En su momento me resultó provechoso leer este estudio: «Corporativismo y Fascismo. Los sistemas de relaciones laborales autoritarios en la Europa de entreguerras» (e-revistas.uc3m.es/index.php/HISP…). Voy a compartir y comentar algunos fragmentos que espero que resulten de interés. Hilo va.
Por recordar para cualquier interesado que no lo viera en su momento, el trabajo de Bernal se puede complementar con estos otros textos sobre el fenómeno del corporativismo en distintos regímenes burgueses:
Una primera definición y distinción: la diferencia entre 𝑐𝑜𝑟𝑝𝑜𝑟𝑎𝑡𝑖𝑠𝑚𝑜 (o 𝑛𝑒𝑜𝑐𝑜𝑟𝑝𝑜𝑟𝑎𝑡𝑖𝑠𝑚𝑜) y 𝑐𝑜𝑟𝑝𝑜𝑟𝑎𝑡𝑖𝑣𝑖𝑠𝑚𝑜. Esta es una diferenciación que, guste más o menos, está presente en prácticamente todos los estudios sobre el tema que conozco.
No niego que pueda tener su utilidad para diferenciar los dos grandes tipos de corporativismo (el de las democracias burguesas y el de regímenes políticos fascistas o filofascistas), pero personalmente no veo razones para no usar solamente 𝑐𝑜𝑟𝑝𝑜𝑟𝑎𝑡𝑖𝑣𝑖𝑠𝑚𝑜.
Para mí es secundario, de todos modos.

Una primera afirmación que tal vez pueda chocar (o no): las primeras experiencias de corporativismo sindical fueron puestas en práctica no por la Italia fascista, sino por los grandes regímenes democrático-burgueses:
La integración de un segmento de la clase obrera en el Estado capitalista —la aristocracia obrera—, el encuadramiento sindical y la transformación del modo de producción capitalista en la Europa de fines del siglo XIX y principios del XX:
Crisis del paradigma liberal del capitalismo decimonónico y tendencia corporativista:
Pronto, sobre todo cuando la burguesía contempló con horror el triunfo de la Revolución de Octubre y el tsunami que provocó, se impondría en muchos países no la dictadura 𝑑𝑒𝑚𝑜𝑐𝑟𝑎́𝑡𝑖𝑐𝑎 de la burguesía, sino su dictadura 𝑑𝑖𝑐𝑡𝑎𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎𝑙 (reconstitucion.net/Documentos/Epi…).
Crisis del liberalismo y génesis del corporativismo moderno:
Las cuatro principales corrientes del primigenio corporativismo moderno. El abanico ideológico-político del corporativismo fue mucho más amplio de lo que a veces se ha atribuido de modo simplón, identificándolo automáticamente con el fascismo o regímenes similares:
Lo que sí me parece claro es que el corporativismo del capitalismo imperialista propicia o acelera escenarios que allanan el camino a soluciones ultrarreaccionarias para la burguesía. Pero no es exactamente lo mismo que la identificación estrecha a que me he referido más arriba.
El triunfo del Partido Bolchevique, la creación del Partido Comunista Mundial (Komintern) y la guerra civil larvada en media Europa que se prolongó durante varios años: el caldo de cultivo para el reforzamiento del corporativismo.
Colusión entre corporativismo y sectores de la burguesía, horrorizados ante la posibilidad de ver prosperar repúblicas soviéticas en sus territorios.
El creciente estatismo del corporativismo de principios del siglo XX. La importancia de las figuras del austriaco Spann y del rumano Manoilescu: el reforzamiento casi ilimitado de la forma superior de organización de la burguesía (el Estado moderno).
La influencia de la Associazione Nazionalista Italiana (ANI) en el corporativismo fascista italiano y la fascistización del corporativismo católico.
A propósito de la ANI y el fascismo italiano (), y así me enrollo lo justo y necesario.

De cómo Italia careció de un encuadramiento corporativista similar al de las grandes democracias burguesas antes del triunfo del fascismo:
Esto también es sumamente interesante: los choques entre las dos grandes corrientes italianas corporativistas, la unión de lo sindical y lo nacional y la nacionalización del proletariado por el fascismo.
