Los movimientos exitosos tienen reivindicaciones claras y viables, y al menos abocetan una hoja de ruta para ellas. Si el movimiento se empieza a lastrar con reivindicaciones irreales y abstractas como el cielo por asalto, suele estar condenado. Para eso existen los provocadores.
La desventaja es que luchar por "una cooperativa de consumo para el barrio" no concita los entusiasmos silvestres que nacen si se lucha por "refundar la democracia para el proletariado y acabar con su sufrimiento para siempre, dándole todo el poder".
También pasa en proyectos sacados de diversas mangas para asaltar la perfección, como el decrecimiento o el proyecto Venus que "sólo" requieren que _todo_ cambie de golpe y con receta, pero emocionan más que un proceso legislativo y de consensos negociados para dar un pasito.
Cometemos también un error al contar la historia mediante una sucesión de grandes epopeyas más bien noveladas en lugar de relatar los tropezones y obstáculos y lentitud de los procesos reales que no se subliman en un instante de luminosidad histórica.
La revolución francesa no nace un día 14 de julio de 1789, sino que es resultado de un proceso que va mucho más atrás, hasta Giordano Bruno y Spinoza y toda la revolución científica. Y luego se pudre, fracasa y resulta repugnante...
Y vienen y van repúblicas, Napoleones, colaboracionistas nazis y un cacao de más de 250 años para que aparezca la república francesa actual con los valores que fueron sobreviviendo a tropezones desde la toma de la Bastilla. Lo contamos mal y lo hacemos peor.
Y si tomamos el 15M y lo vestimos de gesta inmaculada y triunfadora, con su espanidhrevolúchon, estatuando a sus líderes como inmaculados salvadores, traicionamos la microhistoria de los que pusieron su empeño para lo que no pasó. Creo yo.
Lo contamos mal y lo hacemos peor. Ya.
Lo contamos mal y lo hacemos peor. Ya.
La abolición de la esclavitud, el sufragio, la justicia, la educación y la salud para todos, el respeto al diferente, el rechazo a la violencia, todo lo que nos parece bueno hoy se consiguieron lenta y dolorosamente, no se promulgaron señalando heroicamente al futuro con un dedo.
Miles de hombres y mujeres dieron sus pequeñas peleas, casa a casa, pueblo a pueblo, para que las mejores ideas, tan extrañas al nacer, fueran patrimonio de todos. Cada una es un logro colectivo y duro, ¿por qué no lo relatamos así, como una fanfarria para el ciudadano común?
Si lo contáramos así, si tuviéramos verdadera perspectiva histórica en todos los acontecimientos, quizá estaríamos un poco vacunados contra los líderes populistas y su falta de respeto a los hechos, a su propia capacidad y a la historia.
Ya me callo.
Ya me callo.
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