Las Sinfonías 2ª, 3ª y 4ª representan una trilogía que refleja la lucha de Mahler por una creencia religiosa duradera y su encuentro en la victoria del amor y el perdón sobre la duda y el miedo.
Estas obras no sólo comparten la misma filosofía, sino también en cada una ellas un poema de Das Knaben Wunderhorn ocupa un lugar central y determina el enfoque emocional y religioso de la fe de Mahler en la resurrección y la vida eterna a través del poder del amor.
En la 2ª Sinfonía este mensaje emana de las simplicidad de la letra de la canción "Urlicht", en la 3ª Sinfonía del alegre mensaje de un coro de voces angelicales del “Es sungen drei Engel” y en la 4ª de las alegrías celestiales del “Wir geniessen die himmlischen Freuden”.
Las tres Sinfonías son programáticas, a pesar de que Mahler suprimió los programas de las partituras publicadas, lo cual indica la actitud ambigua del compositor a la música de programa. Estéticamente odiaba esos programas, pero los necesitaba.
En una carta a Arthur Seidl, Mahler describe el proceso creativo de concepción de la 2ª Sinfonía, estableciendo un vínculo con la 9ª Sinfonía de Beethoven en la búsqueda de la “palabra redentora”.
Para Mahler, el primer movimiento de la 2ª Sinfonía eran los ritos funerarios del héroe de la 1ª Sinfonía, con la pregunta ¿para qué he vivido?
En el cuarto movimiento llega la voz de la fe: Soy de Dios y regresaré a Dios. El coral de Urlicht tiene una relación psicológica y estructural con el solo de barítono “Oh Freunde, nicht diese Töne” de la 9ª de Beethoven.
En el quinto movimiento suena la voz en el desierto: el final de los días de acerca. Suavemente un coro de santos y seres celestiales cantan sobre la resurrección. Y la gloria de Dios aparece, una maravillosa luz te penetra y no hay juicio. Un amor todopoderoso nos transfigura.
La Sinfonía “Resurrección” tuvo un gran éxito desde el inicio. El primer y tercer movimientos fueron ejecutados por Richard Strauss en 1895 y la obra fue ejecutada por completo el mismo año bajo la dirección del compositor.
A la sinfonía de la muerte y transfiguración siguió la sinfonía que invoca al gran dios Pan, una reflexión musical sobre el mundo físico, originalmente planeada en siete movimientos. Entre varios bocetos de programas, Redlich eligió el que se aproxima más a la última versión.
1. Llega el verano. 2. Lo que las flores del prado me dicen. 3. Lo que los animales del bosque me dicen. 4. Lo que me dice la noche. 5. Lo que me dicen las campanas matutinas. 6. Lo que me dice el Amor. 7. La Vida Celestial.
El último movimiento fue eventualmente fue transferido a la 4ª Sinfonía. Mientras que el 2º, 3º y 5º movimiento tienen un sabor arcaico y sonoridades deliberadamente obsoletas, los movimientos 1º, 4º y 6º contienen elementos modernistas.
La 3ª Sinfonía fue compuesta en las vacaciones de verano de 1893 a 1896 y fue publicada en 1898. Fue estrenada en 1902 por el propio compositor y su éxito fue instantáneo.
La 4ª Sinfonía surgió del séptimo movimiento descartado de la 3ª. Si bien sus tres primeros movimientos se adhieren al patrón clásico, su último movimiento, una canción del Des Knaben Wunderhorn es la célula temática de toda la Sinfonía.
Las canciones del Wunderhorn fueron compuestas de 1888 a 1899. Hay 24 en total, 3 de ellas aparecen en sinfonías, y otras 2 coexisten como canciones y transformaciones en movimientos sinfónicos.
Para concluir este capítulo y la semana, comparto el
último movimiento de la 3ª Sinfonía de Mahler, "Lo que me dice el Amor", bajo la dirección de Leonard Bernstein, en mi opinión uno de los momentos más sublimes de la música de Mahler. Buenas noches.
“In 1897 Mahler confessed to the friendly critic Arthur Seidl: ‘…Only when I experience do I act as a tone-poet -only when I act as a tone-poet do I undergo an experience…’”. Su primer ciclo de canciones y 1ª Sinfonía, con su gran interdependencia, confirman esta afirmación.
Ambas obras reflejan vivamente las pasiones juveniles de Mahler y la primera colisión con la inercia tradicional del “mundo de ayer”; ambas son autobiográficas y programáticas, y crean un nuevo idioma musical con elementos descartados del romanticismo y música folclórica.
Muy poca de la obra temprana de Mahler sobrevivió a la destrucción que él mismo hizo posteriormente, y mientras no haya una edición realmente crítica de esas obras será difícil formarse una opinión adecuada de sus actividades creativas de su adolescencia y época de formación.
Si bien hay razones para pensar que por lo menos algunas de las obras tempranas de Mahler aún existen en posesión de miembros de su familia, sólo son conocidas por nombre: un Cuarteto y un Quinteto para piano y cuerdas, dos sinfonías y el preludio de la ópera Die Argonauten.
Gradualmente, a través de los años, la composición se convirtió para Mahler en la antítesis de su trabajo como director, un sueño nostálgico romántico de escape del malvado mundo de la ópera en el que estaba condenado a vivir una existencia glamorosa pero tortuosa.
La personalidad creativa de Mahler resaltaba aquello que no encontraba en el escenario: la adoración panteísta de la naturaleza, el cielo de un niño con su inocente espiritualización del mundo animal, Jacobo peleando con el Ángel ('Ich bin von Gott..')…
Las formas de la música de Mahler siguieron un proceso gradual de refinamiento y de complejidad creciente, sin abandonar completamente su simplicidad básica.
Por ejemplo, en sus primeras canciones Mahler utilizó como modelo el Lied de una sola estrofa. Más tarde hubo un cambio sutil hacia una estructura más sinfónica pero aún dentro los límites de la canción romántica. Sus canciones finales están planeadas en una escala más ambiciosa.
Si bien la música de Mahler tuvo un sorprendente desarrollo, desde una simplicidad neoprimitiva y un estricto diatonismo, hasta las sutilezas cromáticas y la enrarecida atmósfera de la últimas sinfonías, hay elementos de estilo constantes que distinguen el idioma “Mahleriano”.
Para entender la peculiar posición de Mahler como melodista, cuya ecléctica alianza a los clásicos vieneses (como Brahms y Bruckner) nunca estuvo en duda y cuya inclinación a lo popular parecería incluso quijotesca, se pueden analizar morfológicamente dos de sus temas sinfónicos.
Para Nietzsche, la música de Gustav Mahler era el canto del cisne de su época. Al igual que Hugo Wolf, Mahler llegó tarde a la escena del movimiento romántico, y continuó con lo que Schumann y Schubert habían hecho con los ciclos de canciones.
También al igual que Wolf, Mahler parece haber sido sujeto a los estímulos del movimiento romántico cuando se acercaba a su climax artístico y emocional con el drama musical de Wagner y el poema sinfónico de Liszt.