La política pactista propiciada por Mussolini entre el sindicalismo fascista y la gran patronal italiana, la Confindustria:
Además de parar en seco a Rossoni y los suyos, el corporativismo fascista italiano excluyó pronto al catolicismo social corporativo del nuevo entramado de «colaboración pacífica de las diversas clases» (Pío XI):
El 𝑠𝑏𝑙𝑜𝑐𝑐𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜 y la «derrota definitiva del fascismo sindical» italiano. La confluencia de intereses entre Mussolini y la Confindustria.
En el entramado corporativo del fascismo italiano, aunque teóricamente era el Ministerio de las Corporaciones, desde 1927, el que disciplinaba a las dos grandes clases sociales modernas, «la patronal (...) en la práctica funcionaba con un grado de autonomía sensiblemente mayor».
En definitiva, el primer gran experimento corporativista no democrático-burgués fue una vía que se mostraría exitosa durante un tiempo, una vez derrotados o excluidos los elementos molestos dentro y, por supuesto, fuera de las distintas corrientes que confluyeron en el fascismo.
El gran problema de ese experimento: ¿cómo asegurar un entramado capitalista-corporativista excluyendo al viejo partido obrero burgués que en 1914 sancionó su paso definitivo al campo de la contrarrevolución y la división de nuestra clase en dos alas con intereses inconciliables?
Por eso es difícilmente discutible la tesis de que las democracias burguesas, al integrar plena y políticamente a la socialdemocracia, a la aristocracia obrera, construyen un armazón mucho más sólido a largo plazo de dictadura capitalista. La historia así lo demuestra.
El 𝑆𝑡𝑎̈𝑛𝑑𝑒𝑠𝑡𝑎𝑎𝑡 austriaco hizo, por supuesto, exactamente lo mismo en este sentido: exclusión y proscripción de la poderosa socialdemocracia austriaca, pese al intento en vano del SPÖ por llegar a un acuerdo con Dollfuss para un «futuro ordenamiento corporativo».
Por resaltar alguna cosa más del corporativismo austrofascista, este, a diferencia del italiano, sí incorporó el elemento católico-corporativo, pero, como dice Bernal, en «una nueva versión estatalista y fascistizada del corporativismo».
De forma muy parecida a lo implementado por el 𝐸𝑠𝑡𝑎𝑑𝑜 𝑁𝑜𝑣𝑜 portugués (aunque con matices), cuyo modelo de corporativismo bebió de dos fuentes principales: el catolicismo corporativista y el nacionalismo de Integralismo Lusitano.
Como en el caso italiano, en la práctica las corporaciones patronales disfrutaron en el Portugal de Salazar de «un mayor campo de acción a la hora de defender los intereses de sus miembros».
En el caso alemán, Bernal recuerda que, antes del triunfo del fascismo italiano, la República de Weimar articuló un potente armazón corporativista sindical (𝑐𝑜𝑟𝑝𝑜𝑟𝑎𝑡𝑖𝑠𝑡𝑎, en el argot academicista).
Respecto a la relación entre el nacionalsocialismo alemán y el corporativismo, es quizá un asunto que merece una discusión que se excede de lo que yo pueda decir ahora y aquí. Me limitaré a compartir lo que he visto más sugerente del análisis de Bernal.
En todo caso, tanto los modelos italiano, austriaco y portugués como el alemán compartieron al menos un rasgo: la mayor discrecionalidad y autonomía operativa de los capitalistas frente a las organizaciones sindicales corporativizadas y absorbidas o creadas por el fascismo.
Para elucidar estas cuestiones, también es interesante estudiar las discusiones entre fascistas alemanes e italianos a propósito de la nueva arquitectura sociopolítica (plenamente capitalista, como es obvio). Así lo sintetiza Bernal:
Acerca del caso español (y prometo ir terminando), el primer gran ensayo corporativista fue sin duda el implantado por Miguel Primo de Rivera. Con la colaboración inestimable del socialista sindicato UGT. Un corporativismo no democrático sui géneris, como salta a la vista.
