Las 3 grandes obras que ocuparon las energías creativas de Mahler durante sus 3 últimos años de vida están íntimamente relacionadas una con la otra en cuanto temática, estado anímico, y “programa”: la despedida de Mahler a la vida y su preparación para la muerte.
Desde el fatal día de julio de 1907 cuando le detectaron una grave enfermedad del corazón, poco después de la trágica muerte de su hija, Mahler vivía sentenciado a muerte. Por instrucciones médicas cambió su forma de vida, y físicamente agotado, se convirtió en un hipocondriaco.
La necesidad de encontrar un nuevo modus vivendi coincidió con su partida de la Ópera de Viena a fines de 1907. La enfermedad y el deseo febril de vivir chocaban y creaban en Mahler una crisis existencial que despertó en él nuevos impulsos. Alternaba entre euforia y depresión.
En una carta escrita a Bruno Walter en Nueva York a principios de 1909, cuando estaba terminando "Das Lied von der Erde" y planeaba la 9ª Sinfonía, Mahler confiesa: “I am thirstier than ever for life and I find the ‘habit of life’ sweeter han ever”.
En sus últimas obras, Mahler busca expresar el conflicto interno entre su deseo de vivir y su profunda convicción de que la muerte estaba próxima. Todas ellas giran alrededor de la palabra y experiencia del “Adiós” y fueron concebidas en un espíritu de despedida.
“Das Lied von der Erde” culmina en un sexto movimiento vocal llamado “Der Abschied” (La Despedida), en el que Mahler une dos poemas chinos. Los siguientes versos podrían haber sido escritos por el compositor mismo, pues son un auténtico reflejo de un estado mental...
…de resignación bajo la creciente sombra de la muerte:
Amigo mío, en esta tierra,
¡la suerte no me fue favorable!
¿Adónde voy?
Vago por los montes.
Mi corazón solitario busca la paz.
…
No habrá más horizontes lejanos.
Mi corazón tranquilo espera su hora.
En la 9ª prevalece la misma atmósfera de despedida otoñal. En la partitura abreviada del 1er movimiento Mahler anotó “Oh días de juventud que se fueron, oh amor diseminado…”, en el 3er movimiento “A mi hermano en Apolo”, y el Adagio final se desvanece “ersterbend” (moribundo)…
…en un espíritu de extinción absoluta, disolviéndose en el universo infinito como lo hace “Das Lied von der Erde” en su acorde final “gänzlich esterbend” (muriendo totalmente). En las 2 hay mensajes y símbolos de adiós. Hay una alusión deliberada a “Les Adieux” de Beethoven.
El mismo estado anímico, combinado con la sensación de un pasado que rápidamente se desvanece y un futuro implacable, emana de las páginas de la inconclusa 10ª Sinfonía. El bosquejo del 4º movimiento termina con notas marginales de violenta emoción: “Leb’wohl mein Saitenspiel…”.
A. Berg, quien estudió la partitura del 1er mov. de la 9ª Sinfonía en 1910, escribió: "el primer movimiento es lo más celestial que Mahler haya escrito. Es la expresión de un excepcional amor por esta tierra, el anhelo de vivir en paz disfrutando la naturaleza, antes de morir”.
La actitud de Mahler hacia la trilogía del Adiós era mórbida, contradictoria y a veces casi patológica. Estaba seguro del especial valor de estas obras, como se puede ver en sus cartas a Bruno Walter. Sin embargo, no las publicó ni estrenó, como si les tuviera miedo.
Incluso Mahler trató de burlar al destino evitando la composición de la fatal 9ª sinfonía, llamando al ciclo de canciones “Das Lied von der Erde” una sinfonía, pretendiendo que escribía una 10ª sinfonía mientras hacía el bosquejo de la 9ª.
Estas tres obras fueron escritas de 1908 a 1910. Tanto el Lied como la 9ª Sinfonía fueron publicadas póstumamente en 1911 y 1912, y estrenadas por B. Walter en Munich y Viena. Los dos movimientos de la 10ª fueron estrenados por F. Schalk en 1924 en la Ópera de Viena.
Mahler recibió de su amigo T. Polka una copia de una antología de poemas chinos recientemente publicada, “Die chinesische Flöte”. El contraste entre el pesimismo y el amor por el vino y la naturaleza debe haber conmovido el corazón roto de Mahler.
La estructura del Lied es típica del Mahler tardío. Las lamentaciones fúnebres, la soledad y la muerte inminente (No. 2 y 6) establecen un marco para los 3 movimientos intermedios (No. 3, 4 y 5) que hablan del esplendor de la vida: la juventud, la belleza, el vino y la primavera.
Es en la canción introductoria “Das Trinklied von Jammer der Erde”, con una orquestación sutilmente orientalizada, donde Mahler mejor expresa su estado de ánimo: “Dunkel int das Leben, ist der Tod” (Sombría es la vida y la muerte).
La rebeldía frenética y ensoñación del "Trinklied" cambia a total resignación en “Der Einsame im Herbst”, la cual se ha convertido un un modelo de delicadeza de música de cámara.
La alegría de los movimientos No. 3, 4 y 5 es como si se viera a la distancia a través de un telescopio. Es una reflexión de un mundo distante del “narrador” de la sinfonía.
“Der Abschied”, el movimiento más largo de la sinfonía, es una cantata para solista de proporciones épicas. Hay sonidos fúnebres y cantos de pájaro a lo largo del movimiento, y concluye repitiendo la palabra “Ewig” (Para siempre).
