surrealismo, por ejemplo, presentó rasgos así, con su Papa (Negro), Breton, y su furia contra los réprobos del movimiento.
Tenemos, en primer lugar, una ortodoxia y unos dogmas. Es lo que se suele nombrar como corrección política. Estos dogmas 'no son negociables'. Quien los cuestiona públicamente, sabe lo que le espera.