Por cierto, algo de bibliografía sobre la discusión en torno a la caracterización del régimen primorriverista.
Menos conocido es quizá el experimento corporativista democrático de la Segunda República española.
Aún faltaba mucho tiempo para que la burguesía española pudiera disfrutar de un régimen corporativista democrático a la inglesa. Lo poco que se pudo articular durante ese lustro fue, naturalmente, desmantelado por el régimen de Franco. Sobre el falangismo y el corporativismo:
Seguramente por las propias condiciones históricas de de desarrollo de la sociedad burguesa española, la vía acaudillada por Franco se articuló de modo más complejo, sobre todo por la preponderancia en un primer momento de lo que Tuñón de Lara llamó el «fasci-falangismo».
Perdón por la autocita, pero viene al caso y así voy concluyendo: . Bernal admite lo que parece difícilmente negable: el corporativismo se fue abriendo paso en la práctica bajo la batuta de Franco frente al nacionalsindicalismo falangista:
Por consiguiente, dinámica en línea con los acontecimientos que a grandes rasgos ocurrieron en Italia (exceptuando quizá la efímera República de Saló): desplazamiento progresivo de los elementos fascistizantes más «puros» respecto al núcleo de poder.
Una expresión muy clara del proceso descrito fue la destitución de Merino y la entrada en escena de Sanz Orrio. A propósito, la explicación de Bernal es idéntica a la de Tuñón de Lara.
Como es lógico, la literatura española corporativista católica, plenamente fascistizada, se alineó con los experimentos italiano, portugués y austriaco.
Y mostró claramente sus distancias respecto al modelo alemán de «𝑑𝑖𝑐𝑡𝑎𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎𝑙 dictadura de la burguesía».
Bernal se explaya comentando las discusiones en el seno de las corrientes ultrarreaccionarias que apoyaron el golpe del 18 de julio, y en especial dentro del falangismo español: distanciamiento de estos frente al corporativismo italiano, pero sin llegar a la denuncia abierta.
Asimismo, el nacionalsindicalismo español, muy rossoniano, mostró sus diferencias con la vía nacionalsocialista alemana: el sindicalismo auténticamente nacionalizador de masas.
Las dos posiciones principales respecto a la cuestión sindical en la aprobación del 𝐹𝑢𝑒𝑟𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑇𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑜 (1938), que emulaba la 𝐶𝑎𝑟𝑡𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝐿𝑎𝑣𝑜𝑟𝑜:
Desde 1939, la lucha de los círculos «socialcatólicos, monárquicos y tradicionalistas» se tradujo en poner coto a las iniciativas del núcleo duro de los falangistas, aceptando la solución de compromiso de eliminación de toda referencia explícitamente corporativista.
La mencionada destitución de Merino sancionó la supeditación de la Organización Sindical al Ministerio de Trabajo, tendiendo hacia un «"sindicalismo de sumisión" que consistía en intentar influir sobre las decisiones del Ministerio y aceptar disciplinadamente sus decisiones».
Insisto en que todos estos episodios fueron tratados profusamente por el bueno de Tuñón de Lara en el hilo que he reflotado más arriba. Merece la pena leerlo. En todo caso, las políticas de Sanz Orrio tendieron poco a poco hacia una forma de corporativismo muy singular.
De modo que de los cinco modelos examinados en el trabajo —italiano, portugués, austriaco, alemán y español—, los más puramente corporativistas habrían sido los tres primeros. Pero hay algo muy importante: ni en Alemania ni en España se permitió un «vacío organizativo» obrero.
Termino con las conclusiones de Bernal sobre el corporativismo europeo de la época. Un matiz en cuanto a lo último: tanto el corporativismo democrático-burgués como las distintas vías «de excepción» cumplieron su objetivo: estabilizar la dictadura de la clase capitalista.
El corporativismo democrático —aquel que el proletariado de una buena parte del mundo capitalista tiene el placer de disfrutar hoy—, la entrada en escena de nuevos actores corporativos y la dialéctica masas-Estado merecen un análisis aparte. Quizá en otro momento. ¡Fin del hilo!

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