La 9ª Sinfonía está construida en líneas parecidas al "Lied". La muerte esta todavía más presente. Para Alban Berg, el primer movimiento expresaba la premonición de la muerte inminente.
El maravilloso Adagio final retoma hilos del tejido del 1er y 3er movimientos, y del "Lied". La límpida belleza de las últimas páginas con sus frases curiosamente cortadas sugieren la agonía del narrador.
Mahler concluyó dos de los cinco movimientos de la 10ª Sinfonía en partitura abreviada, y uno de ellos, el Adagio, incluso en partitura completa, aunque ambos incompletos desde el punto de vista de la habitual autocrítica de Mahler.
Ernest Krenek, a petición de Alma Mahler, hizo una partitura práctica de esos dos movimientos (Adagio y Purgatorio), con el consejo de Franz Schalk y Alban Berg.
La 10ª Sinfonía estaba planeada en 5 movimientos, varios de ellos como scherzos. Mahler quizás la hubiera llamado la Sinfonía “Dante" o “Inferno”.
Los movimientos 4º y 5º tienen alusiones a Alma: “Sólo tú sabes que significa esto… Adiós, mi lira…Almschi: vivir para ti, morir para ti…”.
El primer movimiento Andante-Adagio, profundamente conmovedor no podría existir sin la coda de “Die Abschied”, el 1º y 4º mov. de la 9ª Sinfonía ni sin el Adagio de la 9ª de Bruckner.
La belleza del solo de viola con el que inicia el movimiento, su transformación en un segundo tema de gracia melancólica, junto con el aterrador grito en el episodio "Inferno", hacen que uno se pregunte hasta dónde habría llegado Mahler si hubiera vivido algunos años más.
Con este capítulo concluye este maravilloso libro. Para cerrar con broche de oro, les comparto un ensayo que escribió Bruno Walter sobre Bruckner y Mahler.
Y antes de cerrar este hilo, les anuncio el próximo libro que vamos a comentar: “Passionate Spirit: The Life of Alma Mahler” de Cate Haste, Editorial Basic Book, 2019. Espero que nos puedan seguir acompañando. Buenas noches.
En su 8ª Sinfonía, Mahler regresa en un plano más alto al tipo sinfónico programático y filosófico de su juventud. Como reflejo de su incesante lucha con problemas religiosos, esta Sinfonía retoma el hilo de la 2ª Sinfonía, con la que tiene en común un himno coral final.
De acuerdo a Alfred Mathis, la obra estaba planeada en 4 movimientos: Himno, “Veni Creator”; Scherzo; Adagio Caritas; Himno, El Nacimiento de Eros. Los movimientos instrumentales intermedios fueron eliminados y el de Eros fue reemplazado por la escena final del Fausto de Goethe.
Las Sinfonías 5ª, 6ª y 7ª de Mahler, compuestas entre 1901 y 1905, son puramente instrumentales y conforman un grupo cercanamente interrelacionado, tan distinto a la trilogía del Wunderhorn que podría hablarse de un cambio fundamental de estilo.
No están asociadas con ningún programa, contienen menos movimientos, se vinculan a las tradiciones de la sinfonía clásica vienesa, y al excluir la voz humana alcanzan una mayor cohesión estructural. Sin embargo, esto último no implica que no tengan connotaciones vocales.
Las Sinfonías 2ª, 3ª y 4ª representan una trilogía que refleja la lucha de Mahler por una creencia religiosa duradera y su encuentro en la victoria del amor y el perdón sobre la duda y el miedo.
Estas obras no sólo comparten la misma filosofía, sino también en cada una ellas un poema de Das Knaben Wunderhorn ocupa un lugar central y determina el enfoque emocional y religioso de la fe de Mahler en la resurrección y la vida eterna a través del poder del amor.
“In 1897 Mahler confessed to the friendly critic Arthur Seidl: ‘…Only when I experience do I act as a tone-poet -only when I act as a tone-poet do I undergo an experience…’”. Su primer ciclo de canciones y 1ª Sinfonía, con su gran interdependencia, confirman esta afirmación.
Ambas obras reflejan vivamente las pasiones juveniles de Mahler y la primera colisión con la inercia tradicional del “mundo de ayer”; ambas son autobiográficas y programáticas, y crean un nuevo idioma musical con elementos descartados del romanticismo y música folclórica.
Muy poca de la obra temprana de Mahler sobrevivió a la destrucción que él mismo hizo posteriormente, y mientras no haya una edición realmente crítica de esas obras será difícil formarse una opinión adecuada de sus actividades creativas de su adolescencia y época de formación.
Si bien hay razones para pensar que por lo menos algunas de las obras tempranas de Mahler aún existen en posesión de miembros de su familia, sólo son conocidas por nombre: un Cuarteto y un Quinteto para piano y cuerdas, dos sinfonías y el preludio de la ópera Die Argonauten.
Gradualmente, a través de los años, la composición se convirtió para Mahler en la antítesis de su trabajo como director, un sueño nostálgico romántico de escape del malvado mundo de la ópera en el que estaba condenado a vivir una existencia glamorosa pero tortuosa.
La personalidad creativa de Mahler resaltaba aquello que no encontraba en el escenario: la adoración panteísta de la naturaleza, el cielo de un niño con su inocente espiritualización del mundo animal, Jacobo peleando con el Ángel ('Ich bin von Gott..')…